¿Economía de guerra?
La pandemia del Coronavirus produce en muchos aspectos un cambio de paradigma en nuestra sociedad. Estamos frente a una situación dramática y nueva y muy difícil de enfrentar. Plantear una cuarentena general obligatoria conlleva un montón de desafíos. ¿Cómo se desarrollará la producción y distribución de alimentos? ¿Qué sucederá con las personas que no tengan recursos económicos por no trabajar? ¿No se vuelve imprescindible una cuarentena bancaria? ¿Se suspenderá el pago de alquileres como en Francia? ¿Habrá cortes de agua, teléfono o luz por el no pago de las facturas? ¿Hay que tarifar la canasta básica de alimentos? ¿Pueden bancos, supermercados y demás tener ganancias durante una situación de emergencia que puede hundir la economía del país y de la mayoría de sus habitantes? ¿Cómo se controla la reclusión de la gente? ¿Qué papel deben jugar las Fuerzas Armadas y la policía?
Transformar la educación: más necesario que nunca
Renato Opertti
La pandemia planetaria del COVID-19 abre un sin número de oportunidades para repensarnos como sociedad, ciudadanos y personas. En gran medida, como cada país ilusiona, piensa y obra más allá de la coyuntura, va a determinar su sostenibilidad a futuro. Entre la pléyade de temas que el país debe encarar, figura la transformación de la educación y de los sistemas educativos. Compartimos cuatro puntas posibles que podrían informar la transformación.
En primer lugar, tomar debida nota de la relevancia que tienen los liderazgos para hacer frente a los desafíos como el que muestra el presidente Lacalle Pou y su gobierno. En educación el liderazgo transformacional debe darse en todos los niveles sin excepción. Cada uno, en su campo de responsabilidad y acción, debe asumir con determinación que es un receptor, un generador y un tomador de decisiones que tienen, por objetivo fundamental, que las oportunidades de aprendizaje impacten positivamente en cada alumno cualquiera sea su contexto, situación y capacidad. Hacerse cargo debe ser la respuesta de un sistema educativo con capacidad de agendar, convencer, gestionar y evidenciar.
En segundo lugar, asumir plenamente que, de acá al futuro, el modo de enseñanza prevaleciente a escala mundial, desde la educación inicial en adelante, va a ser híbrido combinando de múltiples mareras instancias presenciales y en línea. Esto permitirá, entre otras cosas, (i) ampliar el alcance de la educación sin fronteras ni vallas; (ii) democratizar el acceso al conocimiento; y (iii) lograr una mayor empatía entre educadores y alumnos a través de un contacto más permanente y ajustado a las necesidades específicas de cada alumno. El Uruguay cuenta con un plus para avanzar en modos híbridos que lo es que ha forjado el Plan Ceibal en conectividad, contenidos y estrategias educativas, así como experiencia acumulada.
En tercer lugar, tomar conciencia que los modos híbridos implican una oportunidad para cambiar la gestión del sistema educativo que, en gran medida, está formateado para la presencialidad. Habrá que prepararse para gestionar la educación en un ida y vuelta permanente entre educadores y alumnos, apoyados por un sistema educativo que oriente, respalde y viabilice infinidad de iniciativas y propuestas que se van a multiplicar desde los centros educativos en su condición de agentes privilegiados de la transformación. Muchos educadores y alumnos están pidiendo más pistas para desarrollar su ingenio y creatividad. No dejemos que la agenda la coopten los que, frente al cambio, siempre encuentran un pero que muchas veces está disociado de las necesidades de los alumnos que mas apoyo requieren.
En cuarto lugar, resulta imperioso reforzar las redes de protección social que, desde la educación, tienen un fuerte impacto en contrarrestar vulnerabilidades de diversa índole. La educación sigue siendo una de las principales vías de hacer política social, económica, cultural y comunitaria de una manera integral y sostenible. Un ejemplo lo ilustra claramente. El mantenimiento de la alimentación escolar fue tan importante en la crisis del 2002 como lo es hoy. Felizmente, el Uruguay mantiene las buenas tradiciones del estado benefactor que es transversal al sistema político, y que nos singularizan en la región.
La penúltima crisis mundial
David Rabinovich
Tengo 70 y todos los ‘factores de riesgo’. No puedo desprenderme de mi peripecia personal para escribir porque hace a la percepción que tengo de la realidad.
Hoenir Sarthou1 lo analiza en sintonía con Naomi Klein2. “No se trata sólo de lo que está sucediendo ahora, sino de cómo (y quienes) lo van a pagar en el futuro, cuando se venza la factura de todo esto”.
Lo que está sucediendo ahora puede abordarse con políticas que nos protejan, muy especialmente, a los que corremos mayores riesgos. Eso tiene un costo económico y social muy elevado. La distancia social llevada al extremo de ‘todes en cuarentena’ puede que salve a muchos como yo: población de alto riesgo. Pero resulta difícil calcular cuántos, vulnerables por su situación social, pagarán un altísimo costo en sociedades empobrecidas, desarticuladas económicamente, en fuerte estado de shock…
Quizá lo correcto sea implementar un sistema de prevenciones y cuidados para los que corren mayores riesgos. Tratar de salvar ‘la mayor cantidad posible’; pero salvaguardar el funcionamiento de la economía para que las grandes mayorías puedan preservar su precario ‘nivel de vida’.
La catástrofe es grande y será más grande donde no existan sistemas de salud pública eficientes, universales, públicos y accesibles. Décadas de capitalismo salvaje o neoliberalismo privatizador ha debilitado los sistemas de seguridad social percibidos como ‘costos’ superfluos: inadmisibles e ineficientes. Sin embargo, situaciones como las que enfrentamos como consecuencia de esta pandemia, nos permiten mirar la protección social universal como algo no sólo justo y deseable sino también eficiente para preservar aspectos esenciales de las sociedades humanas.
Pero el individualismo está presente, el consumismo egoísta es una realidad palpable, la lógica neoliberal legitima que los ganadores en la lotería de las cunas se merecen todos los beneficios y ventajas que tienen.
También se puede -y no ha faltado quien lo promueva – ver esta crisis como una gran oportunidad. Una suerte de borrón y cuenta nueva. Aparecen en la crisis y gracias a ella, nuevas formas de conciencia social, solidaridades que creíamos olvidadas se hacen presentes. Viejas ideas desechadas cobran nueva vida. ¿Otro mundo es posible? Pero esta situación de crisis pasará y la minoría todopoderosa, que concentra poder y gloria, seguro que intentará pescar en ese río revuelto. Producto de tantas miserias, miedos, catástrofes sociales y quiebres de las economías de pequeña escala, las empresas más fuertes, los empresarios más rapaces, intentarán quedarse con el botín. Eso seguro. Tienen mucho poder y sólo los enfrenta –según creo percibir- esta nueva conciencia social, desorganizada y todavía muy débil, que propone la solidaridad como alternativa. Esta movilización mundial que encontró en la cooperación la forma correcta y más eficiente de hacer las cosas.
Se trata de determinar, en un futuro cercano, quiénes pagarán la crisis y qué tipo de sociedad surgirá de ese futuro. Porque están cambiando cosas de importancia. De eso no tengo dudas.
1 http://semanariovoces.com/la-otra-cara-del-coronavirus-por-hoenir-sarthou/
2 https://www.lahaine.org/mundo.php/naomi-klein-el-coronavirus-es
Medidas, economía y después
Gustavo Melazzi
Estimado lector: con estas líneas… no le pedimos peras al olmo, sea el gobierno que sea. Pero para el futuro es imprescindible tener una visión de izquierda. Limitémonos a mínimas anotaciones: A) en lo coyuntural, B) hacia la perspectiva, y C) comentarios finales.
- A) Aunque insuficientes, las medidas adoptadas por el gobierno son adecuadas, excepto por el aumento en las tarifas (mantienen la tendencia recaudatoria anterior). Las propuestas del PIT-CNT defienden mejor a los sectores populares, y es correcto recurrir a las reservas internacionales. No comparto la idea de renta básica universal (por más que se la califique de transitoria); en realidad se trataría de una ampliación de los programas del MIDES. Las propuestas de los “expertos del FA” abundan en este tipo de medidas concretas, positivas.
Es sintomático el silencio: nadie se refiere a las ganancias y los altos ingresos. Tampoco a la suspensión de los fuertes subsidios a empresas transnacionales. Es curioso además que se posterguen pagos por deudas en tarjetas de crédito, pero ni una mención a los pagos por la deuda externa, muchísimo más importantes.
La peor situación radica en los trabajadores informales. La ONU estima en 40% la población uruguaya vulnerable y/o en crisis. Muchos más de los 400.000 señalados por el PIT-CNT, y clara demostración de la fragilidad de nuestra economía capitalista y dependiente.
- B) En la perspectiva, y vinculado al punto anterior, es preciso mencionar el tema de una canasta básica. MIDES cumple lo suyo mediante la compra y entrega de un Nº de canastas. Pero un enfoque de cobertura integral de mediano plazo y que vaya generando pilares alternativos sólidos debe incluir su producción, el empleo, la distribución, costos y precios, componentes, empresas públicas y cooperativas, regionalización. Nunca impulsado.
Ineludible para el país es considerar que sí o sí habrá, al menos, recesión. Más allá del fin del impacto del “viento de cola” (absurdamente minimizado por el gobierno anterior), en el mediano y largo plazo la situación internacional no permite optimismos; el coronavirus sólo es un detonador, un agravante de difíciles tendencias económicas.
Sobre esta base, tengamos claro que todos pagaremos los costos económicos por el “parate” económico implicado por las medidas adoptadas (y otras). Y este “todos” abarca especialmente a la mayoría de la población; no a la de altos ingresos.
- C) En el panorama que se nos ofrece, y con independencia del MIDES (necesario y positivo) es posible constatar un estilo de “asistencia social”. Las medidas y propuestas en curso no van generando basamentos sólidos para superar urgencias (actuales y futuras) ni desarrollar alternativas. Se manejan exclusivamente en la esfera de la circulación; son efímeras, y no cuestionan ”el orden de las cosas”.
Es evidente que en épocas de crisis se recurre abrumadoramente al Estado, pese a tanta defensa del “papel clave” del mercado (es decir, de los empresarios). No sólo es acudir a las empresas públicas (si se hubieran privatizado…) sino sobre todo, a que el Estado rescate, ayude, haga todo lo posible en favor del capital privado. “El mercado” es incapaz de aportar soluciones a problemas que él mismo ha generado.
Dada la hegemonía prevaleciente en el mundo, desde 2008 esa ayuda estatal para mantener al sistema en su conjunto se caracterizó por aportarle casi gratuitamente increíbles sumas de dinero (el quantitative easing), una negada aunque típica política keynesiana. Pero peor aplicada, pues si ésta se preocupaba por crear empleo y demanda, la contemporánea entrega el dinero a los bancos y sin control. Tuvo y tiene un lógico fracaso; la recesión/crisis continúa.
Aprendamos: hoy; Francia, Alemania, Estados Unidos, España… nuevamente inyectan fabulosos montos de dinero; repetirán la experiencia.
En nuestro país, y ante el “parate” económico, reafirmemos la enseñanza de que la fuente de toda producción, de toda riqueza, es el Trabajo.
ACHICÁ EL PÁNICO
José Luis Perera
Los humanos somos solidarios cuando estamos en peligro; ahí nos asustamos y decimos “de esta salimos todos juntos”. Una solidaridad egoísta (aunque parezca contradictorio), nos aterroriza porque la muerte nos puede llegar a nosotros. 6.3 millones de niños murieron en 2017 por causas, en su mayoría, prevenibles (un niño cada 5 segundos). Hay 155 millones de niños afectados por desnutrición infantil crónica. Claro, el hambre y la desnutrición no se contagian, estamos a salvo, y por eso no llenamos espacios hablando de ella, ni tenemos que hacer cuarentena ni vaciar los supermercados.
Quienes hablan de la muerte del capitalismo a lo Kill Bill solo expresan sus deseos. Sin desmerecer la gravedad del asunto, es una crisis más dentro del sistema, que el sistema resolverá en su favor.
En junio de 2009, la OMS declaró que la gripe porcina era una pandemia, la peor amenaza de salud pública de los últimos cuarenta años. Se aisló a los contagiados, se lanzaron campañas sanitarias multimillonarias, se aceleró la producción de antivirales y los medios lanzaban boletines diarios con las cifras de muertes y contagios. Los grupos de riesgo eran aún más amplios que ahora: ancianos y niños, y terminó afectando también a jóvenes. Se cerraron escuelas, se pidió a las personas que se mantuvieran en sus casas, y todos nos preguntábamos cuándo caeríamos enfermos. Se decía que una pandemia mundial tendría un impacto catastrófico sobre la actividad económica.
Sin embargo, el mundo siguió andando, y hoy ya nadie se acuerda de aquello. El 30/12/2009 la OMS informó que el número total de muertes por gripe porcina en todo el mundo había sido de 12.220. Cifra que, según los expertos, era mínima comparada con entre 250 mil y 500 mil personas que mueren anualmente a causa de la gripe estacional.
Desde luego que hubo consecuencias económicas, pero no fueron tan catastróficas como se preveían, más teniendo en cuenta que recién comenzaba la recuperación luego de la crisis financiera del 2008.
Como todas las crisis del sistema, habrá ganadores y perdedores. Que suelen ser los mismos. Tras la crisis vendrá el ajuste, ya lo sabemos. Cuando estalló la crisis del 2008, los expertos pronosticaron que se apretarían las tuercas a los superricos. Más impuestos, quizás, o en todo caso una fase de opulencia más discreta, menos ostentosa. Sin embargo, en 2009, se comprobó que su riqueza había crecido un 21,5% luego de la crisis.
El sistema capitalista prefiere las curas y no la prevención (ésta no aumenta el valor de las acciones); cuanto más enfermos estamos, más ganan. Hay gente y grupos que ya están haciendo mucho dinero en medio de esta pandemia. Los perdedores serán los que tienen los peores trabajos y ganan peores sueldos, los que hacen el mango por su cuenta, músicos, artistas, y un largo etcétera, los olvidados de siempre.
TERRA IGNOTA
Raúl Viñas
Navegando en aguas turbulentas
La del Coronavirus 2019 (Covid-19) no es la primera pandemia que afecta a la humanidad y seguramente no será la última. La historia registra muchas pandemias, algunas altamente mortíferas como la de la Gripe “Española” de 1918 y el mundo convive con la pandemia del VIH desde hace casi cuarenta años.
El Covid-19 no es especialmente letal y la mayoría de los afectados, aproximadamente el 80%, lo superan sin necesidad de una internación hospitalaria. Lo que hace especial a este virus es la facilidad de su contagio en base a su capacidad de transmisión aérea, su larga sobrevivencia fuera del cuerpo humano y el hecho de que una persona “infectada” puede estar más de 10 días asintomática pero contagiando a sus contactos en ese lapso.
Son esas capacidades las que permiten que en poco tiempo el virus pueda afectar grandes masas de población, generando una insoportable carga sobre los sistemas de salud, en especial los servicios de cuidados intensivos. Estos pueden entonces ser sobrepasados en su capacidad de atención y tratamiento, al tiempo que el contagio reduce el número del personal médico y de enfermería disponible para atenderlos.
En poco más de cien días el Covid-19 ha llegado a todo el mundo. Más allá de los publicitados casos, primero de China y Corea y más cerca en el tiempo de Italia y España, el virus ya está presente en toda América y más de cuarenta países africanos de los que poco se habla y menos se sabe.
El dilema es el mismo en todo el mundo, si no se toman medidas que limiten los contactos entre los ciudadanos, la expansión del virus puede llevar al colapso incluso de los mejores servicios médicos. Si se decide establecer un toque de queda, difícil de controlar y hacer cumplir, se paraliza la economía y se generan graves problemas de abastecimiento a la población. La necesidad de que esa situación se mantenga al menos por dos semanas para cortar los contagios la hace casi insostenible.
El camino del medio, por el que transita nuestro país hasta hoy martes, limitando los contactos, pero tratando de mantener “los motores de la economía prendidos”, puede llegar a dar resultados, si se logra con ello mantener el número de personas necesitadas de internación dentro de valores manejables. Tengamos en cuenta que la carga del Coronavirus se agrega a la que normalmente soporta el sistema de salud, para la que el mismo está dimensionado.
Los resultados los veremos a futuro, ya que no hay experiencia previa en el mundo de una situación similar. En el caso de nuestra región se agrega que ya ha comenzado el otoño y que en el invierno el número de afectados se sumará al de los casos de afecciones invernales.
Si las medidas dan resultado, puede que la letalidad del virus no supere el cuatro por ciento de los afectados, pero más allá de ese número, que puede ser muy alto, los efectos de este “parate” sobre la economía y la sociedad en general perdurarán.
La palabra recesión aparece hoy en la boca de muchos, el cierre de empresas, ya sea en forma voluntaria para evitar contagios o por la fuerza de los hechos como en el caso de la hotelería o desde el lunes las relacionadas con la construcción, tiene efecto recesivo en el mercado de trabajo y en la recaudación del estado, que al mismo tiempo debe hacer frente a gastos “extra” principalmente en el sistema de salud y la seguridad social.
Los cambios sociales, desde lo básico de la forma de saludarnos, a todo lo relativo a la forma de ver al “otro” y de relacionarnos seguramente perdurarán más allá de este virus cuyas mutaciones hacen difícil se logre la autoinmunidad que nos ha protegido como especie por ejemplo del sarampión y las paperas.
La experiencia internacional puede ser una guía sobre qué cosas dan o no resultados, cada país, cada región y cada grupo humano dentro de ellas es distinto; costumbres, tradiciones y hábitos se combinan para generar situaciones diferentes frente a la pandemia.
Navegamos en aguas turbulentas y desconocidas, cada uno de nosotros debe ocupar su lugar para que el barco llegue a buen puerto. Para ello es necesario que el rumbo se planifique y que esa planificación sea por todos conocida, a fin de que en el entendimiento se pueda colaborar mejor. Es indispensable además que el timón sea llevado con mano firme, pero con los ojos y oídos del timonel bien abiertos para hacer un cambio de rumbo a tiempo si es necesario.
Así podremos terminar dibujando para nosotros y las futuras generaciones el mapa que nos ayude a transitar este tipo de situaciones de la mejor manera.
Para cuando esto pase, porque va a pasar, quizá convenga analizar cómo llegamos a esta situación, la que seguramente se repetirá, dado que los humanos estamos continuamente expandiendo nuestra área, invadiendo territorios y entrando en contacto con especies que en millones de años han desarrollado una cohabitación simbiótica con virus, bacterias y otros organismos que encuentran en el cuerpo humano un hábitat indisputado para reproducirse y colonizar. No es la comparación más feliz, pero el encuentro de los europeos y americanos en la conquista es un ejemplo de cómo esto puede suceder. Su relativa baja letalidad facilita la transmisión ya que hace más difícil se tomen drásticas medidas para su control.
LA HORA DEL ESTADO
Miguel Manzi
La aplicación de una cuarentena general obligatoria reclama al menos tres condiciones previas: (1) MARCO NORMATIVO. En Uruguay, para limitar la libertad ambulatoria (de eso se trata) es necesario decretar medidas prontas de seguridad. A mi juicio, no basta con invocar la Ley 9.202, que funcionó hasta ahora para respaldar las restricciones decretadas. Va de suyo que, dictadas las medidas prontas, el Poder Ejecutivo puede y debe desplegar todos sus recursos para hacerlas cumplir incluyendo, redundo, la fuerza pública. (2) FUNDAMENTO SANITARIO. El Sindicato Médico del Uruguay publicó un documento (calificarlo de confuso, pretencioso y extemporáneo es un ejercicio de moderación) proponiendo la cuarentena general. Si a esta altura del desarrollo de la epidemia hay una fundamentación científica para tal extremo, no está en ese documento. (3) MITIGACIÓN DE DAÑOS COLATERALES. Por lo que ha ocurrido hasta que escribo estas líneas (y ojalá siga así), la situación apunta más a una crisis económica que a una crisis sanitaria. Con las finanzas públicas en condición ruinosa, la economía tambaleante, desocupación creciente antes del virus, 190.000 personas viviendo en asentamientos, informalidad y precariedades de toda especie, el “parate” de la actividad golpea con dureza a los más vulnerables. En estas circunstancias es cuando más presente y activo debe manifestarse el Estado. Sea producto de un pacto tácito, instrumento de dominación, o capricho de un torpe titiritero cósmico, el Estado cobra justificación plena en las emergencias, asegurando pautas aceptables de convivencia comunitaria. Digo: los que no tienen ingresos fijos o siendo magros los ven reducidos, los que no tienen espalda para seguir produciendo en medio de una recesión, los que no pueden pagar si no venden, los que si no trabajan no comen, esa legión de gente debe ser asistida por el Estado. De punta y pa’lante; hay que gastar lo que no tenemos; habremos de seguir endeudándonos. Aunque esta vez no sea para construir regasificadoras o arenas, ni para comprar hornos de cemento o colchones, ni trenes para drenar los beneficios de una multinacional contaminante. Lo único que deberíamos reclamarle al Estado es eficiencia y eficacia en el gasto: todos los recursos para los necesitados y solo para ellos. Yo no necesito una tarjeta del MIDES, ni que me dejen de cobrar la UTE, ni que me refinancien un crédito del BROU; tampoco lo necesitan los 330.000 funcionarios públicos que tienen el sueldo asegurado, ni los que pagan IRPF a partir de cierta franja. Por supuesto que no hay almuerzos gratis. Pero muchísimo más caro saldría seguir ensanchando la grieta que dejaron los pasados 15 años de gobiernos entreguistas y corruptos.
Oxígeno por favor
Leo Pintos
La crisis del covid-19 puso a Uruguay en una situación inédita, incomparable a ninguna otra situación vivida. Y ante este panorama se hace imprescindible un pacto. Un pacto de no agresión, con todo el peso y simbolismo que implica. Un pacto que contemple las múltiples realidades de sectores de la economía y sociales y también del Estado. Pero siempre sabiendo que todos vamos a perder algo y entendiendo que será en pos del bien común. Una cosa es bien clara, el costo de la inacción puede resultar más costoso que la sobreprotección, tanto en lo económico como en lo humano, y en ese sentido es innegable que este gobierno recibió una economía muy frágil, lo que limita mucho el margen de maniobra. Es una situación que exige de los cuadros políticos la máxima responsabilidad. Responsabilidad que queda en entredicho a la luz de ciertas declaraciones oportunistas y demagógicas, tanto del lado de la oposición como del gobierno. Porque la oposición no puede dedicarse sólo a antagonizar con el gobierno. Que el gobierno exagere ciertos problemas en su afán de justificar su ideología anti estatal no significa que la izquierda deba sistemáticamente minimizar, cuando no negar, esos problemas. Por otra parte, el gobierno no puede anteponer lo económico sobre lo sanitario, y tampoco tolerar exabruptos de oportunistas que intentan sacar tajada en medio de la crisis, y en su momento la coalición deberá analizar la actitud de Guido Manini, que con su mensaje puso en duda la capacidad y la autoridad de quienes deben dictar las normas. Tenemos «la ventaja» de tener en nuestras manos el diario del lunes en cuanto a las medidas sanitarias que se han aplicado en otros países, por lo que especular respecto a lo que hay que hacer es casi una timba. Porque negarse a adoptar medidas drásticas, aduciendo que paralizarían la economía, es muy arriesgado ante la posibilidad de una epidemia que puede colapsar el sistema sanitario. Porque esto puede poner al gobierno como el gran héroe, pero también puede derrumbarlo cuando no lleva un mes en funciones. Por eso un pacto social, amplio e inclusivo se impone. La cuarta parte de los trabajadores se mueve en la informalidad, y hay que ocuparse. La economía sumergida, esa enfermedad latente en la sociedad requiere apoyo del Estado. Eso implica entonces que los trabajadores formalizados y las empresas asuman el principal costo de la crisis, una suerte de cheque a pagar en plazos, para que el Estado concentre los esfuerzos en sostener a quienes no tienen cobertura de seguridad social. . Sería lo más justo que los empresarios que estén en mejor situación resignen parte de sus ganancias, que los trabajadores paguemos resignando días de licencia para compensar los días no trabajados ahora, y que el Estado intervenga para evitar abusos en los precios, especialmente los de alimentos, higiene y sanitarios. Abusos que hoy mismo podemos ver y que dan bronca.
Uno tiene la sensación que los gobernantes hoy deciden en función de la tribuna, y con esa impronta llegaron al poder y hoy están presos de sus palabras. Hoy todo parece ser opinable, y está bien que así sea, pero cuidado con el planteo de que hay que explicar las cosas para que todos las entiendan. Una de las funciones del conocimiento es elevar el nivel, y elevar el nivel implica un esfuerzo intelectual por adquirir el conocimiento, y no banalizar los temas. Y siempre desde la perspectiva de que el tiempo y la vida son dos cosas irrecuperables, y que hoy más que nunca las buenas decisiones son oxígeno para todos.
Reflexiones sobre la crisis del virus
Javier de Haedo
Voy a compartir con los lectores de Voces algunas reflexiones que se me han ido acumulando en estos días.
Una, esta crisis tiene muchas diferencias con nuestras crisis de 1982 y 2002. Para empezar, aquellas fueron “nuestras”, en todo caso rioplatenses, y esta es global. Entonces estábamos muy vulnerables por el lado del sistema bancario, por el lado de la dolarización de la deuda pública y por el lado de la política cambiaria, rígida, con tablita o banda de flotación. Aquellas terminaron con restructuración de nuestra deuda y con saltos descontrolados del tipo de cambio. En esta oportunidad, los bancos están bien regulados y supervisados, la deuda está razonablemente pesificada y el dólar sube en un contexto de flotación administrada por el BCU, tal como éste ha hecho en los últimos años.
Dos, a diferencia de las situaciones de hace casi 20 y 40 años, en este caso la salud de las personas está directamente en el centro de la crisis, hasta el punto que los gobiernos están ante el dilema de la frazada corta: en el margen, si cuidan la salud descuidan la economía y viceversa.
Tres, esta situación inesperada (o “cisne negro” como se la llama en la jerga económica) dará lugar, razonablemente, a la postergación de planes y metas que el nuevo gobierno se había planteado. A modo de ejemplo, la situación fiscal sufrirá un deterioro previsible, al menos por la caída de ingresos por menos actividad y empleo y por el aumento del gasto en salud y previsión social (Mides, seguro de paro). Por otro lado, se ha postergado la LUC y sería muy difícil en este contexto sanitario, reunir comisiones y cámaras para trabajar con la intensidad que ese proyecto demandará.
Cuatro, esta situación no debe ser excusa para hacer cosas que en cualquier circunstancia están mal. La excepcionalidad de la situación no vuelve buenas a cosas malas. Se podrán introducir normas legales y reglamentarias excepcionales, pero no se debe olvidar que las leyes de la economía siguen vigentes, que no se pueden derogar. Por ejemplo, los controles de precios siguen siendo un pésimo instrumento porque la ley de oferta y demanda sigue y seguirá vigente.
Cinco, la situación fiscal y de deuda recibida por el nuevo gobierno le imponen severos límites a su accionar. No son trasladables al Uruguay, decisiones que están tomando otros países o zonas con otras espaldas. El gobierno cuenta con pocas municiones y debe usarlas con extrema puntería y para ello debe focalizar los esfuerzos en quienes necesiten apoyo. Por ejemplo, la eliminación del aumento de tarifas públicas sería una pésima medida porque estaría desperdiciando aquellas municiones en muchos que no lo necesitan. Creo que los primeros pasos del gobierno ante esta crisis han sido razonables y es prudente que vaya graduando las medidas que pueda adoptar en función de la evolución del fenómeno.
Seis, a pesar de las dificultados y de lo señalado en el punto tres, el gobierno no debe permitirse ser absorbido por la crisis del virus. Debe intentar avanzar, en la medida de lo posible, en otros frentes en los que pueda hacerlo sin la vigencia de la LUC, o sea en el ámbito administrativo y reglamentario, y en línea con su programa de gobierno.
Siete, cuando esto pase, el motor de la economía será una vez el exportador, con base agropecuaria, apuntalado por un tipo de cambio real más adecuado al que había antes de que se entrara en esta situación. Uruguay siempre ha salido de crisis de este modo.
Covid o no Covid, esa es la cuestión
María Rosa Oña
Covid o no covid mediante, la cuestión es que ser artista, comer y pagar cuentas no van de la mano.
Son muy pocos los artistas que pueden vivir holgadamente con lo que hacen. Generalmente, se vive al día, y si se tuvo una buena zafra, se guarda y se aprende a vivir varios meses de ese dinero.
Eso es así siempre, pero si a esto le sumamos la cancelación de eventos, el cierre de bares, teatros y de todos los lugares donde generalmente laburamos, la situación se vuelve más que inviable.
Muchísimos, muchísimos artistas quedan fuera de la discusión cuando se habla de derechos laborales, la mayoría no tiene manera de sustentarse. Esta cuarentena deja ver lo poco preparados que estamos todos, no solo los artistas, para afrontar una situación de emergencia.
En una charla que tuve con otro amigo comediante, él me decía en broma: “vamos a abrir un colectivo para que nos donen plata para subsistir”. Y los dos nos reímos. La cuestión es que la realidad superó a nuestro chiste de ficción y fue el gobierno quien abrió el colectivo pidiendo aportes.
Esto demuestra algo para mí muy interesante: que nadie está preparado para una situación tan extrema y que siempre se ve al artista como el hippie que no sabe cuidar el dinero y vive de los demás, pero en esta ocasión, quienes nos gobiernan están tan preparados como la más pobre de las estatuas vivientes que trabajan por monedas en la Ciudad Vieja.
A los ojos de la gente, los artistas siempre son seres raros que viven del aire y que permanecen en el paisaje cotidiano porque sí. Hay también, una idea errada de que sos realmente bueno en lo que hacés si salís en la tele, en los diarios, o algo así. Pues no, eso es sólo un pensamiento basado en el existimo en el que vive la sociedad, en la idea equivocada de que lo más visto es siempre lo mejor. Por supuesto que hay grandes artistas muy famosos. Pero también hay grandes artistas conocidos y seguidos por grupos pequeños de personas, artistas que no llegan a fin de mes y que, si esto sigue así, no van a poder pagar las cuentas, porque además de plaga mundial, hay aumentos locales que no sabemos cómo vamos a afrontar.
Para no quedarnos de paro absoluto, los comediantes recurrimos, por ejemplo, a una transmisión de tres días seguidos con vivos de Instagram bajo el hashtag #ReiteEnCasa, no sólo para que la gente se divirtiera, que es para lo que trabajamos, sino también para darnos visibilidad entre todos, porque hay compañeros y compañeras que sólo viven de esto y se las están viendo feas.
Hay que quedarse en casa, no queda otra. Entonces vamos a tener tiempo para replantearnos muchas cosas. ¿De qué viven estos días los artistas? ¿Y los vendedores ambulantes? ¿Y los artesanos (que nunca caemos en la cuenta que también son artistas)? ¿Y las salas de teatro?
Parece que el Coronavirus no nos preocupaba mientras azotaba China, Italia, o cualquier otra parte de mundo. Tuvo que venir acá para que dijéramos: “¡¡Ay caramba!! ¡Qué preocupante!” Parece que nadie cuida al otro y sólo cuida su chacrita. Qué sé yo. Poco y nada entiendo a las personas, sólo sé que debemos cuidarnos entre todos y no sólo cuando hay una emergencia sanitaria. Hay que apoyar al otro siempre. No importa a qué se dedique.
En una de esas, ahora que todos estamos bastante embromados, cambiemos nuestra visión de las cosas, o, en una de esas no, y todo sigue funcionando tan mal como hasta ahora.
Una vez robe naranjas
Danilo Arbilla
El director de Voces de vez en cuando nos desafía con algún tema específico y nos deja una serie de interrogantes al vuelo y a piacere. Para esta vez fue: “¿Economía de guerra? y la eventualidad de que se planteara una cuarentena general y obligatoria”. Sus interrogantes: “¿Cómo se desarrollará la producción y distribución de alimentos? ¿Qué sucederá con las personas que no tengan recursos económicos por no trabajar? ¿No se vuelve imprescindible una cuarentena bancaria? ¿Se suspenderá el pago de alquileres como en Francia? ¿Habrá cortes de agua, teléfono o luz por el no pago de las facturas? ¿Hay que tarifar la canasta básica de alimentos? ¿Cómo se controla la reclusión de la gente? ¿Qué papel deben jugar las Fuerzas Armadas y la policía?”
Yo, confieso, no tengo la menor idea. Puedo ayudar muy poco y prefiero no complicar ni embarullar.
Creo que el presidente Lacalle Pou lo hace bien. Sin titubeos, pero con prudencia. Y sin alharacas: no se monta en helicópteros como el boludo de enfrente en su continuo esfuerzo por impactar y llamar la atención. No sé si para sentirse alguien o para tapar alguna otra cosa.
Estamos en un mundo, decía Umberto Eco, en que, a la gente, por su afán de notoriedad, no le importa pasar por imbécil, adúltero, cornudo o ladrón. Y la reputación, la buena, que se vaya al carajo.
La que vuelve a Argentina, digámoslo para complementar, es Florencia Kirchner, la hija de Néstor y Cristina, aquella a la que le encontraron entre 4 o 5 millones dólares en un cofre fort. Pesos más pesos menos, era un montón de plata y nunca trabajó. La justicia la procesó con prisión preventiva, pero ella se refugió en Cuba y no se presentó; faltó por enfermedad: estrés. Y ahora vuelve triunfadora de la mano de su madre. Con cirugía estética y todo. Igual que su madre.
La verdad, se cagan en la justicia, en la ley, la constitución y los argentinos.
Y no hay caceroleo.
Son otras épocas, pienso. Antes no era así.
Recuerdo que una vez fui preso por robar naranjas y el caso viene a cuento en estos tiempos de cuarentenas.
Fue en el año 1952, yo recién ingresado a 4to tenía 9 años. Era en turismo, creo; teníamos gente en casa. Había venido mi madrina de Montevideo que convenció a mis padres para que yo estudiara piano. Yo entusiasmado, pero mis viejos no tenían para pagar las clases. Ella dijo que se hacía cargo.
Fue un sábado. Mi hermano mayor, Carlos, a regañadientes aceptó que fuera con él y unos amigos de su edad. ”’Iban a dar una vuelta por el pueblo” y no había motivo para que yo no pudiera ir. Carlos sabía por qué.
El plan era robar naranjas en la quinta del viejo Isabelino Trías, al otro lado de la vía (y a dos cuadras de la plaza).
Los dos menores quedamos de campana, sentados en el banco frente a la policlínica.
¡Qué naco cuando se nos apareció el milico en la oscuridad!
Era uno nuevo, incluso días antes nos había quitado la pelota por jugar al futbol en la calle. En Casupá, que jugábamos hasta en el centro de la plaza antes que levantaran el obelisco. No era como los otros policías, que eran vecinos, los padres de nuestros amigos y compañeros de escuela.
Quedamos paralizados. Cuando los otros cuatro volvieron con el botín tocamos los seis para la comisaría. Habían “tomado” 62 naranjas, pero llegamos con 7. Se fueron perdiendo por el camino. Y recogidas por una decena de amigos que nos seguían curiosos y extrañados por lo que estaba pasando.
Instalados en la cuadra, tome conciencia de las circunstancias cuando llego el subcomisario, también nuevo para mejor, y los policías se cuadraron y uno dijo: le presentamos 6 detenidos señor, que estaban robando naranjas. Seis detenidos y 7 naranjas.
El Subcomisario tenía una voz chillona y aún me suenan sus chirridos. Dio la orden de que avisaran a los padres. Mierda.
El primero en llegar fue papá. Estaba jugando al truco en el club y le fueron a avisar; imagínense.
Llegó llorando: “Es la primera vez que piso una comisaría y es porque mis hijos han sido presos por ladrones”. Pobre viejo.
Qué escena, no la olvidaré jamás, aun hoy me aprieta el pecho.
De la comisaría a casa, esquivando la plaza y las luces. Directo a la cama y nos hicimos los dormidos de inmediato. Vinieron todas las tías y todas a opinar en contra. Que las parió. Un tío, Justo, veterano y querido, bajaba la pelota: “los muchachos tendrían sed”.
Fueron como tres meses de prisión domiciliaria impuesta por el viejo. Y adiós a Chopin y mis veleidades musicales. No nos dejó ni ir a jugar al futbol ese domingo y eso que hubo gestiones (no por mí, sino por mi hermano que era el que jugaba bien; y ciertamente yo no era Schiaffino).
Ese día nos mandó a juntar abono. Bosta de vaca y caballo. En un momento partí la de caballo y la olí. A la vista era como pasto seco y no olía mal.
Con los años la experiencia me fue útil, por lo menos para divertirme: fue cuando un importador de vinos nos convocó para una cata. Éramos un grupo de “entendidos” (así con comillas). En un momento dije que el bouquet de un Ribera del Duero me recordaba al olor de la bosta de caballo seca, la que, indiqué, tenía algo del aroma del pan recién horneado. Sorpresa y todo el mundo boca abajo (la gente en general no estila andar oliendo mierda de caballo).
Fue mi primera cuarentena y por robar naranjas. Me la impuso mi viejo al que perdí hace muchos años y al que recuerdo cada vez con más amor, respeto y admiración. De la actual todavía tengo poco para contar.
¿Economía de Guerra o Guerra Sanitaria?
Juan Rodríguez Puppo
El gobierno debate entre si -y con la sociedad- ante un dilema que se desarrolla transversalmente en cuanto país del orbe sufre la epidemia de Coronavirus. Priorizo ¿la salud de la población o la Economía?
Una tensión dialéctica con difícil síntesis. La teoría de la trazada corta se te asoma ante cada camino o solución que imagines. Para colmo de males estamos frente a una pandemia que enferma a la humanidad toda al unísono. Todos absolutamente todos necesitamos de las mismas cosas y tenemos similares carencias al mismo tiempo. Pocos nos pueden ayudar. Pocos saben cómo derrotar a este virus. Por tanto, pocos tienen una receta para ofrecerte. En Uruguay todo empezó muy mal y hasta de manera desproporcionada. El efecto “Carmela» fue un disparador inesperado. Al día de hoy no parecen haber buenas noticias para dar, pero tal vez la misma sea que el virus no ha desarrollado aún un esparcimiento de grado exponencial.
Me tranquiliza saber que cuento con un equipo de gobierno que “No cobra al grito”. Le pidieron y lo presionaron para imponer una cuarentena general obligatoria y decidió mantenerse -por ahora- con medidas ponderada que apuestan al compromiso social que a la “pesada» coercitiva. En un país donde mueren por día 40 personas por accidentes cardiovasculares y cáncer y nadie se escandaliza por eso ni pide caceroleos; parece prudente ir monitoreando la pandemia con medidas que exhortan más que con medidas que impongan penas o sanciones. Todos sabemos que el “día después” puede matar tanto o más que Coronavirus. Si no tenemos con qué alimentar estómagos desesperados de hambre, si no hay trabajo para nadie, etc. el Uruguay será caldo de cultivo y escenario ideal para recrear alguna serie distópica de zombies matando humanos y viceversa en las calles de nuestras ciudades. Una decisión de cuarentena general debe ser la última ratio. Donde se ha aplicado han tenido que decretar decenas de excepciones para sostenerla. Requiere de un estado cuasi militarizado y dispuesto a sancionar. Podría traer todo tipo de trastornos en abastecimientos, logística, transporte de funcionarios de salud, policiales etc.
Antes de tomar dicha medida hay unos cuantos escalones intermedios para sondear. Mientras tanto podemos ir monitoreando el avance del virus para horizontalizar la curva de crecimiento lo más que se pueda sin arriesgarlo todo. Por ahora veo bien parado al Presidente de la República y mostrando aplomo y sensibilidad al mismo tiempo. No es pa todos la bota e potro. Vaya si aplica esta añeja frase. Al coronavirus lo derrota sólo la inteligencia y la unidad de un pueblo convencido. Espero que este mensaje quede claro. Carroñeros y oportunistas de diestra y siniestra: ¡Abstenerse!
Una película de ficción
José Sena
Mientras le escribo estas líneas al querido amigo Alfredo un helicóptero está sobrevolando mi casa y desde el por un altavoz se le pide a la población que permanezca en sus hogares.
Lo escucho mientras me lavo las manos por décima vez desde que me levante. Hace dos horas.
Recibo en mi celular las entrevistas que pedí a una docena de personas, economistas, psicólogos, historiadores para el periodístico en TNU, ya no haré entrevistas presenciales.
Anoche mi hermano, que vive en Buenos Aires, me envió un video en plena Avenida Córdoba, corazón de Palermo, totalmente desierta, se podían ver las luces de los semáforos a cuatro cuadras de distancia. Lo más parecido a Apocalipsis Zombie versión río de la plata. Me lo grabó mientras paseaba a Ramón, su perro y la excusa perfecta para tomar un poco de aire en la ciudad de la furia.
Podría seguir poniendo ejemplos de esta realidad que supera ampliamente los guiones más audaces de la industria del entretenimiento.
Estamos en medio de una película de ficción actuando no siempre de la mejor manera, despertándonos a diario pensando que fue un mal sueño, que mis hijos van a poder abrazar a su abuela y que le voy a partir las costillas a Silvio, hermano de la vida cuando nos volvamos a encontrar. Perdóname García, no era el tema, pero tengo ganas de aflojar unos minutos.
COMO SEGUIMOS Y A DONDE VAMOS
Osvaldo Ferreyra
El mundo está hoy unido por el hilo de la pandemia. Como si todo el planeta se hubiera caído en Los Andes o con la incertidumbre de los mineros que se precipitaron en un profundísimo pozo en Copiapó al norte de Chile. La peripecia compartida, no con un pequeño grupo, con la humanidad toda. La vida nos cambió de un momento a otro, descubrimos que querían decir los Maestros budistas con la “Impermanencia”, cambia, todo cambia y nada es para siempre.
A los uruguayos nos falta experiencia en catástrofes, la última fue el colapso económico del 2002, hace apenas 18 años y parece que ya nos olvidamos; en ese entonces tuvimos que lamentar un mal de muchos: muertos, autoeliminados, empresas fundidas, condenados a la marginalidad, exilio económico, todo el país perjudicado. En aquel entonces se habló de hordas que bajaban del Cerro, ahora la amenaza vino de Carrasco. Esto puede resultar anecdótico, pero era lo previsible y no se supo evitar.
Estamos en una guerra contra el contagio, con un enemigo cuya especialidad es ser altamente contagioso. La primera línea de batalla son nuestros profesionales de la salud, la segunda es la conciencia ciudadana y el aislamiento social, cuando aplaudimos cada noche en parte el reconocimiento es para ambas líneas, lo sintetizamos en aplaudir a los Médicos.
Viendo el colapso en grandes potencias, esto seguramente se va a agravar y alguien va a tener que tomar medidas que restrinjan a la mínima expresión la circulación de personas y con ellas del virus. Para minimizar pérdidas humanas y en segundo lugar amortiguar las pérdidas económicas.
La producción tanto de alimentos como elementos de higiene y medicamentos no deberá parar, para eso deberá tomarse medidas sanitarias severas en los establecimientos o laboratorios de producción. Brindarle garantías sanitarias al trabajador, así como transporte. Producción también de servicios esenciales como UTE, OSE, ANCAP, ANTEL. Deberán garantizarse sin cortes mientras dure la pandemia para toda la población y al aparato productivo esencial.
La distribución con sistemas de reparto a domicilio, deliverys con protección sanitaria y con sistema de pagos con tarjeta para evitar uso de dinero por razones de higiene y de seguridad. En esta misma categoría de imprescindibles están los trabajadores de la salud ya que seguramente muera más gente de otras afecciones que de Covid19, por lo que deben funcionar los servicios de salud al máximo. Tampoco es suficiente con que funcione OSE si no hay sanitarios que arreglen un caño roto dentro de la casa o electricistas si se rompió la instalación doméstica. Así como estos muchos servicios más deberán seguir funcionando porque son vitales.
En la guerra lo esencial funciona, se cierra lo superfluo y lo que implique riesgos innecesarios.
¿Qué sucederá con las personas que no tengan recursos económicos por no trabajar? En esto en primera línea el Estado, mediante subsidios, seguros de desempleo y demás medidas que puedan o no ser reembolsables a plazo, también el sistema de canastas tarifadas y gratuitas para sectores en riesgo alimentario. Por su lado, quienes trabajan en tareas que puedan realizarse a distancia deberán permanecer activos, manteniéndose así servicios imprescindibles, entre otros del sector bancario, servicios de acompañamientos de ancianos y enfermos, hasta de compañías aseguradoras, profesionales universitarios de diferentes ramas, docentes trabajando a distancia, los artistas, que por streaming u otros medios informáticos nos pueden alimentar el alma.
Somos conscientes que aquí no hay distinciones, no hay religión ni Dios que nos exonere de vivir esta peripecia; tampoco ninguna ideología o sistema está exento del mal; ni siquiera el dios que mueve este mundo que es el dinero, puede asegurarte la salvación, nos infectamos hombres y mujeres por igual, no te podes salvar solo, en singular; nos salvamos pluralmente o no habrá salvación posible.
Apostemos con esperanza, que el día después de la pandemia, nazca un verdadero cambio cultural profundo y abarcativo en valores, de la sociedad global y de la nuestra. Soñémosla mientras cultivamos serenidad y afectos, cuidamos y nos cuidamos.
¿Gobernar sin política?
Celsa Puente y Mariana Chiquiar
Con un aire “canchero” y hasta con cierta alegría –inexplicable, por cierto, y lejana a la gravedad del país-, Luis Lacalle Pou transitó la conferencia de prensa el lunes 23 de marzo. Una conferencia que debería haber pasado a la historia porque se esperaba que en ella se expusieran decisiones relacionadas con el cuidado de la Salud Pública en un momento particularmente delicado. De acuerdo a las consideraciones del Sindicato Médico del Uruguay, de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva, de la Sociedad de Medicina Interna, de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, de la Sociedad de Infectología Clínica del Uruguay, de la Sociedad Uruguaya de Medicina Familiar y Comunitaria, de la Sociedad Uruguaya de Nefrología, de la Sociedad de Radiología e Imagenología, de la Sociedad Uruguaya de Neumología, deberíamos ingresar a un proceso de cuarentena obligatoria para evitar los contagios y eludir el colapso del sistema de salud. Sin embargo, esto no ocurrió, aunque es necesario reconocer que, aun así, la conferencia de prensa del Sr. Presidente trascenderá el instante, no por los motivos que esperábamos sino por los conceptos y apreciaciones vertidas allí.
En la misma, se plantea que Uruguay se encuentra en la semana más grave en relación a los contagios, sin embargo, con pose impostada el Presidente alude a la imposibilidad de tomar la decisión de la cuarentena obligatoria, y lo hace, dando preeminencia a las consecuencias económicas, simulando cierta especial sensibilidad por aquellos/as más vulnerados/as –aquellos/as a quien él no conoce- pero de los que habla incluso, como si le importaran. El tono de la voz adquiere casi un quiebre emotivo como en sus mejores momentos de campaña, una inflexión efectista que simula compasión para disfrazar la importancia que la economía tiene para nuestro jerarca máximo frente a un problema de Salud Pública de inmensas dimensiones.
Es cierto que es un gobierno reciente –lleva solo algo más de veinte días- y el Coronavirus se configura como un problema inédito, pero también es cierto que el gobierno existe para tomar decisiones en todas las circunstancias, – ejercer la autoridad- había dicho con énfasis durante la campaña Luis Lacalle Pou. Hay cierta incoherencia en su discurso que por un lado plantea empatía con quienes deben “parar la olla” y por otro propone un control de ferias para sacar a aquellos que no venden alimentos, como si los que tienen pequeños recintos de venta de objetos no alimentarios pudieran sobrevivir sin dificultades, sin el día a día de sus pequeños ingresos. Lo que de verdad es necesario, es tomar una medida que permita el ingreso seguro a cada familia de las más desfavorecidas, para cubrir las necesidades básicas mientras dure esta pandemia, como se ha hecho en la otra orilla del Plata
¿Le está proponiendo a las y los más vulnerados que elijan entre comer y contagiarse? ¿No es el gobierno el que debe regir la vida de la polis para proveer de condiciones de desarrollo, o al menos de subsistencia, de las y los ciudadanos?
Muchas interrogantes y unas pocas certezas, nada deseables. Una de ellas, la gestualidad que indica que está enemistado con el Ministro de Salud, situación por demás intranquilizante y la “yapa” sobre el final, cuando las consultas periodísticas quedan enmarcadas en un gesto patriarcal y la concepción estrecha de los feminicidios como daños colaterales del Coronavirus. Pero todo esto, sin duda, requerirá de otra columna.
Parece que el Presidente que se siente de acuerdo a sus propias palabras ejerciendo una “responsabilidad superior”, cree que no está “haciendo política, sino gobernando”. Una idea de gobernar que parece únicamente asociada a la de administración o gestión y que si fuera estudiante no le permitiría aprobar ni el primer curso de la carrera en Ciencia Política. ¿Será necesario recordar entonces que cada acto de la vida es un acto político y que la política está necesariamente teñida de ideología? ¿Cuál es entonces el tejido de sostén para la toma de decisiones?
Solo nos quedan preguntas sobre el futuro … ¿se decidirá el Presidente a “cuidar” a las y los ciudadanos en una coyuntura grave para la Salud Pública y aceptará hacer un gran acuerdo nacional todos juntos o simplemente seguirá de espaldas a la realidad con su pose ganadora?
UN NUEVO RENACER
Diego Durand
Es difícil poder definir con palabras la realidad de emergencia que nos conmueve a todos, en estos tiempos de aislamiento social. A escasos 12 días de haber asumido el Nuevo Gobierno irrumpe en nuestro país el Covid 19, el cual ya era una realidad mundial y que el Anterior Gobierno – junto con el pensar del uruguayo – seriamos el ombligo del mundo y nada nos pasaría. Este New Age referido a la era astrológica sería cuando el Sol pasa de un signo del zodiaco al siguiente (toro, cabra, etc) influye en los seres humanos. En estos tiempos nos invade el miedo y la incertidumbre del mañana, algo qué tal vez siempre tuvimos, pero corríamos tras el sistema, vaya a saber por qué razón. Hoy el mundo ha cambiado radicalmente, ya no existen los saludos ni la sociabilizacion humana, las economías están al rojo vivo y el mayor temor es no poder pronosticar la cura (salud y económica). Ese miedo no nos debe paralizar, sino que será el camino para pensar, reinventarnos, crecer, valorizar y encontrar en la creatividad la salida al problema. Si se dispone la cuarentena obligatoria con prision por desacato para quien la incumplen, sería llevar a prisión a posibles contaminados y de ésta manera desiminar el contagio. ¿Quiénes del sistema fiscal – judicial actuarían garantizarían las normas de bio-seguridad para estas situaciones? Se corre el riesgo inminente de aumentar el contagio e incluso extenderlo a los que van a prisión por delitos comunes que se encuentran en los carcelajes de Fiscalía. Los que se alzan con la defensa social de los más débiles, ¿están pensando responsablemente que la cuarentena obligatoria en éstos términos económicos es la solución? Que puede agudizar aún más la crisis. ¿Está probado que las cuarentenas obligatorias como la de Argentina o Perú son la solución? ¿Qué se prioriza, la salud o la economía? Sin economía no tendremos forma de subsidiar la salud. Desde el sector Financiero se resiste la medida de cuarentena obligatoria y desde el Sector de la Salud se reclama el aislamiento obligatorio (similares a las medidas prontas de seguridad).
A ello se pliegan los sindicatos que marca necesidades de los más necesitados, los mismos necesitados que hace 2 semanas antes no alzaban las voces.
En estos días podemos ver a los egoístas o quienes piensan que somos semi dioses, que aprovechan situaciones para hacer leña del árbol caído, demostrando la bajeza más grande de los humanos, no respetando la exhortación del gobierno, organizando asados y reuniones sociales, éstas personas no entendieron nada y están debilitando los esfuerzos de quien, pese a sus necesidades económicas, se quedan en sus casas. A mayores esfuerzos personales, mayor control del contagio, mayor preservación de la economía y mayor preservación de insumos de salud para proteger a las personas que tienen mayor riesgo de consecuencias negativas. En este momento el Uruguay necesita de todos y del mayor esfuerzo personal posible (no ser egoístas), luego ésta situación será salvada por las empresas y por los ciudadanos solidarios pese a los “contra” y los que nada les conforma. Al Gobierno le toca Gobernar y no hacer de ésta catástrofe una oportunidad política. En estos tiempos, la adversidad te torna mejor persona, mucha empatía y solidaridad.
Cuando una pandemia obliga a cambiar la cultura política para no sucumbir
Eduardo Gudynas
Estamos enfrentando una crisis de nuevo tipo. Eso lo sabemos, pero lo que no siempre se asume es la apabullante circunstancia de su avance en múltiples flancos al mismo tiempo: es planetaria, su propagación es vertiginosa, y sus consecuencias invaden muchas dimensiones, que por ejemplo van desde la sanitaria a la económica, de la moral a la política, con impactos en todas ellas simultáneamente.
Nunca antes el país se había enfrentado a algo así. Entonces es inevitable preguntarse si la cultura política uruguaya, ese talante de ser conservadores y autonomistas al mismo tiempo, de los ritmos cansinos, y que fue útil en el pasado, sigue siendo apropiada ante este nuevo desafío.
La ansiedad con saber el número de contagios diarios hace que muchas veces se pierda de vista que esa uruguayidad está jaqueada. La pandemia tendrá impactos económicos severos que a su vez están enmarcados en problemas globales muy serios, como la caída de los precios de las materias primas, su creciente volatilidad o el desplome de capitales de inversión. Uruguay no controla ninguna de esas dinámicas. Es en ese contexto que se insertará el paulatino apagado nacional, y por ello se deben evitar eufemismos y reconocer que las consecuencias serán, en realidad, brutales.
A su vez, el derrumbe de la economía no podrá ser resuelto únicamente con herramientas de la economía convencional. Las respuestas del gobierno, como flexibilizar tributos o brindar préstamos blandos a las empresas, no alcanzarán a los que ya estaban en la informalidad, por ejemplo, y menos a los que se rebuscan en el día a día.
Muchas respuestas deben buscarse en otros ámbitos, y ya se debería estar pensando cómo asegurar el acceso a alimentos, sanidad y servicios básicos. Esto no se resuelve con instrumentos de asistencia económica al viejo estilo, y es una incógnita si el gobierno, la oposición y unos cuantos sectores sociales, entienden esto.
Es que nuestra cultura política, que tiene sus raíces a inicios del siglo XX, y se reconfiguró y fortaleció desde fines de los años 80, tiene atributos positivos, pero otros son negativos. Ha derivado hacia posturas individualistas, liberales, aunque también republicanas, y cada vez más ensimismadas en disputas por los excedentes económicos (como las que oponen corporaciones empresariales al gobierno) o en usar compensaciones económicas (como ha hecho el MIDES por años). Las discusiones de fondo sobre cómo organizar la producción y el comercio o los sentidos de la justicia, no es que desaparecieran, sino que fueron relegadas.
El actual gobierno de Lacalle Pou como está mucho más cerca de un individualismo liberal no está muy bien equipado para instalar alternativas más profundas en esas otras dimensiones. El síntoma más claro es la falta de liderazgo que por ahora muestra el nuevo ministro de desarrollo social (viene de una escuela donde prevalece el sentido de caridad sobre el de justicia). Esto no quiere decir que si la pandemia hubiese estallado en el tramo final del gobierno Vázquez lo hubiesen hecho mejor; por el contrario, dada la edad y el ánimo de aquel equipo, son válidas todas las dudas sobre si hubiesen tenido la energía para enfrentar la crisis, y ellos también, a su modo, operaban en esa misma lógica.
Pero esa uruguayidad está tan arraigada que se repite en otros actores, como ocurrió con la confusa convocatoria a cacerolear del PIT CNT. Se aclaró que no era una protesta sino un reclamo de medidas más enérgicas, como un ingreso mínimo ciudadano transitorio. Es una idea muy potente, pero lo que más llama la atención es que si realmente se quiere resolver la urgencia social la primera medida ya está al alcance de la mano, y es la cancelación del contrato con UPM.
Uruguay está obligado a enormes aportes financieros para una planta que generará muy poco empleo, y su justificación, basada en la vieja lógica de la calificación del riesgo país, saltó por los aires con los primeros estornudos con coronavirus. Todo ese dinero podría utilizarse en crear empleo genuino, en atender la urgencia social, e incluso en un ingreso mínimo ciudadano. Pero casi todos están tan metidos en la convencionalidad de la uruguayidad que no se animan a pensar o defender la alternativa.
Lo mismo se repite con otro atributo nacional: la marcha cansina. No se entiende que esta crisis avanza vertiginosamente, y mientras aquí se dan los primeros pasos para armar un plan que después llevaría a comprar más respiradores, desde ayer sabemos que en el mercado mundial ya casi no se los venden porque los países que los manufacturan se los guardan, u otros reaccionaron antes y ya los encargaron.
Para agravar la situación, muchos medios parecen estar más que desorientados. Se entretienen reproduciendo nimiedades, como por ejemplo el informativo televisivo en horario central donde la locutora presenta una entrevista a un “trascender coacher” que recomienda abordar la crisis respirando profundo o gritando.
Si se sigue dentro de la uruguayidad del liberalismo individualista cansino no se enfrentará con éxito la pandemia. Los viejos modos de pensar y reaccionar están caducando ante nuestros ojos, y se requiere otra actitud. Esto es un desafío que necesariamente debe ser abordado antes que sea demasiado tarde, y el primer paso es reconocer que deberá cambiar nuestra cultura política.
Crisis sanitaria, económica, social y afortunadamente, ideológica
Roberto Elissalde
Hasta hoy los informativos no se han cansado de contarnos cómo debemos lavarnos las manos. Otros actores, como el PIT-CNT, tratan de ponerse al frente de un malestar de mil cabezas, con cacerolazos contrapuestos con himnos, con elogios y críticas, para conducir una resistencia que evite que el peso de la futura crisis económica caiga sobre los más desvalidos.
Pero todavía hay pocos analistas que dediquen un tiempo a imaginar con qué sociedad quedaremos después de esto. “Es peor que en el 2002. En aquella crisis podías vender todo e irte a España. Hoy sería peligroso e inútil”, me dijo un amigo. Eso quiere decir que la crisis de salud traerá una crisis económica que a su vez dejará una persistente crisis social. Y esta tendrá consecuencias ideológicas positivas y negativas.
La disyuntiva entre “la salud es lo principal” y “no hay que apagar los motores de la economía” es muy difícil de resolver. En realidad, da lástima ver a un gobierno endeble, sin experiencia y con una columna populista dispuesta a crecer comiendo desde adentro, que tiene que hacerse cargo de la peste más atroz en un siglo. ¿Qué hacer? ¿Permitir que los motores de la economía se mantengan funcionando a un mínimo, para evitar una catástrofe económica que va a afectar la calidad de vida por muchos años o priorizar los consejos médicos y encerrarnos todos durante el tiempo que sea necesario?
Importa tener claro que nunca se apagan los motores: siempre hay alguien que mantiene el flujo de agua, la electricidad, el sistema de salud, la logística de alimentos, las tareas del campo… Pero si el capital no circula, se rompen las cadenas de pago y los eslabones más débiles empiezan a saltar por los aires. No es fácil la toma de decisiones para Azucena Arbeleche e Isaac Alfie. Si paralizan el país para priorizar la salud, quizás tengan que lamentar después otras pérdidas.
La crisis social vendrá no solo de lo sanitario y lo económico. Las sospechas sobre los infectados, los intentos de estigmatización y el miedo al otro son más probables que la solidaridad que algunos compañeros de izquierda quieren promover. (Hay que decir que también hay una forma de solidaridad de derecha, que intentó ser puesta en marcha a través de colectas con cuentas en el Brou. Pero la solidaridad de izquierda implica ayudar, poner el cuerpo y estar con los sectores más vulnerables.)
Las consecuencias ideológicas son más impredecibles, pero hay algunas evidentes: el mercado no hará nada por nosotros. Sólo un Estado fuerte y eficiente será capaz de evitar el caos, distribuyendo ayuda, alentando iniciativas solidarias, aliviando tensiones. El discurso neoliberal no incluye otra cosa que la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias. Incluso este gobierno tendrá que reconocer que tener un Estado con recursos, con empresas públicas actuando en los campos estratégicos de la actividad, es el único seguro al que podemos apelar para que la gente, enferma o no, salga a la calle en estampidas para conseguir el alimento diario.
El dilema entre la vida y la vida.
Eric Alvez
El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) como una pandemia, es decir una enfermedad epidémica que abarca muchos países. Dos días después, el Ministerio de Salud Pública (MSP) confirmó que en Uruguay existían cuatro casos de personas contagiadas con COVID-19. Dada la alarma mundial, el gran número de infectados y personas fallecidas, además de la alta tasa de contagio del mismo, sólo correspondía extremar las medidas de política sanitaria debido al riesgo de propagación del virus. Cabe mencionar allí dos aciertos del recién estrenado gobierno. En primer lugar, las medidas para la educación pública y privada, en segundo lugar, la declaración de emergencia sanitaria que implicaba suspensión de espectáculos públicos y cierre parcial de fronteras.
A medida que se detectaron nuevos casos, se exhortó al aislamiento social, lo que trajo como consecuencia la paralización de varios sectores de la economía. En este sentido, uno supondría que se tomarían medidas de contingencia económica para los desastres que podría causar una situación como esta para muchas economías familiares, cosa que lamentablemente no se ha visto con claridad. Podría detenerme en relatar la serie de acontecimientos políticos – sanitarios diarios de la última semana, cosa que no sería de gran aporte. Sí me parece importante mencionar algunas que desarrollo en los siguientes párrafos.
Estamos ante un momento socio- histórico bastante particular, existe un riesgo sanitario enorme pero también una inevitable crisis social y económica, nacional y mundial. Que las autoridades lo encaren desde una perspectiva exclusivamente biologicista puede profundizar esta crisis. Las políticas que se han anunciado desde el gobierno nacional son unas tímidas medidas para empresarios, la flexibilización del seguro de paro para algunas áreas afectadas y una partida especial al Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) para alimentación. Sin embargo, hay decenas de miles de trabajadores y trabajadoras que dada la situación sanitaria ven afectadas sus economías familiares y no están encontrando respuestas. Al 23 de marzo el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) había recibido más de 40.000 solicitudes de seguro de paro. Volviendo al riesgo de la perspectiva biologicista, creo que es necesario que el gobierno brinde señales claras acerca de que entiende que en esta situación de crisis social también está en juego la vida, y aunque no estemos infectados, el virus ya afectó a la vida de mucha gente. La salud también está en riesgo cuando no hay para comer. A la vista la reaparición de ollas populares en algunos barrios.
No me voy a meter en si es necesario declarar cuarentena obligatoria porque creo que no es una medida sencilla, por todo lo antes mencionado creo que hay un dilema entre la vida y la vida que no es sencillo. Lo que no debería ocurrir es que haya funcionarios policiales patrullando tierra y aire como si efectivamente la hubieran decretado. Es necesario que el gobierno explicite cuál es el protocolo de actuación policial para esta situación singular y novedosa. Los riesgos de excesos policiales son muchos. Tampoco se han tenido respuestas para situaciones de violencia en el hogar y de género. No hay señales claras y cuando las reglas no son claras hay inseguridad en la población. La aparición del virus no reseteó las estructuras vinculares ni la convivencia.
Por todo esto, necesitamos un estado presente. Sin embargo, lo que vemos diariamente, en las diferentes conferencias de prensa, es un Presidente de la República ausente o presente y ofuscado. Mensajes poco claros o contradictorios acerca de lo que implica el “aislamiento social”, falta de señales y respuestas para la gran mayoría de trabajadores y trabajadoras y la necesidad de dejar claro que no se está haciendo política. Confundir política con política partidaria es un error común, pero que lo haga el Presidente de la República es un disparate.
El gobierno de coalición liderado por el Dr. Luis Lacalle Pou ha tenido que lidiar con un problema que no tenía en agenda, justo es decirlo. Esto también implicó redireccionar su rumbo y la agenda planteada. Lo que no parece estar tan claro es si este dilema entre la vida y la vida les hizo repensar si este es el momento de reforzar su identidad como gobierno o si la coyuntura indica que su desvelo tiene que estar del lado de las grandes mayorías. En su texto “Microfísica del Poder” de 1980, Michel Foucault plantea que “lo que se encuentra al comienzo histórico de las cosas, no es la identidad aún preservada de su origen —es la discordia de las otras cosas, es el disparate”. Esperemos, por el bien de todos y todas, que no se naturalice el disparate.
Debemos repensar el mundo
Ruben Elías
1.- Más temprano que tarde el Covid-19 será controlado. Eso nos obliga a analizar la expansión de la epidemia y sus consecuencias. Asumamos que vivimos en un mundo convulsionado y globalizado.
2.- No hay un enfrentamiento entre dos potencias. EEUU quiere recuperar e imponer su hegemonía global contra los estados que lo desafían o que se resisten, que son un grupo heterogéneo. Las alternativas son un mundo unipolar o multipolar.
3.- Trump impulsa una restauración conservadora y supremacísta (el destino manifiesto) y en lo económico receta el neoliberalismo y protege los intereses de EEUU. Con ese bagaje fundamenta lo que hace y esconde los objetivos geoestratégicos y económicos que persigue y que no siempre alcanza.
4.- La expansión del virus Covid-19 causó una pandemia que debilitó a todos los estados. La crisis sanitaria va a pasar, pero no así la crisis de la economía mundial con consecuencias imprevisibles.
5.- Algunos analistas preveían que el Covid-19, provocaría consecuencias desbastadoras en China y otros lugares. Sin embargo, China enfrentó y superó la crisis sanitaria, y estará entre los primeros países en proveer una vacuna. Hoy, a China y Cuba, varios países le solicitan misiones médicas para enfrentar al Covid-19.
6.- El capitalismo global tiene crisis periódicas. Las tuvo en el siglo pasado y en la primera década de éste siglo. Los últimos años muestran una desaceleración de la economía que conduce a una recesión. Sabemos para donde vamos, pero no como vamos. La pandemia establece como prioridad la emergencia sanitaria. Algunos sueñan con la “restauración” de la matriz existente.
7.- En nuestro continente, los países obsecuentes con EEUU son humanitarios sólo con sus aliados. Así vemos que continúa el bloqueo inhumano a Cuba y Venezuela y se le niegan recursos financieros para enfrentar el Covid-19. Al club de obsecuentes pertenece Uruguay. Las anteojeras “ideológicas” impiden utilizar el Interferón alfa 2B por ser cubano, así como solicitarle una misión médica.
8.- Creemos que el gobierno uruguayo y los miembros del club antes citado, solo piensan en restaurar la matriz productiva anterior y con las mismas relaciones sociales de producción. Por lo tanto, defienden y priorizan a los grandes empresarios y a las transnacionales. La pandemia ha suspendido la ofensiva del capital contra los trabajadores, pero está en la LUC, hoy encajonada. Debemos pensar en el futuro de las grandes mayorías.
9.- El principal conflicto no es nuevo. Por un lado, una minoría conservadora que defiende el “status quo” y sus privilegios. Por otro, aquellos que impulsan las transformaciones necesarias, en defensa de los intereses y derechos de las mayorías.
10.- Expertos internacionales consideran que cuando finalice la emergencia sanitaria, estaremos más endeudados, con términos de intercambio más desfavorables y con aumentos importantes del desempleo y la pobreza. Los conflictos y la inestabilidad son inevitables. El mundo ya no será como era debemos repensar el mundo.
Juntos Podemos
Celina McCall
El título se refiere al hashtag que propuso un grupo de jóvenes en Twitter para contrarrestar el cacerolazo programado por el PIT-CNT, FEUU, FUCVAN, ONAJPU, Ovejas Negras y la Intersocial Feminista para exigir “medidas urgentes para la salud y bienestar de nuestro pueblo” en fase de la crisis que se sufre por el Coronavirus. Espero que recapaciten y no se cumpla. Cuando lean esto ya se sabrá, y la repercusión que tuvo; imposible de prever a la hora de escribir esta nota.
Si para algo ha servido esta crisis es para separar la paja del trigo. Las dificultades siempre nos muestran quiénes son los héroes y desnudan a los miserables. Como escribió recientemente Yuval Noah Harari, de esta situación se sale con confianza, que aún no existe, y hay que empezar a construir. “De esta tormenta se sale, pero las opciones que hacemos ahora pueden cambiar nuestro futuro para siempre. Cuando pase, la mayoría estará vivo, pero vamos a vivir en un mundo diferente al que estábamos acostumbrados” – escribió.
Sabemos entonces quién construye y quién destruye esa confianza, tan necesaria para reconstruir lo que el presidente Macron denominó la posguerra. Porque estamos en guerra contra un enemigo que nunca imaginamos. Nuestro gobierno no ha podido siquiera calentar la silla, tuvo que prender los motores y ponerse a correr una carrera inesperada y difícil con la cual no contaba.
Todos sabemos cómo recibieron el país de manos del gobierno saliente. ¡No nos engañemos! Economía estancada, déficit histórico, desempleo por las nubes y 400 mil uruguayos dependientes de la tarjeta social del Mides, conforme aprendimos en estos días.
Las evidencias hoy disponibles indican que la letalidad del Covid-19 puede ser del 1% o aún más baja. Así, el epidemiólogo de Stanford, John Ioannidis, probó que “paralizar el mundo con las implicaciones financieras y sociales potencialmente tremendas que acarrea, puede ser totalmente irracional”.
Por suerte nuestro presidente ha escuchado esas voces y no a las que piden una paralización total de actividades, que es algo irreal y casi imposible de realizar. Y lo dice con firmeza, inspirando confianza en que hay gente en el gobierno que sabe hacia dónde quiere ir y hace lo que tiene que hacer. Hasta hoy hay 40 mil nuevos envíos al seguro de paro – ¿hasta qué punto lo podremos bancar?
Como dice el Presidente Lacalle, hasta el 13 de abril tendremos que dejar todo en la cancha. Gobierno y ciudadanos. Estoy convencida que saldremos mejor de esta crisis. Mejores personas y, por ende, mejor país. Juntos podremos, juntos lo haremos. Para salir a flote, todos tenemos que remar para el mismo lado.
Implicará un gran sacrificio de futuro
Max Sapolinski
Las crisis desnudan lo mejor y lo peor de las personas. Nuevamente estamos enfrentados a una de ella. Distinta a las anteriores que tenían su causa en avatares económico-financieros.
El grueso de la población de Uruguay tiene antecedentes en responder a las crisis con estoicismo y una hidalguía que se constituyó en un factor esencial para poder enfrentarlas. Tal fue lo sucedido a inicios de este siglo. Esta característica se vuelve más distintiva si la comparamos con las conductas de poblaciones de otros países.
Todo lo antedicho viene a cuento por un clamor generado en algunos ámbitos (que creo yo minoritarios) que procuran establecer la cuarentena general en contraposición a las medidas que han ido adoptando las autoridades de gobierno.
Este posicionamiento, que pareciera más propenso a la búsqueda de cuestionables réditos políticos, afán de protagonismo o simplemente liviandad en la elaboración de propuestas, es claramente carente de base objetiva. Y lo que es peor aún, impracticable por la vía de los hechos. Salvo que sus promotores auspicien soluciones como la instalación de “Medidas Prontas de Seguridad”, instrumento seguramente nada deseable de aplicar en las actuales circunstancias.
Pero más allá de la forma jurídica a aplicar, cualquier decisión en dicho sentido es impracticable para lograr mantener aún con los cuidados correspondientes un mínimo nivel de actividad que no termine alterando definitivamente una civilizada convivencia, aun manteniendo las recomendaciones sobre un mayor aislamiento social.
¿Podría Uruguay abastecer de alimentos y artículos de primera necesidad a toda la población en un ámbito de cuarentena general por un período de tiempo que vaya más allá de unos pocos días? ¿Podría tomarse acciones punitivas contra alguna persona que salga de su casa en procura de acceder a alguna necesidad? Si se empiezan a enumerar excepciones, como es el caso de algún país vecino, la cuarentena general deja de serlo y todo quedó en un slogan vacío.
Claramente quienes muy suelto de cuerpo claman por la cuarentena general no tienen una visión de la responsabilidad global que implica dirigir los destinos de la sociedad. Probablemente están sesgados por una visión personalizada o sectorizada de la realidad.
Las autoridades públicas han demostrado una solvencia y una empatía particular para afrontar una situación a escasos días de haber asumido y sin que pudieran siquiera conocer en profundidad los organismos que les toca dirigir. Las contribuciones que todos los días se vienen anunciando van en consonancia con la preocupación social que la hora demanda. Implicará un gran sacrificio de futuro, pero la obligación primigenia es velar por la salud de los ciudadanos con criterios de estadistas dejando de lado voluntarismo y actitudes demagógicas.
No sabemos las consecuencias
Gonzalo Maciel
Cuarentena obligatoria si, cuarentena obligatoria no, a eso pretenden reducir la discusión de un tema complejo. Obviamente no estoy capacitado para definir por sí o por no.
Es más que obvio que el gobierno tiene entre las medidas que podría tomar o no, la cuarentena obligatoria.
Por qué no se puede pedir al grito la misma, como lo han hecho varios actores, algunos de forma irresponsable y miserable, esa es la pregunta que nos debemos hacer.
Claro que uno de los motivos es económico, pero para asombro de muchos, esos motivos económicos traerán a corto, mediano y largo plazo consecuencias sociales, por lo que esta medida o se toma como última medida o se toma gradualmente.
Otros aspectos a tener en cuenta para no andar haciéndole caso a la tribuna, como llegaran a sus puestos todo el personal de la salud-medico, enfermeros, auxiliares de servicio, administrativos y técnicos-.
Como llegarán y quienes podrán asistir a sus puestos en supermercados, fábricas de alimentos y distribuidoras de los mismos. Como llegaran a sus puestos en laboratorios, farmacias y distribuidoras. Quienes y como repartirán el almuerzo a miles de escolares. Quienes y como asistirán a los supermercados a comprar víveres. Quienes y como llevaran víveres a los mayores de 60 años. Como y quienes llevarán alimentos y canastas a los que la necesiten y a los merenderos, quienes atenderán esos merenderos. Bajo qué régimen legal se decretará la cuarentena obligatoria, quienes controlaran que se cumpla, FFAA y Policía. Cuando, bajo que cargos y a donde será conducida una persona que este violando la cuarentena. Como asistirán a los que queden sin su ingreso diario. Todas situaciones, que den por seguro, se están planificando, por si llegado el caso hay que aplicar esta medida drástica. No sabemos cuánto va durar, no sabemos las consecuencias socioeconómicas que vamos a tener y su real dimensión, pero lo que sí sabemos es que salimos todos juntos, que debemos dejar de lado los intereses partidarios y nuestras mezquindades para ponerle el hombro al país e intentar salir de esta lo mejor posible y que nadie se quede por el camino. No hay espacio para los miserables.
¡Como si ajustar fuera el problema!
Rodrigo da Oliveira
Será la economía, indudablemente. Será el sostener la economía funcionando la que permitirá salir de este pandemonium, bienvenida la palabra. En el mundo entero los golpes a la cuestión van siendo tremendos, tal vez los países menos golpeados hayan sido Corea del Sur y Singapur. Oh casualidad, ambas con recomendaciones de distanciamiento social pero no de aislamiento, sin restricciones de ingreso o salida al territorio, aunque sí con una generalización de pesquisas y test a gran parte de la población y seguimiento intensivo de la misma que fuera afectada. Un detalle a tener en cuenta es que los dos países (sobretodo Corea) tuvieron en 2015 una epidemia de coronavirus, aunque de otra cepa. Mucho sufrieron las consecuencias de la misma, hubo poca transparencia por parte de los gobiernos de la época y casi no tuvieron preparación sanitaria para enfrentar esa coyuntura. Bien diferente fue el caso actual, otro el gobierno y distinto el enfoque. No se congeló la actividad económica ni se restringió el funcionamiento de los trabajos, más allá del distanciamiento social antedicho. Medidas en cuanto a la aglomeración de personas, en el servicio de transporte, en las precauciones obligatorias a ser aplicadas por todos (como el caso de la utilización de mascarillas por parte de toda la población circulante o en contacto con infectados) y la mencionada realización a nivel general de los test fueron las medidas fuerza que se han aplicado a rajatabla. Los bienes a preservar fueron la salud y la economía, en partes iguales.
Intentamos predecir cuán fuerte va a ser la caída en la actividad en nuestro país. Algunas señales ya lo están mostrando, diversos sectores vinculados al turismo, los servicios y las actividades que congregan personas tales como eventos, fiestas, locales de comidas, etc., han sido los primeros en caer bajo el peso de las restricciones adoptadas por el gobierno, que apenas asumir se encontró con un convidado de piedra que no vio venir, así como tampoco la administración saliente. Miles de cuentapropistas quedaron de pronto sin ingresos y de un día para el otro. Van desde microempresarios hasta docentes, pasando por vendedores al menudeo y mil rubros más que día tras día salían a generar los dineros para subsistir ellos y sus familias. Se mantienen en funcionamiento los productores de alimentos, parte de los sistemas de distribución de los mismos, la salud en su totalidad y los diversos sectores que forman el estado, con algunas pocas excepciones. Se acaba de informar la salida de la actividad laboral mediante régimen de seguro de enfermedad a las personas mayores de 65 años, como forma de llevar a cuarentena a ese grupo de riesgo, dependientes o patrones. La prohibición de salida del país con fines turísticos es otra de las medidas adoptadas. La búsqueda es la de minimizar la actividad de las personas en situación de riesgo, liberar en la medida de lo posible y en el menor tiempo que se pueda alcanzar al resto de la población, a fin de dinamizar en lo que quepa la economía. Sin ella funcionando no será posible, a hoy, sostener la cadena de pagos tal como venía funcionando. El doble juego se basa también en ganarle a la llegada de los primeros fríos, que vienen demorados, como herramienta que permita ganar tiempo antes de que las gripes estacionales y sus complejidades empeoren el panorama. La disyuntiva es si tomar medidas que aun pareciendo convenientes como han sido las asumidas por El Salvador, Canadá o Francia, pongan aún más en jaque los ya temblorosos números heredados de la pasada administración y agravados por la caída económica o si permitir que el empuje al alza ya percibida en países como la misma China y aprovechada por nuestro sector primario alcancen para paliar y dinamizar rápidamente el mercado.
No hay una única receta, no habrá una única solución.
Muchos deberán ser asistidos puesto que no les llegará tal envíon supuesto, al menos no con la celeridad que requiere la alimentación cotidiana de miles de personas en nuestro país.
El gobierno aún cuenta con una gran carta de crédito para lograr acuerdos no impuestos entre los sectores público y privado, que permitan aligerar las cargas de costos fijos y cuotas de vencimiento inmediato, deberá recurrir a ella, puesto que ningún esfuerzo unilateral será suficiente, ni un deterioro aún mayor de los números será conveniente para nadie, público o privado. El gobierno hará sus deberes y una gran parte del empresariado productivo y financiero nacional se plegará. Es una carrera contra el tiempo, en la cual ganaremos todos si elevamos la mira o perderemos todos, sin excepciones.
Cómo enfrentamos la catástrofe en ciernes
Lucía Siola
La expansión del Coronavirus ha trastocado sin lugar a dudas la vida de todo el planeta, generando una crisis social y económica sin precedentes en el capitalismo contemporáneo. Muchos expertos del campo de la biología y la medicina hacen referencia a que el virus por su virulencia y su alto grado de contagio, presenta altas tasas de morbilidad (en personas mayores a 65 años y pacientes con otras patologías previas), y ubican para nuestro país el último antecedente de una epidemia de estas características en 1918 con la expansión de la gripe española. De alguna forma, la situación que viven España e Italia con centenares de muertos por día y miles contagiados, confirman el potencial de catástrofe para América Latina.
En el continente, nuestro país lidera la tasa de contagio per cápita en América Latina a pesar de que una gran parte de la población se encuentra en cuarentena hace 10 días. El gobierno multicolor fiel representante del empresariado y los terratenientes es contrario a que se paralice la producción, y se niega a garantizar los ingresos a decenas de personas que viven al día y que necesitan por tanto trabajar, arriesgando así la vida de miles de trabajadores al contagio. La política del gobierno frente a la pandemia es de absoluta desidia y desprecio por la vida de la población trabajadora. El método que han utilizado es el de la más completa improvisación, más preocupados por no aumentar el déficit fiscal y desenvolver el ajuste que por frenar la expansión del virus, como lo muestra el aumento de tarifas vigente. En oposición a esta orientación, se ha colocado en el debate público la necesidad de la cuarentena obligatoria, impulsada por el Sindicato Médico, respaldada por el Frente Amplio en la figura de Tabaré Vázquez y acicateada por la indignación que generó en el país la actitud de la empresaria de la moda Carmela Hontou que prácticamente se dedicó a esparcir el virus por toda la capital.
De este modo, los partidos del régimen han colocado el eje de discusión para la resolución de la pandemia en la efectividad de la cuarentena para bajar la curva de contagio. Generando una especie de histeria colectiva que señala, responsabiliza y pide mano dura contra la población “egoísta, irresponsable e individualista que desoye las normas de quedarse en casa y sale a pasear”. Ninguno quiere hacerse responsable de la realidad que ha desnudado la pandemia, los miles de trabajadoras precarizados, cuentapropistas y que viven al día, en viviendas precarias, en los barrios pobres de Montevideo y de todo el país, a los que ahora se le suman los despedidos y los más de 50 mil envíos al seguro de paro. Tampoco quieren hacerse responsables de las condiciones de precariedad en la que se encuentra la salud pública y la falta de inversión a la que la han sometido durante décadas en beneficio del lucro privado.
Tiene que quedar bien claro, ninguna cuarentena general es posible si el Estado no garantiza las condiciones mínimas de subsistencia de los trabajadores. La cuarentena no tiene ninguna utilidad, si junto a ella no se realiza una fuerte inversión en la salud pública, en la compra de insumos, camas e instrumentos necesarios para la prevención y atención, al mismo tiempo que se centralizan los recursos disponibles para hacer frente a la pandemia. En este sentido un punto clave para frenar la pandemia, lo constituye la utilización masiva de test para identificar quiénes están infectados antes de que presenten síntomas y así proceder al aislamiento.
¿Cómo enfrentamos la catástrofe que nos amenaza? Tres palabras: control, planificación y centralización. Para evitar ir por el mismo derrotero que los países europeos, es necesario re organizar la economía. Se requiere centralizar los recursos y redirigirlos. La primera medida es la moratoria o no pago de la deuda interna y externa, lo que liberará recursos para una política económica que no esté subordinada a los superávits financiero y reservas internacionales. La segunda es terminar con los subsidios e incrementar los impuestos a los grandes capitalistas que tienen mucha “espalda”. La tercera es garantizar el control del mercado de capitales, el comercio exterior y nacionalizar la banca. Cuarta: hacer uso de las reservas del Banco Central (7000 mil millones dólares de libre disponibilidad).
El objetivo de estas medidas es centralizar recursos de la sociedad para la construcción inmediata de hospitales, compra de los kits de prueba del coronavirus para realizar test masivos; garantizar un subsidio (o renta) a los trabajadores y pequeños comerciantes golpeados por la crisis, y otorgar los recursos necesarios para la distribución de insumos de desinfección y prevención. Esta política debe ir acompañada por la centralización de la salud pública y privada para ponerla bajo la dirección del estado con control de los trabajadores y el impulso de un programa que contemple la jornada de seis horas en la salud, contratación de enfermeras, médicos y técnicos para cubrir los nuevos turnos de trabajo. Para proteger a los trabajadores: prohibir los despidos y un seguro de paro que cubra el 100% del salario.
La pandemia ha dejado en evidencia quienes son el verdadero motor de la economía y los verdaderos productores de bienes y servicios; los trabajadores y las trabajadoras. En este sentido, debemos ser claros, de esta catástrofe sin precedentes sólo se saldrá positivamente de la mano de la acción colectiva y planificada de la clase obrera, que es la única capaz de organizar a la sociedad priorizando la defensa de la vida.
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