Qué bueno que existan las interpelaciones a los ministros en el parlamento.
Que genial llamar a sala a la “reencarnación femenina” del neoliberalismo.
Cuantas preguntas y cuestionamientos hay para hacerle a Azucena Arbeleche.
¿Por qué se macheteó tanto con el gasto social en plena pandemia sanitaria?
¿Por qué se generaron solamente quince mil puestos de jornales solidarios?
¿Por qué no se puso el impuesto Covid a los sueldos privados altos?
¿Qué cantidad de empleos están generando los famosos malla oro?
¿Es suficiente 60 millones de pesos para apoyar a las ollas populares?
Y hay decenas de otras preguntas para hacerle a la ministra de Economía.
Que bien la oposición frenteamplista cumpliendo un rol serio y responsable.
¿Ah, cómo? ¿No fue por ninguno de estos temas que se interpeló a la jerarca?
No me digan que fue por la exoneración que solicitó Alfie para su empresa.
No me digan que fue por un beneficio al que el susodicho terminó renunciando.
No me digan que se armó toda esta movida por ocho mil miserables dólares.
Un diputado hoy gana como sueldo nominal $277.000 en forma mensual.
Dividido en 22 días laborables, nos da un jornal de $12.590 por cabeza.
Calculando que hay 99 diputados nos da un total de $1.246 410 por día.
No contamos las horas utilizadas por los funcionarios del parlamento, ni
tampoco de la ministra y sus asesores para preparar la interpelación.
O sea que dejando de lado un montón de guita utilizada para este evento, solo
de salario de legisladores se gastó la suma de 28.328 dólares americanos.
Para discutir por los hipotéticos ocho mil dólares que nunca fueron exonerados.
¿No será un poco mucha, la pérdida de tiempo y de recursos humanos?
Una de dos: o se llamaba a la ministra por temas serios o fue circo mediático.
Hubiera sido mucho más lógico citar a la cámara para discutir sobre ética.
Pero parece que el perfilismo personal o sectorial pesa más que encarar de
forma madura un rol opositor que es muy sano y necesario en una democracia.
Los legisladores tuvieron hoy sus quince minutos de fama y se florearon en
dialecticos duelos sobre libros, jurisprudencia, honor y filosofía.
Pero la verdad aportó poco para la cruda realidad que vive el país.
Hubiera sido más productivo que los noventa y nueve diputados aportaran
su tiempo ayudando a pelar papas para los guisos en las ollas populares.
Alfredo García
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