La realidad de nuestros vecinos está muy presente entre nosotros.
Vivimos pendiente de sus programas de televisión, sus artistas, la
farándula porteña, sus escándalos y sus políticos incomprensibles.
Adoptamos sus modismos, envidiamos su potencial, pero como
buen hermano menor, marcamos siempre que no somos lo mismo.
Rechazamos su famosa brecha, pero igual le copiamos un poquito.
Las elecciones pasadas allá, mostraron un nivel de crispación brutal
No había adversarios, eran enemigos acérrimos que se mataban.
Pero los resultados electorales, cambian mágicamente la realidad y
los terribles leones, demagógicamente se vuelven tiernos gatitos y
los monstruos sanguinarios y zurdos se convierten en Harry Potter.
Principios fundamentales son desechados por un puñado de votos.
¿Vamos a emular a nuestros hermanos rioplatenses en el 2024?
Tenemos algunas “fichas” en todo el espectro político, que con
demasiada frecuencia, se pasan de rosca con agravios y ataques.
Personajes que creen en capitalizar el odio como estrategia política.
Nadie puede aspirar a cambiar el país si se para de punta frente a
la mitad de la población, o la ignora o la etiqueta como el “otro”
No existe un millón y medio de fachos, reaccionarios o neoliberales.
Ni tampoco hay igual número de terroristas, bolches o stalinistas.
Esa caricatura de la realidad solo es funcional para las minorías
dogmáticas que no conciben el dialogo con el distinto y que apuntan
a la permanente polarización para lograr algún redito partidario.
Ahora bien, tampoco la pavada, porque el paracaidista no se
convierte en compañero de la noche a la mañana, enancado en
plata o porque resulta ser un tránsfuga de otras tiendas ideológicas.
Seamos claros, no vale todo para ganar y mantener el nivel de
debate debería ser un norte para todos, sabiendo que la pelea no
es fácil y que va a ser muy pareja la contienda electoral del 2024.
Porque además todos sabemos que nadie va a mover las raíces de
los árboles y que en muchos problemas hay posibilidad de acuerdo.
La moraleja debería ser: no copiar lo que pasa del otro lado del rio.
Alfredo García
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