¿EEUU la «primera democracia”? por Ignacio Martínez
Ha ganado Biden. La era Trump ha terminado o al menos nos ha dado una tregua. No son muchas las diferencias entre demócratas y republicanos, pero tampoco son lo mismo. Veamos su sistema de elecciones.
El Colegio Electoral tiene 538 electores, personas que son elegidas por los votantes de cada Estado, quienes, a su vez, serán los encargados de elegir al Presidente y al Vicepresidente de EEUU. Con 270 electores -la mitad más uno- se gana la elección. Biden obtuvo 290.
Esto significa que el pueblo no elige directamente a sus gobernantes.
Eligen a quienes luego decidirán cual será la fórmula ganadora.
El número de electores que corresponde a cada Estado se calcula según la población y la cantidad de congresistas que lo representan (tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado).
Los Estados con mayor peso electoral son California con 55 electores, Texas con 38 y Nueva York y Florida, con 29 cada uno.
Quien gane la elección en cada Estado, se lleva la totalidad de los electores de dicho territorio. Ejemplo: quien gana las elecciones en California no se lleva el mayor porcentaje sino que le corresponderán los 55 electores.
Sumando electores resultantes por un lado y votantes del pueblo por otro, esta ingeniería electoral permite, por ejemplo, que un candidato tenga la mayoría de los votos del pueblo estadounidense, pero no salga elegido porque la mayoría de los electores se los lleva su rival.
Ocurrió en el año 2000. Al Gore ganó el voto popular, George W. Bush consiguió más votos electorales después de un recuento en Florida y, por una decisión de la Corte Suprema, salió Presidente.
Lo mismo pasó en el año 2016 donde Hillary Clinton obtuvo casi 66 millones de votos contra casi 63 millones de Trump y, finalmente, éste “ganó” las elecciones porque obtuvo 304 votos del Consejo Electoral contra 227 de Clinton.
El sistema en cuestión es antidemocrático en su esencia. El voto popular elige senadores, diputados, alcaldes, gobernadores y legisladores estatales, pero no determina al ganador de la Presidencia, el cargo más alto del país.
Incluso puede darse el caso que los ciudadanos estadounidenses elijan a tales personas para que voten al Presidente que prefieren, pero luego el o los electores resultantes elijan a otro. Son los llaman “electores infieles”. En 2016, siete electores -cinco demócratas y dos republicanos- rompieron sus promesas de votar por el nominado de su partido. Fue la mayor cantidad de “electores infieles” de la historia. En estos casos, una vez más, el voto de la gente importó poco y nada.
A su vez este sistema crea desigualdad entre los votantes de diferentes Estados durante la Elección Presidencial. Solo los votantes en Estados decisivos determinan el resultado de las elecciones. Por eso podemos colegir que la gran mayoría de los estadounidenses, que no viven en esos Estados de mayor peso electoral, resultan ignorados por las campañas electorales, y sus votos poco importan.
Si el sistema de Colegio Electoral fuera eliminado y se aplicara un sistema de elección directa, entonces los resultados no dependerían de tal o cual Estado ni de 538 electores, sino de la participación protagónica y directa de cada votante, en idénticas condiciones de igualdad, viva y vote en cualquier territorio estadounidense.
Otro aspecto no menor es que las poblaciones de Estados muy pequeños, con un mínimo de 3 votos para el Colegio Electoral, están sobre representadas en comparación con los votantes de Estados más grandes. Veamos. Wyoming tiene una población de 493.782 habitantes y 3 votos para el Colegio Electoral, lo que representa 164.594 habitantes por voto del Colegio Electoral. En cambio, California tiene una población de 33:871.648 habitantes y 55 votos de Colegio Electoral, es decir que cada voto en el Colegio vale 615.848 habitantes.
Eliminar el Colegio Electoral requeriría una reforma constitucional lo cual hoy parece muy improbable. Lo cierto es que con solo esta aproximación que hacemos en esta breve nota, podemos inferir que la tan mentada “primera democracia” es, en realidad, un intrincado laberinto que desmerece y distorsiona el valor soberano del voto directo ejercido por el pueblo.
El sistema federal que afecta a los 50 Estados podría ponerse de acuerdo y, por ejemplo, someter a consulta popular si continúan con este asunto del Colegio Electoral o profundizan la democracia con la participación directa del pueblo estadounidense.
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