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El camino de la sinrazón Por Luis Nieto

El camino de la sinrazón Por Luis Nieto
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Desde el 20 de noviembre de 1998, tras su colocación en órbita, la estación espacial internacional, ha cumplido múltiples propósitos, entre los cuales, no es nada menor, el de dar una señal de entendimiento entre distintas ideologías, con un sentido de largo plazo a los problemas concretos que la estación tiene como misión. En ese sentido, es y será más importante en la ruta de distintas expediciones propuestas para los próximos años. ¿Quiénes la integran? Las agencias NASA, por Estados Unidos, ROSCOSMOS, por Rusia, JAXA, por Japón, ESA, por Europa y CSA/ASC, por Canadá. Su funcionamiento está reglamentado por distintos tratados, que le aseguran tanto la continuidad de las distintas tareas como la participación de tripulaciones integradas por los países miembros así como la de institutos de investigaciones de países invitados.
Si bien la vuelta a la Tierra está prevista para los años 2024 o 2028, una sombra comienza a extenderse sobre la EEI. Rusia acaba de anunciar que abandonaría el proyecto tan pronto se concrete su clausura. Sus planes son los de volver al espacio en solitario o en compañía de China. Lo que había sido unos de los proyectos más valiosos de la humanidad comienza a afearse con la inmediatez del reposicionamiento político, especie de viaje al pasado de la Guerra Fría, esta vez envuelta en el secreto de los propósitos nacionales, como si lo que la EEI ha contribuido a descubrir no es suficientemente valioso como para que la humanidad desarproveche uno de los instrumentos más ambiciosos que se ha propuesto y que, además, lo ha llevado a comprender la pequeñez de nuestro permanente viaje en el espacio, en medio de aterradores amenazas.
Los países necesitarán cada vez más de la cooperación internacional para sobrevivir. Es que el cambio climático no es el único obstáculo. Los dos últimos telescopios: Hubble y James Web han permitido ver mucho más que ningún otro. Se está a poco tiempo de ver lo que sucedió en el momento exacto de la creación del Universo. ¿Alguien puede creer que eso fuese posible?
El Hubble fue un proyecto conjunto de la NASA, la ESA, y el Instituto de Ciencias de Baltimore, Maryland.
Desde 1990, el Hubble ha realizado más de un millón de observaciones. Entre sus descubrimientos más resonantes están el comportamiento de los agujeros negros, y la estrella Aerendell a 12900 millones de años luz, de las primeras estrellas formadas en el universo. Pero si el Hubble ha dado muchísima información, la cooperación entre la NASA y la ESA puso en órbita un nuevo telescopio, ubicado en un sitio más distante, y construido con un sofisticado lente, el James Webb, que no solo aclarará lo que el Hubble ha esbozado, sino que el corto plazo que lleva instalado en su lugar definitivo, ha entregado imágenes que están en los confines del universo con una nitidez increíble. Y esto es solo el comienzo.
La cooperación internacional, nuevamente, ha dado el impulso que necesitan las misiones de observación que los socios del James Webb se proponen desarrollar en los próximos años. En esto han venido invirtiendo algunas de las instituciones científicas del mundo. Sin su conocimiento la Tierra sería una isla vulnerable flotando entre millones de trozos de materia que se desplaza día y noche por el universo. En pocos segundos podría desaparecer la vida sobre la Tierra, y con ella la humanidad y su historia. Pocas semanas atrás la NASA, con su misión ¨Dart¨ consiguió desviar, como había proyectado, la trayectoria del asteroide Dimorphos que viajaba a 11 millones de kilómetros de la Tierra. Ese tipo de misiones requieren de estudios y conocimientos en continuo desarrollo. No son presunciones teñidas de ironía sino realidades, como el cambio climático, que es uno de los programas de trabajo en la Estación Orbital. Eso es también un enorme esfuerzo económico permanente y en crecimiento. La vida y las amenazas son cosa de toda la humanidad.
El cambio climático ya está instalado entre nosotros. Se nota en el agro, pero no solo tiene incidencia en la producción agropecuaria, la primera de nuestras fortalezas económicas. También está jaqueando la salud, la resistencia de los materiales utilizados por la ingeniería y la arquitectura. Si los mares llegan a crecer algo más de un metro en lo que resta del siglo tendremos un gran problema. Unos países pueden desaparecer, otros, como el nuestro, sufrirán dramáticos cambios.
No hay guerra que se pueda justificar frente a lo que la humanidad tiene ante sus narices. El gobierno ucraniano afirma que 80 especies están en peligro de extinción como consecuencia directa de la guerra. Si unas 6000 bombas estallan a diario es fácil imaginar el daño que eso puede causar en la calidad del aire y las aguas, agregado al aumento en el uso de combustibles.
Y si todo es grave, lo peor es que quizás se rompan las posibilidades de actuar colectivamente frente a ese enemigo que está esperando a que nos cansemos de hacer tonterías. Tendremos que llorar muchas cosas cuando acabe la guerra que se pudo evitar. Puede ser que la humanidad no esté en condiciones de enfrentar la furia de la naturaleza. En todo caso sólo la ciencia podría diseñar estrategias y cambios en hábitos arraigados en culturas distintas.
La ONU se muestra desbordada, parece una ONU para países pobres, con conflictos de baja intensidad donde el ejército de otro país, igualmente pobre, puede enviar tropas capaces de interponerse entre dos enemigos furiosos pero escasamente armados. En la guerra de Ucrania la ONU se muestra impotente hasta para resguardar la central atómica de Zaporitzya. Rusia destacó soldados en el interior de la planta y no hay quien los saque de allí. ¿La ONU tiene los medios para enviar alguien a sacar los soldados rusos que están apostados en el interior? De hecho, no ha podido. Apela a la razón, pero no puede contra la sinrazón. Rusia, conviene recordarlo, integra el Consejo de Seguridad de la ONU. No solo tiene derecho a veto, tiene el peso suficiente como para que una cantidad de países aliados se declaren neutrales.

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