El peor periodismo y los medios de incomunicación por Ignacio Martínez
Estamos asistiendo a una época en la cual predomina una forma de vida donde vivir es consumir, aunque no se necesite ni la mitad de lo que se promueve o se consume.
Los medios masivos de comunicación necesitan ofrecer la mayor cantidad de espacios para difundir esos productos. Para eso necesitan convencer, deslumbrar, persuadir y casi hipnotizar a la población con programas mayoritariamente baratos, despertando y haciendo crecer las peores facetas del ser humano: la violencia, el chusmerío, la morbosidad. En el medio las extensas tandas publicitarias para vender.
Es larga la lista de programas pésimos que alimentan la estupidez. Es larga la lista de informativos que dedican horas de la semana a la difusión de lo peor del país y del mundo. Pareciera que el objetivo es lograr que las inmensas mayorías piensen poco o nada, ¡¡compren ya, ya, ya!! y salgan corriendo a llamar por teléfono a empresas que ofrecen productos que en su mayoría son de mala calidad y duran poco.
Los programas deportivos milagrosamente han logrado sobrevivir aún sin una sola competencia, reproduciendo partidos viejos o convirtiendo sus tertulias radiales en verdaderas tribunas filosofales que luego se retransmiten en la madrugada. El dial tiene esa opción junto con varios programas religiosos, cargados de mentiras o falsas promesas. Por suerte todavía quedan heroicos programas que apelan a la inteligencia de la audiencia.
No faltan los locutores radiales o televisivos que deslizan siempre sus opiniones como si a alguien le interesara. Alguno de ellos emite brevísimas noticias, pero cuando puede, larga juicios irrespetuosos, carentes de argumentos y plagados de manija.
Las imágenes no se quedan atrás. Hace algunos días en un canal de aire salió una placa dando cuenta de las inclinaciones de votantes para la Intendencia de Montevideo. Junto a los 3 candidatos de la izquierda colocaron un contenedor con toda la basura afuera. Al lado de la candidata de derecha, pusieron un contenedor brillante, limpio y pulcro ¿Se les escapó? ¿Fue un descuido?
Esa es la prensa destinada premeditadamente a generar opinión pública hacia tal o cual dirección. No es nuevo. Las agencias de publicidad manejan los mecanismos para inducir, dirigir, determinar opiniones y hacer ver algo allí donde no hay nada. Espejismos de una realidad inventada para que creamos como antaño que “todo va mejor con Coca Cola” o que “si es Bayer es bueno” o que somos “la Suiza de América” o “hacé la tuya” o “Aspirina 2 cada 6 horas” (sin importar la gastritis), todas meras consignas propagandísticas que con el tiempo se han caído como viejas estanterías.
Para colmo asistimos a oír locutores en estudio o en exteriores, de lenguaje limitadísimo o dicciones cuyas palabras pareciera que se resbalaran por un tobogán, haciendo pausas donde no deben o uniendo frases donde no corresponde, empobreciendo la transmisión y la labor de corresponsal.
Todos quieren parecerse a la farándula frívola, a la fanfarronería, a la cholulez, combinado con el tremendismo y los tonos de voces más altos o más graves, como para dejar perplejos a los oyentes hipnotizados frente a la pantalla o la radio.
No falta quien dice lo que dijo tal entrevistado, que luego dirá lo que ya el entrevistador adelantó, volviendo innecesariamente largas y repetitivas las notas. No falta quien antes de formular la pregunta exhibe casi una monografía como queriendo demostrar cuánto sabe. Por suerte, claro, hay excepciones de madurez profesional.
Creceríamos un poco más con un periodismo más culto, más informado, más austero y sobrio. Estaríamos mejor con informativos que informaran sin armar un show con la noticia.
Las falsas noticias quiebran la confianza. Las noticias tergiversadas originan opiniones equivocadas. El mejor medio periodístico es el que ayuda a pensar, a deducir, a conocer, a profundizar y no a pensar como piensa el dueño del medio periodístico.
Como en la educación; el buen docente es quien estimula al alumno a descubrir y comprender el conocimiento y no a repetir lo que el docente dice. Y la prensa ¡vaya si tendría para educar! Pero…
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