Hay hechos, sucesos que de una forma u otra han marcado a los pueblos en los cuales han tenido lugar. La política y el fútbol son dos temas que apasionan a los uruguayos y vaya si ambos dejaron huella en nosotros. El primer campeonato del mundo de fútbol fue jugado en tierra oriental en 1930 y tuvo lugar en el marco de la conmemoración de los primeros cien años de la Jura de la Constitución lo que dio lugar a la construcción del estadio que fue llamado precisamente, Centenario, como otra forma de homenaje a aquella primera Constitución de 1830. Hasta veinte años después este era el acontecimiento deportivo “estrella” de los orientales, pero el “maracanazo” de 1950 si bien no borró el del 30 lo desplazó y aquel segundo mundial pasó a ser la gran hazaña futbolística. Pasaron los años y llegamos a Sud África, hermoso país que en 2010 fue sede del mundial. Y allí la selección dirigida por el histórico maestro O.W. Tabárez logró un honroso cuarto puesto por esas cosas de la vida, de la suerte o de la mano de Luis Suárez deteniendo una pelota en el área que le valió la expulsión pero que de no haberlo hecho ya sabemos lo que hubiera ocurrido. Vinieron los penales y con ellos llega el protagonismo absoluto de Sebastián Abreu, cariñosamente conocido como el “loco” Abreu. Entonces lo que muchos temían y esperaban, se hizo realidad: el “loco” la “picó”, fue semejante gol y la selección fue recibida como si trajera la ansiada Jules Rimet y nosotros, aprendimos, creo, a reconocer lo bueno más allá de un primer puesto. Aprendimos a reconocer que estamos vivos a pesar de todo y de todos. Cada época, cada tiempo tiene sus personajes y allá por finales del siglo XIX y comienzos del XX hubo dos personalidades que contribuyeron a definir el carácter de los hijos de este lado de la Banda Oriental y del espacio de tierra que ocupamos y que un día comenzó a llamarse República Oriental del Uruguay. Ellos fueron José Batlle y Ordóñez y Aparicio Saravia. Mientras el caudillo blanco caído en Masoller luchaba por la tierra, por la gente que la trabajaba el colorado, desde la presidencia de la jovencisíma República libraba otra batalla: crear un país moderno, un país de avanzada y para ello, entre todo lo que pudo haber hecho, se abocó a las reformas y así nacieron la descentralización y la autonomía municipal; la jornada laboral máxima de ocho horas diarias; el derecho a huelga; el amparo a los desocupados; la ley de divorcio por sola voluntad de la mujer; el voto secreto; la creación de nuevas carreras universitarias y finalmente, esta, (mencioné apena siete) a la que queríamos llegar: laicización del Estado separándolo de la iglesia católica. Esta reforma que pasó a ser ley está absolutamente vigente y cien años después nos enteramos que en la oficina de un ente público, ASSE, en una pared, aparece un crucifijo. Con el respeto que el catolicismo, el judaísmo, el islamismo y toda creencia religiosa me merece, me llama la atención y me preocupa que esto ocurra en la dependencia pública de un país que hace más de 100 años declaró su independencia de la iglesia católica. Estos hechos hay que tenerlos en cuenta porque no se trata de” iglesia-estado sí, iglesia-estado no”, sino de algo tan grave como es la violación de una ley. La celeste con Tabárez sí, la celeste sin Tabárez no, la “picada” del loco Abreu sí, la “picada” del loco Abreu no, lo aguanto, es más, me gusta que los uruguayos tan futboleros opinen en voz alta y polemicen y se enojen y a pesar de eso, vuelvan a acompañar a la celeste en lo próximo que le toque estar, pero llevarse por delante las leyes, no, eso sí que no. Espero que el hecho se haya subsanado y por supuesto, también espero que no se repita. Hasta la próxima. Que seas feliz. ¡Y no dejes entrar al viejo!