Entre tableros, perillas, barbijos y otras yerbas por Cristina Morán
La inspiración vino de parte del presidente de la República, porque confieso que jamás se me hubiera ocurrido eso: enfrentarme a un tablero con perillas (porque tienen que ser con ese nombre, “perillas”, y solo ese) que marcara necesidades, urgencias, rezongos, preocupaciones y todo aquello que entre en un tablero. En el mío, ya que es de ese tablero y no de otro que estamos hablando. Hablamos de mi tablero y mis perillas. Es por esa razón el título de esta columna que estoy escribiendo el lunes mientras escucho al ministro de defensa, sin sonrisas y sin agradecer la pregunta al periodista que le preguntó sobre los dichos del senador Manini Ríos, sobre aquello de hasta cuando la justicia va meter presos a militares octogenarios, después de más de cincuenta años y todo eso. Lo noté molesto; sí, digamos molesto. Dado que seguía con la radio encendida escuché al fiscal Ricardo Perciballe respondiendo a consultas del periodista de “Fácil desviarse” sobre el tema. Fue clarísimo. También molesto lo veo al presidente con cuestionamientos de ese tipo. Claro, todo es más explícito porque ahora están las cámaras (¡tan indiscretas ellas!) que no perdonan detalle, entonces cuando viene (la pregunta, claro) se sirve agua una y otra vez, se acomoda en la silla también más de una vez mientras elabora la respuesta: breve, tajante, sin el menor atisbo de una re pregunta y remata la situación apartando la mirada del preguntón y buscando con ella (la mirada, obvio) a otro preguntón o preguntona. Y vuelve a tomar agua. En realidad siempre toma agua durante la conferencia de prensa. Paso rápidamente a otra perilla la hago girar y me cae la ficha de cosas que pensé había obviado. Dentro del marco de la “nueva normalidad” los uruguayos (¡para variar!) están divididos: los que apuestan a la rambla en un día que explota de sol y los que optan seguir “encuarentonados” (expresión esta nacida bajo el signo “cuarentena”y popularizada a través de los medios. ¿Qué pasó? una se pregunta y llega a la conclusión de que más allá de las exhortaciones a quedarse en casa, el sol y una temperatura veraniega fueron el gran disparador para los montevideanos que los motivó a volcarse, principalmente, a la rambla hermosa por donde se la mire. A eso hay que sumar las “señales” que vamos recibiendo: la puesta en marcha de los ministerios de Trabajo y Salud pública (hasta el momento de escribir esta columna), el regreso de la feria del Parque Rodó, el comienzo de clases en escuelas rurales y la vuelta al trabajo de 45.000 obreros de la construcción, son solo algunas de esas “señales” para ingresar paulatinamente y con los cuidados correspondiente a la “nueva normalidad”, para ir reintegrándonos a la vida, al amor, al cine, al teatro, a los paseos, con los hijos, a los tiempos de lectura elegidos, a las caminatas bajo el sol o la lluvia con tapaboca hasta cuando sea necesario y no guardarlo en el bolsillo o en la cartera cuando el inspector te lo ofrece en el ómnibus. Eso es mucho peor que no usarlo en la rambla. Uruguayos, no somos mejores o peores ni nos repartimos entre buenos y malos por un barbijo sí y un barbijo no. Somos nosotros. Somos así. Y seguiremos siendo así. Ah, por favor algo que no debés olvidar: la vida es una. Solo una. No hay reposición. Cuídala. Hasta la próxima. Que seas feliz.
Saludo a la familia Michelini en momentos de un nuevo dolor.
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