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Historia de las librerías montevideanas 1830 – 1990

Historia de las librerías montevideanas 1830 – 1990
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Mientras sigan apareciendo lectores

Editorial Planeta publicó el libro “Historia de las librerías montevideanas 1830 – 1990”, de Gabriel Sosa, Alejandro Michelena y Andrés Linardi. Se trata de una exhaustiva y muy disfrutable reconstrucción del mundo de los libros, que además reivindica el lugar de los libreros en el universo cultural de la ciudad.

Este trabajo de Sosa, Michelena y Linardi saca a relucir las “chapas culturales” de la muy rica historia de Montevideo. Desde los lejanos tiempos de la colonia hasta los tumultuosos años 90. De hecho, se presenta así: “Montevideo es una de las ciudades con más librerías per cápita del mundo. Ese legado proviene de una tradición cultural letrada que ya a principios del siglo xix sorprendía y convocaba. Historia de las librerías montevideanas reunió a tres especialistas en una investigación, relevaron crónicas, testimonios y diversos datos, los plasmaron con claridad y los ilustraron con imágenes, muchas inéditas, para ofrecer una recorrida por buena parte de la memoria cultural de Uruguay. Este libro es una piedra de toque en el campo cultural uruguayo. Es único por los datos que reúne, pero es especialmente importante en tanto los organiza en una narrativa de la evolución de las librerías en Montevideo y sus vaivenes con los avatares de la historia. Aquí tenemos un relato que nos ayuda a entender qué han significado los libreros para esta ciudad”.

La importancia cultural del librero como motor generador de espacios, que incluso van más allá del propio libro, o en todo caso cómo el libro funge como excusa y disparador de otros eventos, sobrevuela las 125 páginas de este trabajo. Que además aporta una singular muestra de imágenes históricas, en algún caso inéditas o poco conocidas.

El libro comienza detallando los comienzos de la ciudad de Montevideo (“una ciudad de escrituras”), en particular el trabajo del tipógrafo Jaime Hernández, quien se distingue como el precursor de la librería en aquellos lejanos tiempos. Se hacen referencias a algunos textos que cuentan las primeras experiencias con libros en Montevideo. Y respecto a Hernández, se anota que llegó a la ciudad en 1830, cuando los libros “eran en general un producto más en innumerables comercios dedicados a otros géneros”. Se instaló con una librería en la calle Rincón (que en aquellos tiempos se llamaba San Gabriel), y se mudó varias veces dentro de la ciudad. Se dedicó a los libros, y a otros negocios menos respetables, como la venta de esclavos en su propio local. También llegó a vender aceite de oso que venía desde Estados Unidos.

En las páginas siguientes, esta reconstrucción se detiene en las librerías que fueron surgiendo en las décadas siguientes. Hacia 1870 eran 12 las librerías en Montevideo. Sigue con la experiencia de Antonio Barreiro y Ramos, que inauguró la Librería Nacional, que luego agregó imprenta y editorial. Habla del 900, del surgimiento de la librería Mosca (originariamente llamado “La Popular”), la historia de Atenea, en la calle Colonia, que según se anota fue “el último de una estirpe de libreros del Montevideo Viejo”. Rescata la historia del librero Torcuato Gobbj – anarquista y bohemio de 75 años – que sintiéndose mal, prefirió ir a a morir a su librería que la pensión donde vivía. Habla de los cambios en la década del 40, hace referencia a la legendaria Linardi y Risso y se detiene en los cambios que se empiezan a dar a partir de la década de los 60.

Sobre el final, si bien el trabajo de recopilación e investigación llega hasta la década de los 90, se aclara a modo de “final abierto”: “La historia de las librerías no se interrumpe en los noventa, ni mucho menos. Todo lo contrario, a partir de fines de esa década surgen nuevas modalidades de negocios, muchas de ellas masivas. Con la aparición de los shoppings nacen las cadenas de librerías, que se transformaron velozmente en la industria del libro, convirtiendo a la librería ‘de librero’ en una delicatessen que debió aprender a sobrevivir en un mercado cambiante y en expansión”. En este trabajo se detalla que la crisis del 2002, que hizo volar por los aires la economía regional y del mundo, el mundo de los libros logró salir a flote con nuevas librerías “lujosas y desmesuradas, coquetas y recoletas”, a lo que se agregó “un pico inusitado de locales en Tristán Narvaja y consiguiente reducción a niveles más realistas en la actualidad”.

Luego de ese proceso, el mundo editorial entró en un “modelo de negocios, origen de capitales e inversiones y del papel de las distribuidoras, al igual que los sellos internacionales que desembarcaron a fines de los noventa, sin olvidar las librerías de cómics, las de literatura infantil y juvenil y las dedicadas al manga y cien variantes más de la cultura pop”, pero, dicen los autores, todo ese mundo “es para otra historia, y para otros historiadores”.

Y concluyen: “El ecosistema librero montevideano sigue tan vivo y efervescente como siempre, pero el nivel de complejidad del mismo y los distintos puntos focales que surgieron ameritan que, junto con el nuevo siglo, se hable de una nueva historia, aún en desarrollo. (…) El impulso librero de la ciudad sigue vital como siempre, desde los lejanos días de Jaime Hernández y mientras sigan apareciendo lectores (y es de esperar y confiar que sigan surgiendo), habrá librerías y libreros. Porque, aunque la lectura es un placer solitario, el libro es un gran e inagotable generador de comunidad”.

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