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La caducidad del deseo

La caducidad del deseo
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Marianella Morena vuelve, con Yo soy Fedra, a explorar de forma personal las implicancias y los condicionamientos de ser mujer en nuestra sociedad. Si bien el paso del tiempo afecta los cuerpos de hombres y mujeres por igual, y con esto la posibilidad de generar deseo en otras personas, el centro de Yo soy Fedra es cómo el implacable Cronos afecta a la protagonista, una Fedra contemporánea que continúa la tradición de Eurípides, Racine o Sarah Kane.
Fedra, en la mitología griega, era una princesa cretense hermana de Ariadna, quien había auxiliado al príncipe Teseo a derrotar al Minotauro. Sin embargo Teseo abandona a Ariadna y se casa con Fedra, no sin antes tener un hijo, Hipólito, con una princesa amazona. Fedra se enamora de su hijastro, pero éste la rechaza. El desenlace de esta historia tiene variantes, pero Morena parece nutrirse de la forma en que Racine, en el siglo XVII, reelabora el mito en su tragedia inspirada en Eurípides y Séneca.
Uno de los ejes de la elaboración de Morena parece ser la pérdida de la belleza, la angustiosa constatación de que el propio cuerpo no atrae, de que el paso del tiempo afecta la posibilidad de sentir amor. En este punto era inevitable que pensáramos en Elvira, el personaje de Las descentradas de Salvadora Medina Onrubia que hace un siglo decía: “Ser joven, ser bella, ser amada… Es nuestra única misión… Lo único hermoso que nos da la vida. Y la misma vida nos lo va quitando. Hoy una cana, mañana una arruga… Oh, el triunfo de vencerlas… Por una hora, por un minuto, pero vencerlas… Porque la belleza joven, fresca y verdadera (…) ya no es belleza, porque es inconsciente (…) A veces veo por las calles una de esas mujeres que fueron bellas, que llevan aún un destello tras de la máscara que les puso el tiempo. Las miro con angustia y con ansia. Así seré yo, pienso…”. Eso que constata la Elvira de Salvadora en el exterior, lo siente la Fedra de Marianella de sí misma.
Yo soy Fedra transcurre en la Casa Caprario, un espacio anexo a la Sala Verdi que se ha convertido en locación de espectáculos que no se adecúan a una sala convencional. Nos recibe una Fedra engalanada, brillante, que invita a un grupo reducido de espectadores a pasar a su habitación. Allí, mientras nos acomodamos en el espacio, ya percibimos una contradicción. El brillo del atuendo de Fedra contrasta con el desorden de su habitación, en donde cuelgan o se amontonan en la cama prendas desordenadas. El desorden y el descuido se continúan en mesas y muebles con desechos de comida y copas sin limpiar. En breve, mientras Fedra se desviste y se cambia la ropa, veremos que el descuido se ha trasladado el cuerpo debajo del brillo inicial.
Puestos en situación, Fedra comenzará a desarrollar su historia, una historia en la que el cuerpo es protagonista central. El deseo carnal está puesto en primer plano en varios pasajes de la obra, y esa es una de las propuestas más interesantes. El amor no correspondido que siente Fedra por Hipólito, o la sensación de no ser deseada por Teseo, no aparecen en términos “románticos”, es un sentimiento que atraviesa el cuerpo y desde allí se manifiesta.
Lo que sí se verbaliza en varios pasajes de la obra es la imposibilidad de ocultar lo que interiormente desgarra al personaje. Confiesa Fedra: “No me quiere, cuando esa frase entra en uno ya no hay salida (…) Entonces uno no va a ningún lado, y empieza a mentir. “Estoy bien, muy bien, haciendo cosas, planes, tengo un montón de proyectos”. Pero no me quiere. “Con Teseo estamos por hacer un viaje”. Pero no me quiere. Lo vi, vi a Hipólito, radiante, con una mujer joven. Los mataría, pero no puedo. No tengo fuerzas para el crimen. Apenas tengo fuerzas para mentir. No me quiere. No tengo otro pensamiento. No sé como se hace para pensar otra cosa. Me levanto, salgo, entro, hablo con gente, sonrío, trabajo, voy a reuniones, viajo, compro, digo cosas inteligentes, cosas tontas. Pero no pienso otra cosa. Él no me quiere. No puedo irme. No hay otro lugar para irse cuando esa frase entra. Pienso en el crimen, en los detalles del crimen. No logro definirme a quien mataré ni cómo”.
En el transcurso de la obra el despliegue físico de Noelia Campo, la entrega corporal y emocional, impresionan. Su trabajo se complementa, en la organicidad de la propuesta, con el “desorden” del diseño escenográfico y la intimidad que aporta el diseño de luces. Quizá la propia condición del espacio hacía imprescindible un trabajo de todo el equipo que dotara de significado a cada elemento del espectáculo. El músico Lautaro Moreno, además de aportar las sonoridades en las que se apoya Campo para estructurar el espectáculo, se convierte en le representación del Hipólito que dispara el desarrollo de la anécdota. No conviene adelantar aquí cual es el camino que eligió Morena para el desenlace, pero el público, que no tiene participación activa, sí es desafiado por esta Fedra que en su desgarro que se transparenta quizá quiera señalar la hipocresía de quienes no asumen también en sí mismos esos sentimientos de pérdida que el tiempo impone.
Una reflexión final quizá pase por como culturalmente la mujer sigue determinada por las mismas condicionantes que, por ejemplo, hace un siglo señalaba Salvadora Medina Onrubia. Con cierta ironía Morena introduce la posibilidad de que haya varones “veganos, deconstruidos”, pero eso no parece cambiar mucho el sentimiento de ser desechada que la mujer tiene incorporado cuando la posibilidad de ser “bella” caduca con el paso del tiempo.

Yo soy Fedra. Texto y dirección: Marianella Morena. Actúa: Noelia Campo. Músico en vivo: Lautaro Moreno. Espacio escénico: Ivana Dominguez y Mariana Pereira. Luz: Ivana Dominguez. Vestuario: Mariana Pereira. Preparación vocal: Ximena Bedó. Preparación corporal: Rosina Gil. Asistente de dirección: Agustín Urrutia. Diseño gráfico: Nicolás Batista. Fotografía: Lucía Silva Musso. Prensa: Beatriz Benech. Co-Producción: Sala Verdi-Lucía Etcheverry

Funciones: viernes 14 y sábado 15 a las 20:30 y 22:00. Casa Caprario (espacio lindero a Sala Verdi)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.