La pachanga de los ratones por José Luis Baumgartner
El ex presidente de la AUF, Wilmar Valdez, procuraba su reelección a todo trapo cuando, intempestivamente, renunció a ese futuro. Audios de conversaciones con un tal Walter Alcántara, grabados en secreto, fueron los “motivos personales” que precipitaron tal decisión. La clandestinidad cibernética trajo a cuento “comisiones” en la compra de las cámaras de videovigilancia por parte de la AUF y dichos de Valdez sobre el rol del Ministerio del Interior –donde alguien estaría “prendido”-, en el marco de un posible caso de extorsión.
Intervino la Fiscalía General de la Nación. La investigación judicial avanza. La fiscal dispone de la documentación pertinente. La indagatoria sobre presuntos actos de corrupción no está en su agenda a corto plazo, ya que en los audios a la vista no surgen datos al respecto. Ante la presentación de Jorge Vázquez, subsecretario MI, la Junta de Transparencia y Ética Pública descartó tratar este asunto por estar ya en proceso judicial y no existir nada que lo involucre en ilicitud alguna.
No obstante ello, 4 diputados, Valentina Rapela, Amin Niffouri, Mario García y Pablo “Catón” Abdala, citaron a Vázquez al Parlamento, para que explique ante la Comisión Especial de Deportes de la Cámara de Representantes la intervención del MI en la compra de las cámaras. ¿Qué mierda quieren? ¡Eso! ¡Sólo eso! Bostear la reputación ajena para sacar algún reditito electoraloide. Hacer ruido. Mostrarse. Judializar un poco más la política –cuestión que Ruben Montedónico trató con solvencia en VOCES la semana pasada. ¡Se pasaron! Injerencia indebida. Desconocen la división de poderes. ¡Meten cuchara en asunto considerado por la Administración de Justicia! Ningunean el Poder Judicial. Se fueron de mambo.
Verso repetido. Primero “escándalo”; luego denuncia ante los jueces; por fin: el desarme del tablado, a recoger plumas y tamboriles. Desfondes apocalípticos; millones de dólares tirados a la marchanta; enriquecimiento bandolero… ba…ba…ba… Patotas de tipos con carpetas y caras de Bruce Willis, fungiendo de justicieros. Tranquilos muchachos. Los robos seriales apenas si devengaron unos flacos y muy discutibles “abusos de funciones”. La realidad, sentada en un sillón, de espaldas a las novelas turcas con que tratan de abrocharnos la mente, alias el bocho, ignora mentideros, rumores y embrollos de ocasión.
Cosa jodida. Embarrar la cancha no le sirve a nadie aproximadamente honesto. Desbarata el entramado socio-político. Debilita la institucionalidad democrática. Impide intentar políticas de estado. Siembra gratuitamente la desconfianza en gobiernos y hombres –hoy éstos, mañana aquéllos; los que sean; no importa el color del pelo, que para algo están las tinturas.
La judialización de la política implica inevitablemente la politización de la justicia, extremo que no ha dejado de manifestarse en los últimos 30 años; formas de convertir al Poder Judicial, garantía de Derecho, en instrumento sectario, al servicio de quienes detentan el poder o pretenden conseguirlo.
No invento. Hablo de lo que conozco por experiencia propia. (Me remito a lo actuado ante la invasión a la embajada de Venezuela y la desaparición de Elena Quinteros; frente al Escuadrón de la Muerte; poniendo en evidencia a la mafia de la Caja Policial). El Poder Judicial fue servil a la dictadura –y a lo que dejó ésta, aún para después de 1985.
Hay que cuidar lo bueno conseguido.
Trompetear para que los demás sepan que existimos es propio de los vivos del regimiento –y ciertamente peligroso.
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