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Los misiles de Darwin Desbocatti por Marianella Morena

Los misiles de Darwin Desbocatti  por Marianella Morena
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 Los misiles  son armas  poderosas que no permiten la supervivencia de seres vivos que están en el sitio donde caen. Destruyen.

Las palabras también lo son, las palabras y el uso de las mismas. La ficción es  tan real como lo que nos toca vivir en este tiempo sin fronteras, de tráfico y contrabando, donde las leyes se van quedando prisioneras de otro mundo, donde la libertad como buena gimnasta se las ingenia para moverse. Nuestro tiempo se define por la muerte de lo real. Todo está ficcionado, la venta más pura de un acontecimiento feliz o infeliz, está editado, intervenido, mirado por alguien que sabe a quién, por qué y para qué, lo dirige. Eso es una puesta en escena. Independiente del soporte elegido, de la profesión de quien lo realice. No se necesitan actores ni teatro, ni escenario. Ya no. Incluso en este siglo el teatro se desplaza buscando desesperadamente momentos de verdad para que alguien se encuentre con el otro y disfrute de la mentira con ganas. Y apruebe: sí, quiero que me mientas. Es más: daría cualquier cosa por la mejor de las mentiras. Nadie soporta la verdad las 24 horas. Es inhumano.

Una vez, una amiga y actriz, me decía lo siguiente: “cuando uno  no dice nada, cuando uno calla, el otro es el que escribe la historia,  es el que autoriza la acción, el hecho, no importa si es verdad o no, porque el que se apodera del discurso se apodera de la verdad”.

Me gustaría descontextualizar arbitrariamente algunas frases de la columna de Darwin Desbocatti que lleva por subtítulo: “También, las actividades de la guía de educación sexual, una dictadura de teatro y clowns”. Sí, es buscado. De la misma forma que él descontextualiza y manipula.

Lo cito: “Yo no me pude comprar un perro porque tuve una hermana actriz, hay que estar toda la vida dándole de comer, todo lo que sobra es para ella, es por eso que terminan tan tarde, después van a las pizzerías a comer las sobras”. En el minuto 49 dice: “Porque acá nadie va al teatro.”

Ser artista (no importa la disciplina) en Uruguay implica para la leyenda popular: ser vago. Nada que signifique orgullo, salvo que alguien dé un “salto a la fama”  y de ser un atorrante pase a ser el héroe del barrio, para  pedirle foto, tocarlo, querer cogérselo, algo, llevarse algo. Sin eso, sin esa visibilidad no hay nada, o sí: marginalidad, inexistencia, prejuicio.

Para muchos eso no significó un obstáculo en la carrera, en la vocación y en convertir la pasión en una forma de vida, por la espiritualidad de elegir quién sos y no que otro te defina qué ser y dónde poner tu energía productiva. Pero muchos quedaron apretados por convenciones familiares, y el hostigamiento de una cultura vulgar, basada en  principios neoliberales: “hay que estudiar algo que te dé trabajo, y te permita vivir”. Y si no tenés idea quién sos ¿cómo es que vas a vivir? ¿Si renunciás a quién sos cómo vas a sobrevivir?

Eso, ha cambiado, aunque a veces dudo, si tanto, hace muy poco, la hija adolescente de un amigo, me comenta lo siguiente: “me encanta  lo artístico, pero no quiero renunciar a cierto nivel de vida, yo quiero tener plata, por lo tanto ya decidí, no voy a estudiar nada relacionado con el arte”. Yo  enmudecí frente a tanta convicción material.

Nuestro querido Uruguay ha transitado por un oscurantismo terco y obstinado en no poder reconocer una población desmesurada de creadores, cuando digo desmesurada es que no existe relación cuantitativa con los números de personas que habitan este país, ¿será que los uruguayos somos sensiblemente más inteligentes y nos dimos cuenta de que la creación es un camino que mejora la vida? Podríamos hacer el intento de pensar así, pero no, qué va, si ocurriera en Finlandia, Suecia o Alemania, estaríamos reptando maravillados. Sí, todavía la colonización nos condiciona el adn, y la cabecita. Y lo que no sé, no existe, ni es importante, lo que no consumo no está y lo que no me importa no es.

El punto de vista es decisivo en esta contemporaneidad.

En este Uruguay donde los artistas se exportan, y donde las salas teatrales se llenan como en pocas capitales Latinoamericanas, donde existe una Comedia Nacional que agota en todas sus funciones, única en América del sur. Donde al igual que Buenos Aires, tenemos la producción de teatro independiente más fuerte de Iberoamérica.  Y alguien desconocedor podrá comentar: “¿pero son buenos?”

El teatro uruguayo comienza a ser marca de prestigio, innovación y exportación.

Darwin juguetea desde un pensamiento autoritario, claro, el humor habilita todo. Comparto. No hay censura. De acuerdo. Ahora, el desafío es ¿quién se queda con el discurso?

¿El más divertido, el más veloz, o el que sostiene la verdad? ¿La verdad se protege en cualquier género? Ya no.

Carlos Tanco dispara y se protege como un militar atrás de su arma, como quien mata por convicción, fe, o ideología. Claro, que las distancias son abismales, ¿lo son? La palabra corroe, desarma y eleva, pulveriza y elimina géneros, la piedad del drama ya no se resiste frente a la comedia. El humor también es político. Por supuesto que tiene todo el derecho de decir lo que quiera, porque es lo bueno de la libertad de expresión que comparto y valoro.

Cada personalidad pública, de la índole que sea, representa a otros que no tienen ese espacio, no importa si lo que genera es humor, política, o reflexión periodística. Está ahí teniendo voz. Es escuchado. Hace menos de una semana yo también quedé fascinada por su inteligencia, pero más que eso: por su habilidad. Hoy, me toca de cerca, como nos pasa a todos cuando nos tocan el culo. Sí, claro, reacciono.

El teatro ha sido saqueado. Alimenta sin cesar áreas que no le son cercanas, ni amigas, ni parientes ni vecinas y nadie le paga los derechos de autor, ni lo reconoce, ni le agradece, ni le rinde homenajes, ni se pone de rodillas.  Se escenifica, se ficciona, se compone.

Entonces Darwin,  no sé quién come sobras de quién. Habría que identificar claramente los robos, difícil en este peregrinaje estético, ético y formal.

El teatro no ha parado de alimentarlos a todos: puestas en escena de campañas políticas, programas deportivos, periodísticos, reality shows.  Escenificaciones de personas, personalidades, personajes.

El teatro es saqueado.

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