Maradona ha muerto. Viva Maradona. por Cristina Morán
Si esta mujer, esta columnista no escribiera sobre Diego Armando Maradona, sentiría que lo está ninguneando (no ya ignorando), sentiría que está ninguneando su condición de gran futbolista, su condición de ídolo de multitudes, su condición de padre, de hombre con sus aciertos y sus errores como cualquier hijo de vecino, solo que el era un “hijo de vecinos” privilegiado, dotado de un talento futbolístico que comenzó a quedar al descubierto cuando apenas tenía los primeros diez años de vida, vida esta que se prolongaría hasta, los también apenas, sesenta. El chiquilín de cabello oscuro y rizado, el chiquilín que nació en un hogar humilde de Villa Fiorito, el que fue el quinto de ocho hijos, el chiquilín de baja estatura complexión fuerte y piernas rápidas fue el que participando de los Juegos Nacionales “Evita” logró, sin proponérselo, solo porque sí, porque era natural el talento que motivó a un cronista de “Clarín” a escribir un artículo donde destacaba que “había un pibe con porte y clase de crack”. El periodista acertó solo que en lugar de Maradona escribió “Caradona”. En el error involuntario o en la pretendida “gracia periodística” el autor no se equivocó en su pronóstico y nunca más en su apellido. Diego Armando debió ser un hombre muy solo, un rebelde que se atrevió a enfrentarse a los poderosos, un hijo del pueblo que lo hizo su único ídolo, el número diez que, según sus propias palabras, era “un tipo normal, que por hacerle un golazo a los ingleses que nos estaban matando a los pibes en Malvinas, hoy todo el mundo me conoce, porque el abuelo se lo cuenta al padre y el padre se lo cuenta al hijo. Pero soy un tipo normal” .Hace apenas un año lo decía, sin siquiera imaginar que la puerta de su vida, siempre abierta, por la que entraron aprovechadores, suministradores de las drogas que terminaron matándolo, sanguijuelas de todo tipo y tamaño que le fueron arrebatando la vida día a día, y quizá algunos amigos de verdad, esos que suelen ser dejados a un costado aún queriéndolos y necesitándolos simplemente porque lo otro reluce y tienta y llega el momento en que es imposible zafar. El lo intentó. Muchas veces. Pero no pudo. Esa pelota se negaba a rodar, quería quedarse entre sus piernas. Lo Logró y se lo llevó. El sábado en TNU (Canal 5) se pudo ver un programa dedicado al recuerdo del “pibe con porte y clase de crack”. Y ahí le escuchamos decir a aquel pibe de sesenta años algo así: “Yo sabía que iba a jugar al fútbol, sabía que sería campeón. Lo que no sabía era que iba a consumir cocaína”. Descansá, por fin, pibe de Villa Fiorito. Descansá en paz. Es todo por hoy. Hasta la próxima. Que seas feliz. Ahora y siempre.
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