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Medios públicos: ¿Censura previa?

Medios públicos: ¿Censura previa?
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Las nuevas autoridades de los medios públicos asumieron pisando fuerte y alguna resolución que se difundió levantó polvareda. ¿Cuál debe ser el rol de los medios del Estado? ¿Deben responder al gobierno de turno o ser autónomos? ¿Hubo utilización política por parte del oficialismo? ¿Se debe controlar la información que se brinda? ¿Deberían ser escuchadas todas las opiniones? ¿Tienen que competir con los medios privados? ¿Los nuevos jerarcas dan garantía de ecuanimidad? ¿Ser candidato en una próxima elección es compatible éticamente con dirigir a periodistas que deben informar sobre ella? ¿Se coartará la libertad de trabajo de los periodistas? ¿Es posible tener medios públicos como los ejemplos de otros países más avanzados? ¿No debería la dirección de los medios públicos ser llevada a cabo por figuras que generen un amplio consenso? ¿Cuánto debe invertir en sus medios el Estado?

 

Profundizando la grieta por Gabriel Barandiaran

La grieta existe.  La grieta es un hecho.  La grieta es una forma de ver el país, de establecer un relato, de justificar acciones y diseñar estrategias.  Y es una forma de mandar, de establecer autoridad.  La grieta es peronismo y, por lo tanto, la definió Perón en muy pocas palabras: “ellos creían que yo era uno de ellos, pero yo no era uno de ellos, yo era uno de los nuestros”.   No importa quien eran los “de ellos” y los “nuestros”, eso lo determinará las necesidades del relato.  Lo importante es dividir el mundo en dos.  Dividir para reinar. Y si quieren una muestra local de esta forma de ver una sociedad vean la frase que dijo un director de la Ursec y futuro miembro del directorio de Antel por el Frente Amplio: “Ahora tengo una presidenta de Ursec que es de ellos”.  No importa si es buena, o mala, o tiene experiencia o está calificada.  Decir simplemente que “es de ellos” alcanza para desestimar cualquier mérito o esfuerzo de su parte.

Es claro que, en este marco, si hay alguien que quiere que las políticas de comunicación de los medios públicos se sacudan esta forma maniquea y binaria de ver la realidad, se va a enfrentar a una tarea difícil.  En principio, porque esta forma de interpretar al país le sirve a un sector importante de la sociedad que acaba de perder el gobierno y que buscará aferrarse a cualquier resquicio de poder que le quede.  Por otro lado, ha pasado tanto tiempo que todos los operadores ya se han acostumbrado a esta forma de interpretar al mundo.  Y tampoco tenemos grandes popes o líderes del periodismo que sirvan de ejemplo y cuyas figuras hagan avergonzar a aquellos que se esfuerzan en la construcción del enemigo, aunque no exista.

Actuar en este estado de cosas con el ánimo de revalorizar el periodismo, de volver a creer que es posible una visión de los hechos imparcial y reflexiva, dejando que sean esos hechos los que hablen requiere de mucha paciencia, de acciones de largo plazo, y de una acción inteligente y mesurada.  Dirigir un proceso que tenga éxito requiere, como dicen los evangelios, de líderes que sean astutos como serpientes y mansos como palomas.

Claramente, la nota de Gerardo Sotelo no resulta ni lo uno ni lo otro.  Debería haber tenido más cuidado en lo que escribe y deja escrito.  Entiendo que los antecedentes de Sotelo son garantía de que los procedimientos que se instituyen en su nota no se van a usar para limitar el derecho de los periodistas de expresar lo que entienden que debe ser informado al público.  Lo mismo se puede decir de otros nombres que se han mencionado y eso no hay duda.  Pero objetivamente una directiva como la que se expresa en la nota es inaceptable.   Lo que es peor, esa nota alimenta la grieta y le es absolutamente funcional a un sector de la sociedad que no espera que los medios públicos tengan la visión que se espera impulsar.  Eso es su principal problema:  la nota de Sotelo no contribuye a lograr lo que el propio Sotelo desea.  A partir de ahora, solo restará observar cómo se pierde la oportunidad de cambiar algo que es necesario e imprescindible cambiar.  Una lástima porque el nuevo director de los medios públicos tiene credenciales morales y profesionales sobradas para dirigir este proceso.  Pero con estas notas lo único que hace es profundizar la grieta que se necesita zanjar.

¡Censura! Por José Luis Perera

Año 2011; Fernández Huidobro, anunciaba que no votaría la anulación de la ley de impunidad. Escribí un artículo en el que criticaba su actitud, y lo envié al semanario de izquierda en el que entonces escribía. Me llama el director del mismo y me dice: “esto no lo podemos publicar”. Comprendí las razones (se estaba conversando para intentar convencerlo).

Año 2011; Vázquez cuenta a unos estudiantes de un colegio del Opus Dei, que le pidió ayuda a Bush contra los argentinos. Escribí criticando su actitud. El director me dice: “esto no lo podemos publicar, mándame otro artículo”. Esta vez me fui del semanario, donde llevaba escribiendo varios años, y en el que disponía de una página entera para expresarme.

Digo esto para dejar claro que la censura ha existido siempre, en dictadura y en democracia, explícita o solapada, a la derecha y a la izquierda. Y ni que hablar de la autocensura, la de quienes temen perder el trabajo, pero también la de quienes se abstienen hipócritamente de criticar a los suyos.

Sería más creíble si aquellos que elevan su voz ante el peligro de la libertad de expresión en un gobierno tradicional lo hubiesen hecho en un gobierno progre, o si quienes elevan su voz ahora contra los maltratos a periodistas durante el progresismo hubiesen hecho lo mismo en los tiempos en que ellos gobernaban y presionaban periodistas.

¿Esto justifica tolerar un nuevo intento de censura? No. Pero que no vengan ahora a rasgarse las vestiduras y a poner el grito en el cielo aquellos que han callado cosas inauditas para proteger a sus partidos o sus líderes. No se puede encasillar este debate en fáciles estereotipos ideológicos.

Podemos estar de acuerdo con los objetivos que expresa el comunicado de la Secan de “servir al interés público, balancear las opiniones y reflejar todos los puntos de vista relevantes para la comprensión de los hechos y presentarlos de forma imparcial”. Es más, coincidimos plenamente. Si les exigimos veracidad, imparcialidad y calidad a los medios de comunicación privados, con los medios públicos la exigencia debe ser absoluta, porque se hace con recursos públicos, que nos pertenecen a todos.

Con lo que no podremos coincidir jamás, es con que todos los contenidos periodísticos deben ser consultados previamente con un coordinador. Si censura es “la intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra, atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas”, la intervención previa de un “coordinador” sobre los contenidos periodísticos, acá y en cualquier parte del mundo, se llama censura, por más que se la quiera revestir con bonitos ornamentos.

Porque, además, eso se contrapone con el párrafo final del comunicado: “Entendemos la libertad de expresión como el derecho de los profesionales a proponer, buscar y difundir la información que estimen necesaria, sin interferencia de representantes de los poderes públicos o privados.”. Si los profesionales de la comunicación de los medios públicos, deben someter los contenidos al escrutinio de un representante del poder público (como lo es sin duda el coordinador), entonces no hay libertad de expresión, como lo dice el propio comunicado.

 

Preguntas retóricas por Miguel Manzi

 

Gerardo Sotelo fue nombrado presidente del SECAN (anote: Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional) el pasado 24 de abril. Sotelo es suplente de Laura Raffo, la candidata a intendenta de Montevideo por la coalición que gobierna el país, para las elecciones departamentales del próximo 27 de septiembre. Esta circunstancia basta y sobra para dar el nombramiento por suficientemente desatinado (o la suplencia, lo que prefiera). Pero el distinguido periodista hizo innecesario esperar cinco meses para escandalizarse, y generó un anticlímax fulminante: a las horas nomás de nombrado, emitió una orden escrita con un espeso tufo a DINARP, que el propio autor deploraría en cualquier otra circunstancia. Apuntando a terminar con el abuso desinformativo infligido a la ciudadanía por los paniaguados del gobierno frenteamplista durante los pasados 15 años desde la radio y la televisión públicas, Sotelo impuso la censura previa (Y dice así: “… a partir de la fecha, todos los contenidos informativos y periodísticos, deben ser consultados con el coordinador periodístico del SECAN, Jorge Gatti, antes de iniciarse el proceso de producción”. Sacátela con peine fino). Sotelo dice que antes de proceder con este impulso de brutal ferocidad, estudió cuatro meses; está visto que se rifó un par de bolillas. Si un periodista que defiende la libertad, puesto en jerarca político puede tomar decisiones tan desencaminadas como esta, todas las preguntas que formula Voces me suenan retóricas: “¿Cuál debe ser el rol de los medios del Estado?” Desaparecer. “¿Deben responder al gobierno de turno o ser autónomos?” Ni una ni otra. “¿Hubo utilización política por parte del oficialismo?” No qué va. “¿Se debe controlar la información que se brinda?” Por supuesto. “¿Deberían ser escuchadas todas las opiniones?” De ninguna manera. “¿Tienen que competir con los medios privados?” Macho, no tienen necesidad. “¿Los nuevos jerarcas dan garantía de ecuanimidad?” No tengo conocimiento. “¿Ser candidato en una próxima elección es compatible éticamente con dirigir a periodistas que deben informar sobre ella?” ¿Me puede repetir la pregunta? “¿Se coartará la libertad de trabajo de los periodistas?” Mire amigo, no se les cortará el salario, y ya es bastante. “¿Es posible tener medios públicos como los ejemplos de otros países más avanzados?” Si, claro, siempre que seas un país más avanzado. “¿No debería la dirección de los medios públicos ser llevada a cabo por figuras que generen un amplio consenso?” Seguro: Fosforito, el Colorado de Omar Gutiérrez, El Hombre de la Bolsa, ¿se le ocurre algún otro? “¿Cuánto debe invertir en sus medios el Estado?” Nada, maestro, nada; ¿no le dije que tenían que desaparecer?

Habrá que verlo por Nelson Fernández

 

No es posible censurar información, sin que eso no genere censura social. Algo así de despreciable, no quedaría oculto en tiempos de libertad irrestricta por redes sociales. Mientras, respondamos las preguntas de “Voces”.

¿Cuál debe ser el rol de los medios del Estado?

Creo que debería ser: (a) difundir cultura, comprensible y amena; (b) informar con rigurosidad, con corresponsalías en todo el país; y (c) registrar y conservar los principales hechos, para la memoria histórica.

¿Deben responder al gobierno de turno o ser autónomos?

Deben tener criterio de Estado, no de utilidad de un gobierno.

¿Hubo utilización política por parte del oficialismo?

De lo que veo o escucho, valoro buen periodismo de la mañana de Radio Uruguay, o buena grilla cultural de Babel o Del Sur, entre otros. Pero en otros espacios hubo aprovechamiento político inaceptable, que no creo que fueran de la Dirección, sino de algunos conductores. No mucho, ni de gran incidencia, pero hubo.

¿Se debe controlar la información que se brinda?

Control de calidad sí; control político, no.

¿Deberían ser escuchadas todas las opiniones?

El reflejo de puntos de vista diferentes sobre un debate, debe hacerse pensando en el público, y no en el que quiere decir algo, porque sí, y que cree que el medio debe recoger sus opiniones. Es un trabajo de selección periodística.

¿Tienen que competir con los medios privados?

El gasto público en medios es para que sea de utilidad para la gente, o sea que deben competir por la atención de publico. Si no, ¿para qué están?

¿Los nuevos jerarcas dan garantía de ecuanimidad?

Confío en el profesionalismo y honorabilidad de Gerardo Sotelo. Sobre garantías, eso se debe demostrar cada día.

¿Ser candidato en una próxima elección es compatible éticamente con dirigir a periodistas que deben informar sobre ella?

No.

¿Se coartará la libertad de trabajo de los periodistas?

No imagino que se intente; no imagino que se tolere.

¿Es posible tener medios públicos como los ejemplos de otros países más avanzados?

Uruguay no es un “país avanzado” por lo que no es fácil que tenga “medios públicos” como los de un país avanzado. El Ballet Nacional llegó a nivel internacional y eso fue una excepción, pero no completa: la Orquesta ensayaba como en “país avanzado. No es un país avanzado: siempre hay un reflejo de país subdesarrollado.

¿No debería la dirección de los medios públicos ser llevada a cabo por figuras que generen un amplio consenso?

Hay que elegir al mejor posible. Si la prioridad es “el consenso” se puede poner a gente buenísima, que no sirva para dirigir.

¿Cuánto debe invertir en sus medios el Estado?

Un país pobre como Uruguay, debe ser prudente en el gasto y derrochador de creatividad.

La trinchera imaginaria por Leo Pintos

«Nacional Peñarol, Peñarol Nacional». Estas cuatro palabras  resumen la liturgia del inmaculado periodismo vernáculo en su afán de alcanzar el paraíso de la objetividad.

Confundir reivindicación legítima con caza de brujas es el lastre de las redes sociales, y es con el que Gerardo Sotelo decidió zambullirse de bomba en la política. Porque desde el momento en que el periodista decide bajar al barro para chapotear, deja atrás la línea que lo separa de la parcialidad. Equilibrio y tolerancia parecen ser dos cualidades imprescindibles para quien pretenda llevar adelante cualquier tarea que implique el ejercicio del poder. Y si hay algo que no parece tener Gerardo Sotelo es equilibrio y tolerancia. Más allá de su postura ideológica o los intereses que diga defender. Hace mucho tiempo ya que el flamante funcionario se muestra desequilibrado, en sus redes sociales y en sus apariciones públicas. Y es ese estilo comunicacional el que le juega en contra, pues invocar la defensa de valores democráticos con ese aire altanero permanente le quita credibilidad y genera rechazo, aún entre sus ex colegas. Lo que tomó estado público de su propuesta es la negación del periodismo, es la mutilación del libre pensamiento, la exaltación del control arbitrario, en definitiva, pretende erigirse como el legítimo representante de la opinión ecuánime, objetiva y pura. Por eso su manual de estilo es un peligro. Tan peligroso como la base ideológica de la coalición que lo puso allí.

Pero al margen de ese peligro, es tragicómica toda la polémica  que rodea dicha designación, tan intrascendente como el papel de los medios involucrados en ella. Una polémica que se entendería mejor treinta o cuarenta años atrás, veinte en el mejor de los casos. En ese marco nos estamos moviendo. Y ahí es donde se entiende la presencia de este último combatiente japonés atrincherado en su isla, disparándole a todo lo que se mueve, en su solemne convicción de que esta guerra sigue y hay que ganarla. Con una pequeña diferencia, él pelea una guerra que solo existe en su cabeza. Una guerra que él provocó en su torpe beligerancia contra sus propios fantasmas.

No hay nada más patético que ver a un político haciendo política renegando de la política. Y digo patético por no volver a decir peligroso, porque ejemplos sobran. Y Gerardo Sotelo parece no advertir que hace poco más de un año que decidió sincerarse y admitir sus pretensiones políticas, y bien legítimo que es. Lo que no es legítimo es reivindicar una asepsia en el ejercicio de su anterior profesión y querer imponerla desde su nuevo puesto de poder. No es creíble, nunca lo fue.

Pero volviendo al tema de fondo, la polémica por las medidas anunciadas por las nuevas autoridades de los medios audiovisuales públicos parece desproporcionada. Hace ya tiempo que los medios audiovisuales tradicionales dejaron de tener peso en la opinión pública, y nada indica que esa tendencia vaya a revertirse. Estamos polemizando entonces por lo que sucede en los medios de comunicación del Estado, de cuya existencia la casi totalidad de los uruguayos ignoran. Otra chacra de nuestro Estado. Otra pequeña chacrita de poder que más que nunca se reduce a un merecido subsidio para fracasados, y por lo tanto, pocas veces tan merecido como en este caso.

Imparcialidad, transparencia y pluralismo por Matías Barreto

Los medios estatales no pueden estar al servicio del gobierno de turno, muy por el contrario, deben estar al servicio de la población para satisfacer sus necesidades.

Deben fomentar y difundir la cultura y el arte nacional, educar a la población, brindar espacios informativos, espacios que apunten al pluralismo brindado información que refleje multiplicidad de opiniones con mucha transparencia e imparcialidad.

Para lograr todo esto es importante coordinar y centralizar la información, tal como se hará desde este nuevo gobierno, no para censurar opiniones, sino por el contrario para asegurar que todas estén presentes, de forma balanceada, sin una perspectiva oficial, esto les dará un perfil único que los otros medios no tienen, y hará que sean de interés de toda la población en su conjunto.

No hay que olvidar que los medios estatales compiten con los medios privados, y que hasta el momento no se ha logrado buenos resultados, personalmente creo que con este nuevo perfil que tendrán serán más atractivos para la población, y podrán satisfacer necesidades que hasta el momento estaban insatisfechas, y eso es muy bueno.

Estoy convencido que Gerardo Sotelo es una persona que sabe lo que hace, que ha estudiado la realidad de otros países y ha tomado lo mejor de cada uno de ellos para aplicarlo en el nuestro, es una persona con enorme capacidad, y con profundas convicciones democráticas.

Hoy es criticado injustamente desde el Frente Amplio con un relato maliciosamente creado para desprestigiar su figura por ser candidato suplente a la Intendencia de Montevideo, pero el tiempo demostrará que el camino que transita Uruguay es el correcto, para lograr medios estatales de calidad, que respeten la libertad de los periodistas, garantizando imparcialidad, transparencia y pluralismo como los de otros países más avanzados en este sentido y sobre todo fortaleciendo la democracia de nuestro país, porque ya no tendremos medios estatales al servicio del gobierno de turno, sino que estarán al servicio de todos los ciudadanos.

¿Estalinismo sin Stalin? Por Atilio Pérez da Cunha (Macunaíma)

 

“La construcción de la democracia empieza por casa.

Noam Chomsky

“No hay peor fundamentalista que un converso”

Dr. Jorge Batlle

Desde fines de febrero cargo el diagnóstico, lo que se conoce como un hallazgo médico, de un cáncer gástrico, por lo que estoy sometido a un tratamiento por quimioterapia.

Pablo Estramín decía que la quimioterapia era como entrar al ring a enfrentar Mike Tyson a pelearlo a mano limpia.

A mí no me tocó un peso pesado como el de Pablo, pero tengo de contrincante aun peso ligero que me pega duro.

Padezco, afortunadamente, de un solo efecto secundario, inevitable, como la fatiga farmacológica.

La enfermedad que cayó sobre mí como un pistoletazo en el pecho, me ha cambiado la vida hoy, y de aquí para delante.

Pero mi cabeza y mis convicciones irrenunciablemente democráticas, por las que el pueblo uruguayo pagó un alto precio de sangre y sufrimiento, siguen firmes.

Por eso, quiero dar una respuesta en defensa de autonomía de los medios públicos y la libertad de conciencia para los profesionales.

En 1985, debidamente acreditado, participé de la histórica asunción del primer gobierno democrático, tras 13 años de dictadura, encabezado por el Dr. Julio María Sanguinetti y el Dr. Enrique Tarigo.

Una de las medidas iniciales que tomó el presidente electo fue disolver la odiosa DINARP, la policía del pensamiento, y eliminar todos los decretos y disposiciones que conculcaban la libertad de expresión.

Así se consagró de nuevo un derecho fundamental, muy hondamente arraigado en los orientales, la libertad de opinión.

De hecho, el Dr. Tarigo, en plena dictadura, había creado el primer semanario de oposición, que se llamó “Opinar” y cuyo eslogan decía:

“Opinar, una costumbre que no debe perderse”.

Desde el 1º de marzo de 1985 los medios masivos volvieron a recuperar el espacio de imprescindible libertad de acción y de opinión.

Pero los medios masivos, mayoritariamente, son privados y responden a empresas.

Y también, muy legítimamente, tienen cercanía o adhesión más o menos explícitas a grupos o partidos políticos.

En una sociedad como la presente, definida como Sociedad de la Información y el Conocimiento, los medios masivos modelan conductas y comportamientos sociales, así como construyen sus propias realidades.

Pero “la Verdad, como decía el profesor Mario Cayota, “es siempre sinfónica”.

Y ese es el sentido existe la necesidad de disponer de medios públicos, para asegurar la emisión de todas las voces en una sociedad diversa, la música, la cultura y todas las señas de identidad que dan sentido a nuestro ser nacional.

Porque como decía Alfredo Zitarrosa, “el Uruguay existe, porque existimos nosotros los uruguayos”.

Hasta 2006, con la asunción al cargo de Director de las Radios Públicas del querido Sergio Saccomani y de Nelly Goitiño, una mujer de encaje y acero, las radios no existían.

Eran un espacio baldío, en el que oscuros productores contrataban espacios en condiciones aún más oscuras que ellos mismos.

Supervivientes y dóciles funcionarios de la dictadura, que había hecho de los medios públicos un aparato de propaganda, vegetaban en sus cargos, con la única inquietud que los cambios operados en el país no les movieran la silla y fueran afectados en sus cargos.

Pero nada de eso ocurrió, por el contrario, funcionarios de antigua data, pasaron de la irregularidad a ser presupuestados.

Las radios públicas carecían de equipamiento adecuado, de comunicadores profesionales y, lo que es todo un símbolo, la puerta principal sobre la calle Sarandí permaneció cerrada mucho tiempo por peligro de derrumbe.

En 2006, Sergio Saccomani estableció una visión de las radios públicas que se hizo carne en todos nosotros: hacer radio de calidad, con pluralidad y responder no a las necesidades del poder político, que dispone ya de canales de comunicación, sino a las necesidades de información.

Un día y otro, me he encontrado, en el largo corredor de las radios, con amigos de los partidos que entonces eran la oposición, que expresaban su satisfacción por el desarrollo cualitativo de los medios públicos.

¿Hubo utilización política por parte del oficialismo?

Como no vivo en un mundo de frutillitas, seguramente las habrá habido, pero en el balance general las radios, sobre todo en temas políticos, mantuvieron su pluralidad y ecuanimidad.

Hace años, conversando con mi amigo Hugo Fernández Faingold, él me decía que no le gustaba la denominación de Sociedad de Tolerancia para el país que avizorábamos en el futuro

“La tolerancia, decía palabras más o menos, “es una manera hipócrita de ocultar los dientes.

Mientras no puedo contra el otro, lo tolero y reclamo tolerancia para mí.

Pero si la situación cambia a mi favor, estoy listo para dar el dentellazo”.

Y agregaba, “yo quiero trabajar por una sociedad diversa, en la que unos y otros, en sus diferencias o coincidencias, entiendan que son imprescindibles para una buena convivencia social y el desarrollo humano”.

Parece que con el recreo, se terminó la tolerancia y volvemos al tiempo de pensamientos rigurosamente vigilados.

Las señales negativas empezaron cuando un aspirante a aristócrata se lanzó a los gritos contra las radios públicas catalogando de gasto desmedido, de información sesgada de los periodistas de las mismas, sin que hasta el día de hoy haya probado sus dichos.

El mismo personaje, con todo su derecho y en un medio privado, ha venido expresando su explicito apoyo a la actual coalición de gobierno.

Mientras lo observo iracundo lanzarse otra vez a los gritos en la TV privada, como si el 1º. de marzo de 2020 el Uruguay hubiera vivido no sé muy bien qué tipo de ¨renacimiento democrático, vuelven a resonar en mi cabeza proféticas palabras:

¨Mientras no puedo contra el otro, lo tolero y reclamo tolerancia para mí.

Pero si la situación cambia a mi favor, estoy listo para dar el dentellazo. ¨

Recientemente los periodistas han sido notificados que habrá un control de contenidos por parte de las nuevas autoridades.

Esto, se mire donde se mire, no es sólo una cuestión de control de contenidos, natural a cualquier equipo periodístico: la elaboración de contenidos que refleje las necesidades informativas prioritarias, la producción calificadas de las mismas, etc.

La intencionalidad de controlar a periodistas que vienen de una administración anterior y de los que sospecha que pueden ¨sesgar la información¨ cómo lo afirma el aspirante a aristócrata y farandulero consumado.

Lo paradójico es que que las medidas tomadas recientemente en los medios públicos, hasta ahora solo difundidas entre los periodistas involucrados, hayan sido decididas por dos presuntos liberales: el Presidente de la Republica y el actual pre candidato a la IMM y jerarca de SECAN, el organismo que regula los medios públicos.

Este último, presentó la conferencia del Dr. Antonio Escohotado, uno de los pensadores europeos más connotados y autodefinido como liberal progresista.

Ese día, durante la mayor parte de la conferencia, el presentador de marras estuvo distraído en su tablet.

Supongo que hoy en día está también distraído con la historia y con la experiencia de autorregulación mediática que existe en países verdaderamente democráticos.

 

“Vuelan palos” en la nueva normalidad por Valeria David de Lima

La libertad de prensa en el mundo en 2019.

Uruguay se mantiene primero en América del Sur en materia de libertad de prensa, según informe de Reporteros Sin Fronteras.

“La organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras presentó su informe anual sobre Libertad de Prensa. Según esta clasificación, Uruguay está primero en América del Sur y cuarto a nivel de todo el continente americano, detrás de Jamaica, Costa Rica y Canadá. La medición se realiza en base a 87 indicadores (entre ellos, pluralismo, independencia de los medios, ambiente y autocensura, marco legal, transparencia, infraestructura y agresiones recibidas por periodistas), que terminan clasificando a los países en cinco categorías: buena situación, situación más bien buena, problemas significativos, situación difícil y situación muy grave…”  La Diaria, domingo 3 de mayo 2020, Día Mundial de la Libertad de Prensa.

Imaginan cuáles serán los resultados de las próximas mediciones tras la *carta enviada a los medios públicos por el presidente del SECAN y actual candidato – en carrera electoral- por la coalición, a la Intendencia de Montevideo (?).

¿Qué pasa con la libertad de prensa y de información, y en particular, con el periodismo de investigación en su función de vigilancia sobre las prácticas de los poderes públicos y privados? Las nuevas regulaciones sobre los medios de comunicación adoptadas suscitan mucho debate, pero sobre todo muchas preocupaciones.

Según el contenido de esa *misiva firmada por Gerardo Sotelo –  presidente actual del SECAN-, un periodista de TNU deberá mostrarle las preguntas al mismo Sotelo – para establecer criterios comunes- antes de entrevistarlo.

La restauración se viene con todo en ésta “nueva normalidad” de pandemia.

Al proyecto restaurador de ultraderecha “neoliberaloide” lo quieren maquillar de Wilsonismo y Batllismo pero se les complica.

Aquí algunos ejemplos:

-La impunidad del Senador Guido Manini Ríos defendiendo terroristas de Estado desde su banca en el Parlamento.

-El ingreso -en medio de una crisis sanitaria y social – del gran paquete antidemocrático del gobierno, la Ley de Urgente Consideración o LUC, grandes reformas apurando al parlamento en 90 días.

-La destrucción de la anterior Ley de Medios ya que el proyecto sustitutivo resulta directamente funcional a la LUC, creando un “cerco mediático” ideal para distraer y saturar con contenidos efímeros.

-Una nueva ley de medios hecha a la talla de las familias dueñas de los grandes medios de comunicación. De esta forma es que el nuevo gobierno comenzó a llevarse puesta la democracia.

¿Otra vez la misma historia en las páginas de un diario aparecen muy contentos los que no dejaron ser…?

El ministro de la verdad por Lucía Siola

 

La reciente asunción de Gerardo Sotelo como director del Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional ha suscitado un fuerte debate político en torno al uso de los medios de comunicación estatales. El novel director, también candidato suplente a la Intendencia de Montevideo por la coalición multicolor, emitió un comunicado en el cual informa la creación de un cargo (de confianza) de coordinador periodístico y la designación en él de Jorge Gatti, cuyo cometido es el control de los contenidos periodísticos de los informativos. Con un discurso a favor de la objetividad, la neutralidad narrativa y periodística (algo que no existe) y la defensa de un interés público del que él se erige como garante, Sotelo se apresta a cercenar la libertad de expresión y de información, sin ocultar el talante autoritario que lo caracteriza. A modo de anécdota, y para graficar este último señalamiento, en una ocasión tuve la oportunidad de debatir personalmente mediante twitter en torno a la cuestión palestina con este señor (defensor acérrimo del sionismo) que proclamándose custodio de la libertad al verse cuestionado y quedarse sin argumentos me bloqueó de la red, acusándome de comunista, como se ve, se trata de una persona que lo que menos profesa es la tolerancia.

De este modo, lo que es preciso señalar es que en realidad, lo que el nuevo jerarca pretende hacer, no es darle voz a todos los sectores sociales y establecer una pluralidad de visiones en torno a la información como señala demagógicamente, sino que lo que promueve es el control, la vigilancia y la censura en la comunicación en los medios públicos (que el Frente Amplio ya había adaptado a su relato oficial), introduciendo ahora más enfáticamente el discurso de los intereses capitalistas y de la derecha reaccionaria, evitando la expresión de cualquier tipo de crítica al poder de turno.

Pero este episodio y dicha resolución, no constituye un exabrupto de un personaje que parece extraído del ministerio de la verdad de la novela de Orwell 1984, sino que es parte de la perspectiva política del nuevo régimen, donde la represión y la mano dura son la herramienta para la puesta en práctica de un programa de guerra contra los intereses de la clase trabajadora que ya se expresa en la LUC, y que se pretende disimular a partir de la demagogia y de la manipulación mediática.

Algo que ha quedado en evidencia en el marco de la pandemia de COVID 19 con conferencias de prensa armadas con periodistas que no incomodan ni cuestionan al oficialismo multicolor, y con el tratamiento arbitrario de la información de la pandemia en consonancia con la ‘normalización’ criminal de la actividad productiva que el gobierno empresario pregona y pretende imponer.

En suma, de lo que se trata es de establecer el modelo de los medios nacionales privados (controlados por un grupo de familias afines e integrantes de los partidos tradicionales de la coalición multicolor) para silenciar la protesta social y cualquier expresión de cuestionamiento político al poder. Orientación que confluye con la agenda del gobierno para la cuestión general de los medios, que no es otra que la de favorecer la concentración monopólica, a partir de la desregulación de la ley de medios aprobada por el FA, que limitaba la concentración de estos grupos, al tiempo que daba espacio a las empresas multinacionales del cable para ingresar en el negocio, ley que estaba lejos de democratizar la palabra y de garantizar la independencia de los medios públicos.

El control y la censura en los medios públicos es entonces otro eslabón de la cadena con la cual el gobierno derechista de Lacalle Pou pretende maniatar la palabra y la expresión de los trabajadores y de sus luchas. Algo que no será posible, pues la tendencia a la rebelión ya recorre los barrios populares, y se hará sentir con sus acciones y sus propios mecanismos. La democratización de la palabra y la defensa de la más amplia libertad de expresión en los medios, sólo podrá ser obra de la intervención y el control de los trabajadores, periodistas y organizaciones sociales independientes, para poner la información y la comunicación al servicio del interés general, que no es otro que el de la mayoría explotada.

Panta Rei por Fernando Pioli

En honor a la verdad, el que los medios públicos exhiban una cobertura periodística independiente del poder de turno debería ser algo normalizado. La postura soteliana de que los medios públicos no sean un botín electoral y que su rol periodístico no exhiba un sesgo ideológico, sin duda es atendible, aunque seguramente impracticable. El problema de que quienes van a garantizar esta independencia ecuánime, el “balance de las opiniones”, tengan pasado, presente y futuro electoral resulta algo bastante llamativo, por no decir directamente contraproducente. Resulta entonces que aquella propuesta que parecía atendible se convierte rápidamente en imposible de llevar a cabo, sin mayor trámite entre un extremo y otro.

En realidad, seamos justos, los medios públicos no generan agenda periodística. Y lo que es peor, tienen un escaso alcance popular. Parecen mucho más sólidos los avances que se hacen desde TV Ciudad que los que logra Canal 5 o Radio Nacional. De modo que en términos del público políticamente activo el cambio de autoridades resulta irrelevante.

Capítulo aparte merece la actitud de Sotelo en las redes sociales, quien se ha encargado de bloquear a cuanta persona discute con él. Su última batalla es con una cuenta parodia, que lo imita de modo tan veraz que a veces (por no decir casi siempre) es realmente difícil distinguir una de la otra. Esta actitud, que más que un posicionamiento racional parece consecuencia de una inestabilidad emocional que además se materializa en una permanente necesidad de justificarse ante cualquier crítica, lo vuelve una persona especialmente resistida por sus detractores al tiempo que respaldada por el oficialismo.

En otras palabras, la famosa ecuanimidad que puede lograrse a través del ejercicio libre y desprejuiciado de la razón, no parece estar en las manos más indicadas. No obstante esto, es menester reconocer que por los efectos es fácil distinguir que hasta ahora no lo ha estado nunca y quizá sea hora de dar un voto de confianza. Aunque en este caso es más acertado y cercano a la sensibilidad del nuevo gobierno pedir un acto de fe. Habrá que dejar que fluya, para ver qué agua trae.

Malabares profesionalistas y censores por Eric Alvez

El día 29 de abril sorprendió a muchos una nota enviada por el Presidente del Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional (SECAN), Gerardo Sotelo, dirigida a los Coordinadores de los Informativos de Televisión Nacional del Uruguay (TNU) y Radiodifusión Nacional del Uruguay (RNU). En la misma, en dos escuetos párrafos, el antes comunicador, ahora personal de confianza política del Gobierno Nacional y Candidato (S) por la Coalición Multicolor a Intendente de Montevideo, mencionaba que en virtud de establecer algunos criterios, que a priori resultan de recibo para cualquier contenido periodístico, a saber imparcialidad, ecuanimidad e interés público, a partir de esa fecha los contenidos de los informativos debían ser consultados con el Coordinador Periodístico del SECAN, Jorge Gatti, antes de iniciarse su proceso de producción.

El primer elemento llamativo de todo este asunto es quién envía la nota. Gerardo Sotelo ha sido un acérrimo defensor de la libertad periodística, al menos en el discurso en sus redes sociales, en los últimos años. Esa sobreexplotación de su discurso, sobre todo cuando se trataba de acusar de censura periodística a gobiernos con signo de izquierda, fue la que le hizo depositario de la mirada de algunos políticos nacionales, sobre todo de Pablo Mieres y fue la causante de su abandono de la actividad periodística, para dedicarse por completo a la vida político – partidaria. Resulta al menos curioso que el antes paladín de la libertad de prensa, ahora que el poder de decisión recae en sus manos, busque filtrar contenidos periodísticos con la excusa de una supuesta práctica y estándares de calidad. Sin mencionar que también es curioso que quien hable de ecuanimidad e imparcialidad sea candidato de la oposición departamental al gobierno de la capital del país. Si bien Sotelo cuenta con la legitimidad del Poder Ejecutivo para tomar las decisiones que quiera, el tipo de responsabilidad que tiene no da garantías que sus intereses políticos partidarios a corto y mediano plazo no influencien su rol como tutor de los medios públicos. Sus antecedentes de bloqueador compulsivo de opiniones discordantes con las suyas en redes sociales tampoco es que sean una gran garantía.

El segundo elemento que a priori no brinda claridad en cuanto a garantías de ecuanimidad e imparcialidad es el rol asignado a Jorge Gatti, aclaro aquí que no voy a hablar de sus cualidades personales o de su legitimidad como periodista, sino del rol asignado. En declaraciones al Diario El País, el día 04 de abril de 2020, afirma que su función es la de articular entre los diferentes contenidos y se trataría de estricta coordinación periodística. En la misma entrevista el periodista también afirma “Por supuesto que los profesionales que trabajan tendrán su opinión y su independencia, pero venimos a afianzar el trabajo en equipo”. Sin embargo, la primera noticia que se tiene sobre su función se parece mucho a la de un censor. Esto preocupa y mucho. Con todo esto es imposible no recordar el episodio entre el Periodista Gatti y el Ex – Ministro de Trabajo Ernesto Murro en el programa “Buscadores” en noviembre de 2019, en el cual el entonces Ministro afirmó que Gatti parecía un representante de la Coalición Multicolor y que si la idea era la de un debate entre representantes lo mejor era poner un moderador. El rol de Gatti en los últimos años ha sido el de panelista de opinión ¿Cómo se lleva eso con la ecuanimidad y la imparcialidad? Creo que Sotelo ha decidido depositar el peso de la censura en una persona y eligió para eso malabares retóricos profesionalistas. Queda claro que para endulzarse con las tentaciones del poder no hace falta vestir de verde. Resulta hasta una libertad humorística que la nota haya sido enviada 4 días antes de la celebración del “Día Mundial de la Libertad de Expresión y de Prensa”. Al cierre de esta columna Sotelo habría admitido cierta “confusión” en la nota enviada ante los trabajadores y trabajadoras de los medios públicos. Lo más sano para la democracia es estar en alerta.

¡No es censura! Por Rodrigo da Oliveira

Nos hace falta Marcha y la pluma discutible y única de Quijano. ¿Para qué? Para incomodar, para hacer ruido, para generar molestias. No porque Quijano fuera de verdades absolutas e irrebatibles, sino justamente, por lo contrario. Imprescindible y eterno, como Maneco Flores Mora y como José Claudio Williman, sólo por citar a otros dos inigualables.

¡Censura! ¡Oh, se viene la CENSURA!

Así gritan en la pulpería quienes en la comisaría callaron durante 15 años las bajadas de línea de los gobiernos FA. Y claro que no se debe asentir y bajar la cabeza, sólo que no hay que caer en algunas posturas difícilmente sostenibles en el tiempo. Basta leer el ajuste a la propuesto a la forma de gestionar los medios públicos para generarse una idea de cómo van a manejarse estas cuestiones de ahora en más. Aducir al respecto un intento de censura tiene la misma autoría argumental que sostener el pretender derogar por parte del gobierno la autorización para abortar a quienes así lo requieran. Durante muchos años y no sólo durante estas administraciones finalizadas el 29 de febrero próximo pasado, se bajaba línea editorial desde el gobierno de turno y los grupos lobbystas en ellos enquistados. Por primera vez se explicita, por parte de Gerardo Sotelo, la forma en que serán manejadas las cuestiones de tipo informativo y de contenidos. La ecuanimidad y el formato de lo que se hará para consumo de la población general parece ser la piedra de toque en la gestión iniciada recientemente. Miguel Nogueira ha sostenido más de una vez que el único momento en que las presiones del poder no se hicieron sentir fue durante la administración Batlle. Fue un poco de aire fresco dentro del pésimo manejo comunicacional e institucional llevado a cabo a lo largo de los años. Confundían convenientemente material sesgado pro gobierno (o gobiernos afines) con información de interés público.

Todos los medios eligen y seleccionan aquello que será emitido, todos. Lo que no debe hacerse ni permitirse es que sea material propagandístico partidario, prueba de lo negativo de su mala utilización lo tenemos en el proceso culminado hace apenas dos meses.

Periodistas críticos felpudeados, pseudo conferencias de prensa convenientemente afines al gobierno y preguntas solicitadas de antemano fueron insumo continuo de nuestra realidad periodística. Y, excepción hecha de unos pocos ya citados y alguno más, todos calladitos. El ingresar a formar parte de las huestes de informativistas alineados fue lo mismo que lo sucedido en el resto del funcionariado, quedaba más cómodo y fácil ser un empleado público más. Loas al gobierno y silencios cómplices, demasiados si ello pudiera ser medido sin riesgo de equivocarse mucho.

El nuevo director de medios explicitó que los temas a difundir y su encare serán definidos por el equipo encabezado por Jorge Gatti.

El protocolo a aplicar será discutible, y viendo sus resultados, su continuidad. El pragmatismo general de este gobierno en todas las áreas, hasta el momento, permitirá seguir una línea de trabajo clara y transparente. Si así no fuere, exigible será su cumplimiento. El gobierno encabezado por Lacalle Pou fue mandatado por un 60 % de los votantes para cumplir con los postulados que a la población exhibió. Los ajustes necesarios para llevarlos adelante surgirán de las necesidades del momento. Basarse en la constitucionalidad y el respeto a las leyes parece ser insumo diario de las preocupaciones de la administración en curso. Si así no se hiciere, duro será el revés deviniente ya no en la próxima elección nacional, sino en las municipales de septiembre. Aunque no sean ellas unos comicios de tiempo medio, al estilo de los EEUU, la actual oposición buscará situar en ese punto el debate. De los actuales mandatarios dependerá el seguir por el camino iniciado, sin caer en politiquillas de aldea. Que así sea.

 

Cuidado con las tentaciones Por Danilo Arbilla

Empezó con mal pie Gerardo Sotelo.

Algunas previas, a mi entender:

  • Es ridículo hablar de censura
  • El FA va a caerle por cualquier motivo.
  • Los “medios públicos” no deberían existir

Una cuarta cosa, Sotelo en aras de conseguir sus propósitos en SeCan debería renunciar a su candidatura municipal. Sería una señal muy fuerte. Fortalecería su imagen. A la vez privaría al Frente de un argumento fácil, que de alguna forma afectaría lo que Sotelo haga o pueda hacer en SeCan de aquí a setiembre, y que además sería usado en la propia campaña electoral.

La izquierda no le va a aflojar. Sotelo no rehúye a la pelea y es lo que el FA quiere, mientras tanto lo distrae.

Sotelo en Canal 5 y las radios; no es lo ideal para la izquierda: se trata de un profesional con una reconocida trayectoria, que no es un improvisado y además un duro; con mano firme para ordenar y reencaminar semejante aparato, del cual se ha abusado tanto.

Pero Sotelo se las dio un poco en bandeja con su circular a los coordinadores: ¡censura! clamaron.

¿Censura? Desde cuando establecer un orden de trabajo y jerarquías en una redacción es censurar. Es lo que ocurre en cualquier parte del mundo: hay un jefe de información, un secretario de redacción o un editor, al que hay que consultar, informar lo que se tiene o lo que se va trabajar y a quien se somete lo hecho para que resuelva el destino final en función de múltiples factores: importancia de la noticia y espacio básicamente. Cabe además que determinados temas tengan que ser consultados con la dirección.  Debe existir ese mando y esa verticalidad respecto al manejo periodístico de la información. Los periodistas profesionales lo saben.

Pienso que para Sotelo le hubiera sido más fácil reunir a los coordinadores y decirles que desde ahora se iba a hacer periodismo profesional en serio y dejar que los zapallos se fueran acomodando en el carro. Y en ese acomodarse realizar los cambios que sean necesarios y al mismo tiempo delinear una conducta y marcar el estilo que este es el que vale; porque de muy poco sirven tantos manuales que andan por ahí, siempre violados.  O los defensores de los lectores o las comisiones técnicas asesoras e independientes. Todos a la postre, dependen del que los designa.  Pero Sotelo la complicó aún más con una ambiciosa “guía” para regir una especie de Frigonal o Amdet de la comunicación. De una casuística tal que indica cómo debe moverse el profesional en cada momento y circunstancia. Paso por paso.                                        ¿Preverlo todo? Las noticias son sorpresivas y tan variadas.      Para la guía se han estudiado casos como el de la BBC de Londres – que funciona en sociedad muy distinta- y entre otras la RTV española. Creo que un mal ejemplo: nada mas “chaquetero”; cambian los gobiernos y cambian los conductores, la programación y pasa al servicio del nuevo patrón político. Además, España nunca es buen ejemplo: durante años en los manuales de estilo de prácticamente todos los medios españoles se aceptaba no difundir manifiestos o declaraciones de la “banda terrorista” (léase ETA) para no hacerle propaganda, pero esos mismos medios daban amplia información sobre lo que decían las FARC de Colombia:” porque hay que dar todas las campanas”.

Creo que la guía embarulla mucho. Y tiene algunas cosas bien graves; se habla de la información veraz (que dice la verdad). Y cuál es la verdad. ¿Quién lo decide? ¿Quién es el dueño? Durante muchas décadas se ha combatido el llamado “derecho a la información veraz” por ser uno de los argumentos mas sofisticados para regular la prensa y la información. El Comité Mundial para la Libertad de prensa en el año 2000 lo incluyó como unas de las nuevas formas para restringir la prensa. El entonces presidente venezolano, Rafael Caldera, ya mayor y mal aconsejado, además de indultar a Chávez, en una reunión interamericana (Isla Margarita ,1997) intentó imponer a nivel continental “el derecho a la información veraz”. Fracasó, pero contó con el entusiasta apoyo de Fidel Castro y Alberto Fujimori. También se habla en la guía de servicio de interés público y repetidamente del interés público.  La información no es un servicio de interés público (los taxímetros sí) sino que es un derecho individual. Cada ciudadano es quien decide cuál es su interés y lo hace eligiendo como informarse sin que nadie pretenda ser “su garantía”. Y menos desde el estado y el poder político.

Cuidado con las tentaciones totalitarias.  Que es una de las razones de por qué los medios públicos no deben existir. Otra razón válida aquí en Uruguay y unos cuántos más, es que no llegan a casi nadie, pero como están financiado por el Estado, no les importan los resultados. Por ello también deberían de eliminarse. Además, se está alimentando una posibilidad, muy lejana, pero en la cual Sotelo cree, de competir con éxito con los medios privados. Pero en una competencia muy desleal.  ¿Y qué pasa si los medios privados no pueden sostenerse y no pueden competir con uno que está financiado por los impuestos y una buena tajada de la publicidad oficial? El ciudadano, como está ocurriendo en muchos lugares, quedaría en manos del conglomerado público que le sirve de “garantía”, sabe cuál es el “interés público” y se encarga de darle la “información veraz”.                                                                               Es lo que yo veo en la guía y creo que Sotelo, en su afán de sí dar garantías, no vio esas derivaciones. Pero están ahí.                           Sotelo no tiene necesidad de andar probando tantas cosas. Eso trae confusiones. Creo que él debe echar a andar el carro. Y también creo que, aún con las salvedades, es un excelente profesional para llevar esas riendas.

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