Todo parece indicar que el lunes sabremos el nuevo gabinete.
La danza de nombres es muy amplia y sumamente diversa.
Está claro que se avecina un gobierno de coalición y que se debe
contar con el apoyo parlamentario para poder gobernar tranquilos.
Suena muy lirico hablar de cinco partidos que trabajaran juntos.
En realidad, todos sabemos que se trata de tres partidos con peso
importante y dos que colaboran para adornar el espacio multicolor
con un diputado cada uno que en realidad resultan innecesarios.
Los blancos tendrán mayoría solo con colorados y cabildantes.
Y ahí entra el tema de la negociación con los aliados para repartir
cargos y que todos queden conformes y apoyen al futuro gobierno.
Hay que conformar a Talvi y a Sanguinetti y no es nada sencillo.
Porque con la tercera parte de los votos de los nacionalistas, los
colorados pretenden les adjudiquen casi un 30% de los ministros.
Manini con perfil bajo y orejano, no agarra puesto en el gabinete
pero se lleva dos carteras para dos de sus ignotos seguidores.
Dentro de los blancos el reparto es grande y varios cabezas de lista
se perfilan como futuros secretarios de Estado sin mucha idoneidad.
Aquí volvemos al viejo dilema que muchas veces criticamos en los
gobiernos del Frente, se nombra a los compañeros por ser solo eso.
No se trata de la falsa contradicción: políticos versus técnicos.
Lo que está en juego es que las personas en cargos de decisión
tengan alguna capacidad como para manejarlos correctamente.
Y sobra gente de experiencia y confianza política con conocimiento.
Poner militantes asegura control político, pero no eficacia de gestión
Para no hablar de los nombramientos, tipo premio consuelo, a
aquellos dirigentes o mascarones de proa que no tuvieron votos.
Es todo un enigma si el gabinete de Lacalle Pou marcará una
impronta diferente a la que estamos acostumbrados, o seguirá con
el mismo trillo histórico de los tres partidos mayoritarios gobernando
Algunos nombres anunciados hace tiempo junto con otros nuevos
que circulan, auspiciaban esperanza, esperamos que no defraude.
Alfredo García