Serán tu última literatura

Soñaba con recibir cartas de amor. Con la dulce angustia de la espera. Con la hechicera emoción de abrir el sobre cual si de la envoltura de una joya se tratase. Con la tenue huella del perfume de su amante mezclado con el del papel y la tinta al retirar la hoja cubierta de una escritura azul como el sentimiento que la embargaba. Con recluirse en el fondo del jardín para leerlas a la sombra de los rosales, rodeada de colores. Con las tibias palpitaciones de su corazón desbocado y primaveral mientras absorbía cada palabra salida de la mano cuyas caricias añoraba. Con guardarlas luego en una cajita de marfil, enlazadas por una cinta rosa…
“Todas las cartas de amor son ridículas”, constató el poeta. Pero esa lúcida sapiencia a ella, de más está decirlo, como a cualquier enamorada de las que en el mundo han sido, no le importó.
(Ubicación: 18 de Julio 228, Mercedes)