El 27 de mayo de 1838 se creó la Universidad Mayor de la República, antecedente inmediato de nuestra Universidad de la República.
El 26 de diciembre de 1967 nacía MEVIR con el objetivo de erradicar la vivienda insalubre en la población rural del Uruguay.
El 21 de octubre de 1912 nacía como empresa pública UTE, encargada de la energía eléctrica del país y en diciembre de 1952 aparecía OSE como encargada del abastecimiento de agua potable y saneamiento en todo el país.
En diciembre de 1929 se creó por ley el Servicio Oficial de Difusión Radio Eléctrica (SODRE) que, a lo largo de su historia fue mutando en sus fines y cometidos y, por lo tanto, en su nombre, pero que mantiene gran parte de su esencia como motor cultural de la nación.
En el año 2007 se creó el Plan Ceibal con el objetivo de ser un centro estatal de innovación educativa con tecnologías digitales para alcanzar a todos los estudiantes del sistema educativo público.
Podría seguir enumerando cientos de ejemplos de algo que, a priori, parecería no tener un hilo conductor. Pero si nos detenemos un segundo podemos entender que se trata, en todos los casos, de políticas públicas que, en períodos históricos muy distintos y con gobiernos de diversas corrientes ideológicas en cada oportunidad, fueron iniciadas y que, al día de hoy, con los cambios naturales del devenir histórico, siguen vigentes.
Pero no sólo siguen vigentes, sino que, en muchos casos, forman parte del ideario colectivo que tiene que ver con la identidad nacional, con una forma de sentirnos uruguayos y de asumir e incorporar ciertos procesos como propios.
Tenemos una larga tradición estatal de asumir algunos procesos en clave de políticas públicas; tradición que se remonta a los inicios mismos de la construcción de la República y que, un poco más o un poco menos, se ha mantenido a lo largo de nuestra historia.
Pero no solo eso, sino que hemos ido siempre un paso más allá entendiendo que la única forma de seguir construyendo ciudadanía es sobre la base de lo que han construido quienes nos antecedieron.
Es por ello que hemos sido y somos, en la región y en el mundo un faro; una república sólida que se sigue reafirmando día a día sobre la base de unos cimientos fuertes que ni siquiera en los momentos más oscuros de nuestra historia pudieron caer.
Muchas veces caemos en tentaciones refundacionales y en la miopía de demandar, en cada caso, una suerte de crédito o de derecho de autor de tal o cual política pública; como si se trataran de iniciativas unipersonales y no de políticas públicas propiamente dichas.
En estos días asistimos al 15 aniversario de Ceibal, un proyecto iniciado a impulsos del ex presidente Tabaré Vázquez y lo celebramos, todos los uruguayos, con la convicción de que se trata de una de las políticas educativas más revolucionarias de los últimos tiempos y que nos compromete a todos los uruguayos porque todos la sentimos como propia.
Me preocupa que el día después, el foco esté puesto en la autoría o en el cambio del logo (como ha sucedido históricamente con miles de empresas y de proyectos) y no en la continuidad y en la apropiación, de parte de todos, de un proyecto que nació para quedarse y que pasó, con mucha gloria, a formar parte de nuestra identidad colectiva.
Creo que el mejor homenaje que podemos hacerle a quienes impulsaron en cada momento cada una de estas instituciones, es continuar trabajando para que las mismas sigan creciendo y cumpliendo con sus objetivos y sus metas y, por qué no, para aggiornarlas y desafiarlas a repensarse de cara al futuro.
Esta es la forma de construir ciudadanía que hemos entendido siempre los uruguayos y es parte de lo que nos define y nos diferencia. Sigamos construyendo sobre los hombros de los gigantes que se fueron.
Diego Silveira
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