Tabaré ha muerto. Larga vida a Tabaré por Cristina Morán
Si bien la frase que da título a esta columna es un lema que se emplea desde el siglo XIII como expresión ritual en la sucesión de las monarquías y nosotros estamos en las antípodas, la hallé pertinente porque buscando, encontré que también tiene un significado, digamos, político: la “fidelidad de los súbditos al rey”; entonces en nuestro indiscutible sistema democrático esa frase o expresión pasaría a ser, “fidelidad de los ciudadanos al expresidente” .Y si tomamos como referencia lo que presenciamos en el largo recorrido del cortejo fúnebre que acompañaba los restos mortales del dos veces presidente de la República, doctor Tabaré Vázquez, tengo la sensación de haberme acercado bastante a la mencionada “fidelidad de los ciudadanos”. El domingo 7 de diciembre pleno de sol llegó acompañado de una noticia, que no por anunciada dejaba de ser dolorosa. Tabaré Vázquez había muerto. El primer presidente de izquierda del Uruguay abandonaba este mundo luego de haber sobrellevado con dignidad y rodeado de su familia una enfermedad tan cruel como el cáncer y el dolor, del que pensamos nunca pudo recuperarse, de haber visto morir a su compañera de toda la vida. Fue allí, en el velatorio de María Auxiliadora, cuando vi al presidente por última vez y es en momentos como ese que aparecen otros tiempos de alegría, de preguntas y respuestas, de entrevistas realizadas con menor o mayor urgencia pero siempre brindando su atención, su interés, un apretón de manos, siendo un caballero en todo momento. Si me preguntan donde y cuando lo vi y entrevisté por primera vez suelo mezclar el club Progreso y el comedor para niños que allí funcionaba con el inicio de su campaña política postulándose para la Intendencia de Montevideo. En alguno de esos momentos. No es la intención de esta columnista juzgar su condición de presidente de la República que de eso hay muchos que lo hicieron, lo hacen y seguirán haciéndolo, sino que es algo mucho más simple y más humano: despedir al hombre que formó una familia, que fue padre y abuelo, científico entregado a la oncología y ahora sí, al político, al Presidente que dejó al país, y en la opinión de esta mujer (que quiere destacar hoy) dos de sus mejores legados: el Plan Ceibal y el haberse plantado frente al poder de la industria tabacalera y haber logrado que no se fumara en espacios cerrados, que las cajillas de cigarrillos fueran presentadas con determinados parámetros y que puso a nuestra República Oriental del Uruguay en el podio de los ganadores en la lucha por la salud de sus ciudadanos. No olvidando que el juicio que se inició contra la tabacalera fue ganado por el país de un poco más de tres millones ubicado acá, en el Sur, muy en el Sur de la amada América Latina. Hasta la próxima. Que seas feliz. Ahora y siempre.
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