Una niña, una madre por Cristina Morán
Todos los doctores te pueden
curar, pero algunos no solo te
curan, te hacen feliz.
Josefina Díaz- 10 años
En su memoria
Dos mujeres, una madre y su hija de apenas diez años, movilizaron a todos sin excepción e hicieron saltar los tapones de un sistema, de una forma de comunicación entre el personal de la salud y los pacientes que venía siendo distinto y distante desde hace un tiempo largo. La historia de la pequeña Josefina la supimos a través de imágenes y palabras de su mamá difundidas en todos los medios. No conocimos a Josefina y a tampoco a Florencia, su mamá. La niña debió ser dueña de una personalidad fuerte y decidida, porque no es común saber que una pequeña, reaccionando a la respuesta nada amable y serena de quien debería inyectarla, pidió el libro o cuaderno de quejas, y ante la pregunta de ¿para qué? respondió: “quiero hacer una lista de quienes me tratan bien y quienes me tratan mal.” Una actitud irme y decidida. Esto nos llevó a una ojeada recordatoria de, al menos, uno de los libros de José Pedro Barrán perteneciente a la serie “La medicina y sociedad en el Uruguay del novecientos” y buscando más información sobre la relación y trato médico-paciente o, ¿por qué no?, paciente- médico, encontramos que el tema preocupa y si preocupa es debido a algo muy importante a lo que hay que buscarle solución. En el año 2018 el Sindicato Médico llevó adelante una actividad llamada “Humanizar la salud es tarea de todos”. Buscando entonces, encontré que en Chile existe, entre otras, una publicación, llamada “La humanización de la salud y el humanismo médico en Latinoámerica”. En Montevideo Portal, el doctor Álvaro Díaz Berenguer fue entrevistado por la publicación de su libro “El poder médico”, que llega después de “La medicina desalmada”, “El narcisismo en la medicina” y luego (en 2012,) “Medicina y sufrimiento”. Pero antes, junto a su padre escribió y publicó “Medicina y Literatura” (¡qué títulos, qué temas!). Al ir envejeciendo más necesitamos la atención médica, porque aparecen las dolencias propias de la edad o las que no tienen edad ni tiempo. Y vamos de un especialista a otro (desde luego con el pase correspondiente), y el médico ya no tiene auxiliar que lo asista y cubra su función y ahí está la computadora (su actualizada y deshumanizada auxiliar) frente a la cual se ubica para saber o comprobar que medicamentos te faltan, cuales debe recetarte y todo lo demás que le resta tiempo para los pacientes, para quienes van en busca de atención y de respuestas a sus males. Los adultos mayores (como nos llaman) están muy solos, necesitan atención humana, la que en algún tiempo encontraban en los profesionales de la salud que tenían el tiempo necesario para auscultarlo, hablarle y escucharlo. Si las cosas siguen así con el agregado de las consultas telefónicas (pandemia mediante) los encuentros médico-paciente o paciente -médico pasarán a ser historia y el celular con el sistema WhatsApp será la forma de consulta. Estamos obviando, como comprenderán, los estudios ginecológicos, los oncológicos, los cardiológicos, y todos aquellos a los que es posible acceder solo en forma presencial. Florencia, un año y medio después de la muerte de su pequeña a puesto en marcha “Humaniza Josefina” una fundación creada en memoria de su niña y gracias a ella, a su propuesta, la UDELAR y la Facultad de Medicina instalaron un curso sobre “Humanidades Médicas”, en el entendido de que al médico le faltaba una pata de su formación. Esa pata tenía que ver con la sensibilidad y la capacidad de entender al otro, no solamente de empatía. Es necesario que también los jóvenes médicos aprendan desde el vamos, a darse un baño de humildad entendiendo que el estetoscopio colgado de su cuello no le da calidad de superior en nada: solo permite suponer, ni siquiera saber a ciencia cierta, que es médico. Hasta la próxima. Que seas feliz. A pesar de todo.
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