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Una teoría para la acción

Una teoría para la acción
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Hace seis años empezábamos una nota sobre Argumento contra la existencia de vida inteligente en el Cono Sur, primera entrega de la trilogía de la revolución de Santiago Sanguinetti, apelando a la célebre Tesis 11 sobre Feuerbach de Karl Marx, aquella que afirmaba: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». La tesis implica una crítica a quienes se dedican sistemáticamente a dar un sentido a los acontecimientos sin ir más allá, sin intentar transformar esos acontecimientos a partir de un telos determinado, de una potencialidad determinada que tenga el orden que se interpreta. Marx por su parte realiza una interpretación filosófica del mundo de la que extrae una guía para transformarlo, hay una potencialidad de trascender el capitalismo implícita en el propio capitalismo, pero para que suceda un determinado sujeto social debe organizarse y actuar, jamás consideró que esa transformación se daría inevitable y fatalmente sin acción organizada. Esa lógica guió acciones revolucionarias durante el siglo XX, acciones que fueron adaptando de forma dialéctica la interpretación marxista a su contexto. Pensadores-políticos como Mariategui, Trotsky o Carlos Quijano, son ejemplos de esta práctica de interpretar para transformar. La tradición anarquista de Bakunin, Kropotkin, Malatesta y otros, enfrentada al marxismo entre otras cosas por las formas de organizar la transición hacia el socialismo, participa sin embargo de la misma lógica: análisis e interpretación de la sociedad capitalista con el afán de trascenderla.

Seis años después del estreno de Argumento la Tesis 11 nos sigue pareciendo clave para interpretar el trabajo de Sanguinetti, en primer lugar, y quizá el más sorprendente, porque en todas las obras que han seguido (Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe y Breve apología del caos por exceso de testosterona en las calles de Manhattan cerraron la trilogía y se estrenaron en 2014, El gato de Schrödinger se estrenó en 2016 y Bakunin Sauna hace dos meses) hay un intento, a veces consumado, de acción revolucionaria. Sea un atentado de carácter simbólico como el de los jóvenes entrando a balazos en la facultad de humanidades, una inoculación de un virus a través de gaseosas en Manhattan, un alzamiento insurreccional en Haití, un atentado en un acelerador de partículas en París o el secuestro de una ejecutiva de IBM en un hotel de Las Vegas, en todos los casos la acción más o menos organizada con un norte en trascender el orden actual está presente. Y la relación de ese accionar con una posible teorización que la fundamente es una problemática también presente en todas las obras. El abanico de posibilidades va desde una población haitiana que conoce la dialéctica del amo y el esclavo a través de los cascos azules y a partir de esto se subleva hasta un ultraliberalismo individualista que se se presenta como anarquismo. El caso más extremo de las dificultades entre el accionar y su justificación teórica es ese recorte y pegue que los jóvenes de Argumento hacían de textos revolucionarios, liquidando así las posibilidades de interpretar la realidad de esos textos

Bakunin Sauna reúne líneas que están presentes en el trabajo de Sanguinetti desde el 2013. Un grupo de ex funcionarios de IBM organiza un atentado, secuestrar a una gerente de la empresa y dar una señal contra el modelo económico que simboliza, una acción que calza con una tradición foquista de algunos grupos anarquistas de fines del siglo XIX y principios del XX. Margarita parece solucionar el problema teórico (y la agitación política) invocando al espíritu de Mijail Bakunin, que se hace presente en forma de un robot movido por  inteligencia artificial. Pero los problemas de nuestra época vuelven a la carga, la inteligencia artificial se abre a los discursos que circulan desordenadamente y el pensamiento de Bakunin se mezcla con el de José Mujica y Charles Manson, desvirtuando los alcances de la acción prevista.

Lo sorprendente de lo que hace Sanguinetti es que logra, una vez más, traer discursos revolucionarios, generados por pensadores que fueron capaces de imaginarse un mundo más allá del capitalismo, de forma teatralmente interesante. Su teatro es profundamente político pero no didáctico, no solemne. Y si muchas veces parece quedar pervertido el discurso revolucionario es por el propio juego teatral que hace que  los portadores de esos discursos estén permeados por esta época, por las prácticas del recorte y pegue de este mundo que cree que ser revolucionario es preocuparse por las ballenas mientras se es funcional a un capitalismo que destruye el planeta. La que queda abierta al ver estos espectáculos es la pregunta de si es realmente posible hoy estructurar una interpretación del mundo con un accionar que sea capaz de trascender el capitalismo.

La gran diferencia de Bakunin con otras obras de Sanguinetti es la edad de los personajes. Si la mayoría, aunque no todos, de los personajes anteriores eran jóvenes, en Bakunin Sauna quienes llevan adelante la acción “revolucionaria” son jubilados, personajes en el ocaso de sus vidas pero que aún así tienen la necesidad de dinamitar las bases de la sociedad de consumo en busca de algo más. Sería interesante indagar más en esto, pero lo cierto es que nos dio la posibilidad de ver trabajar a un dramaturgo y director joven con actores y actrices que forman parte de la tradición teatral de nuestra ciudad. Myriam Gleijer y Nelly Antúnez ilustran ese pesimismo no conformista de sus personajes generando gran divertimento.

El resultado es polémico, pero teatralmente potente, difícilmente haya alguien que resulte indiferente a la propuesta. Desde aquí seguimos disfrutando espectáculos que divierten y a la vez nos hacen pensar, sin darnos respuestas, en las posibilidades de trascender una organización social que necesita excluir para existir.

 Bakunin Sauna. Texto y dirección: Santiago Sanguinetti. Elenco: Myriam Gleijer, Nelly Antúnez, Héctor Guido, Pierino Zorzini y Claudia Trecu.

Funciones: sábado 21:00 – domingo 19:30 horas. Teatro El Galpón Sala César Campodónico.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.