En el año que la mitad de la población mundial está convocada a torneos electorales, Uruguay inicia su ciclo de más de un año entre precampañas, campañas, comicios intra partidarios (el próximo domingo) elecciones nacionales de poderes Ejecutivo y Legislativo (en octubre y un eventual balotaje para definir al presidente y vice en noviembre), finalizado con los 19 municipales en mayo de 2025.
Como en otros casos -el reciente de México, por ejemplo- politólogos y analistas podrán anticipar resultados sin tener que esperar los conteos. De la misma forma que se puede señalar que en el adelanto electoral de Reino Unido los laboristas (tras 14 años de espera) triunfarán, o que en Francia las reconstituyentes siguientes para la Asamblea Nacional, las derechas enviarán a los diputados del Renacimiento -de Emmanuel Macron- hasta una segunda o tercera posición, en Uruguay las dos formacioness mayores tienen delineadas sus candidaturas.
Mis pronósticos son que el partido Frente Amplio (una coalición con más de 53 años) obtendrá el primer lugar en las urnas y -probablemente- doblará al segundo, ocupado por el Partido Nacional. El tercer sitio lo detentará el Partido Colorado: se espera que logre algo cercano al 12% de los sufragios.
Para el caso del Frente, los candidatos con posibilidades son Yamandú Orsi y Carolina Cosse, que entiendo ganará el primero por un margen de 10 a 20% sobre la candidata (que yo votaría). Dudo que este domingo, conocido el escrutinio de cada participante, se pueda definir la fórmula electoral presidencial del Frente.
En el caso del Partido Nacional y sus candidatos, la suerte está echada en favor de Álvaro Delgado. Un segundo lugar, muy lejos del primero, será ocupado por Laura Raffo quien tendría un 15 % o menos de los sufragios y no se espera que sea aprobada para vice en la fórmula nacionalista.
Los pequeños conglomerados políticos, por su escasa incidencia, los votos que pudieran reunir son muy pocos y entre ellos, en conjunto, se espera que alcancen un 10, 11%. Dos de estos casos, Cabildo Abierto (del cual se afirma que perdió gran parte de su electorado), conducido por el exjefe militar Guido Manini Ríos, y el Partido Independiente -identificado con el exministro Pablo Mieres- tal vez alcancen, sumados, 7%: ambos integran la actual coalición de gobierno.
El valor futuro al que aspiran estos núcleos es ser tomados en cuenta en caso que el Frente no obtenga ni una décima más de 50%, obligando a una ronda presidencial en noviembre y que estos raquíticos sectores sumaran sus votos para repetir la actual alianza. La coalición que se presentara a ese intento de continuidad la constituirían los mencionados, el Colorado y alguno más.
En caso de no haber balotaje, el triunfo del Frente (único que aspira a obtener en octubre más del 50% de los sufragios) podrían no necesitar los votos de diputados extrapartidarios para la mayoría simple y los pocos legisladores de sectores minoritarios no alcanzarían para llegar a una mayoría especial.
Las elecciones del domingo ofrecen un panorama paupérrimo en cuanto a propuestas, planes y desarrollos de programas de los candidatos; tampoco hubo discusiones o exposiciones ideológicas contrastantes.
La notoria apatía del público, apenas sobresaltado de tarde en tarde, y otros acontecimientos atrayentes restaron interés a un tiempo político que moverá hacia las urnas a menos de la mitad de los habilitados, según varias estimaciones.
Sobre la candidatura de Delgado, del herrerismo (de derecha) ampliamente dominante en su partido, se le carga el haber sido secretario del gobierno actual, y los temas de los desarreglos del jefe de la custodia presidencial (conocidos, algunos promovidos y, dicen, encubiertos por el propio presidente); involucramiento en la defensa de un senador condenado por pederasta y todos los actos cuestionados al Ejecutivo.
Delgado se ve favorecido por tenérselo popularmente como el “delfín” de su jefe, suprema autoridad de la nación, y las complicidades por parte de la prensa hegemónica que le permite estar bajo el paraguas protector del presidente, que logró ganarse un sitio preferencial -pese a su desprolijo peregrinar por la política- desde el que domina no sólo a su partido e influye en otros, sino que alcanza un amplio reconocimiento popular y designa a su propio candidato a, eventualmente, sucederlo.
En el caso del Frente, mis percepciones me dicen que ganará Orsi, -dos veces intendente de su natal Canelones- será el candidato propuesto por el expresidente José Mujica, de un sector importante del Frente (Movimiento de Participación Popular/MPP) e impulsado por el máximo dirigente partidario, Fernando Pereira, Entre los tres nombrados conducen la política del Frente por una ruta socialdemócrata que, inclinada a aceptar las reglas de juego impuestas por la burguesía, continúa ahogando sectores de izquierda que aspiran a cambios sustantivos más allá de la defensa de los bienes de la Nación, la ampliación de los derechos humanos, las mejoras económicas y del respeto a la actividad sindical y sus organizaciones.
Llamó la atención que ninguno de los candidatos se refiriera en profundidad a los temas de seguridad y narcotráfico: ya no se trata de que se escapa un prisionero, se cierran “bocas” o se otorga a larga distancia pasaporte a un delincuente. De lo que trata es que el “narco” asola el país convirtiéndolo en un territorio fundamental para la salida de sus productos ilegales a otros continentes, dejando detrás una estela de crueldad, muertes y corrupción. Es hora de aplicar una estrategia amplia que ahuyente toda sospecha acerca de alguna connivencia.
Siento que ha llegado un tiempo de proponer nuestras concepciones para alcanzar cambios para una sociedad sin explotados, con verdadera democracia, libertad, sin cúpulas dominantes ni burocratismos. El camino de la alternancia progresismo-derecha únicamente nos conduce por la vía del estancamiento político de un carnaval electoral sin condiciones propias y donde el pueblo -a la larga- perderá.
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