Con silbos de tristeza
Aunque no con frecuencia, de cuando en cuando, pasa frente a la Estación Central a la hora mágica en que, gradual e imperceptiblemente, la luz del día se extingue. Se detiene un instante. Contempla cómo la imponente materialidad del edificio transmuta en un bloque de leves sombras. Entonces, le parece oír, proveniente del interior de aquel oscuro abandono, el pitido de despedida de un tren.
En ese instante, emprende un viaje al territorio de los recuerdos. A aquellas tardes lejanas en que con su madre y su hermano iban a ver las maniobras de las locomotoras en la estación de la pequeña ciudad del interior donde nació. De pronto, vuelve a correr haciendo equilibrio sobre el lomo de sierpe de un riel; a saltar de durmiente en durmiente; a usar de tobogán el terraplén cubierto de pasto en cuya cima se acostaba la vía; a sentir el olor a fierro del monstruo negro que bufaba nubes de vapor ante su mirada llena de asombro.
Sin solución de continuidad, se encuentra en un destartalado vagón de segunda clase rumbo a Rivera. Una aventura iniciática. Catorce horas de las que le quedarán para siempre en su memoria una serie de postales: el asiento de madera, gastado por las espaldas de tantos humildes; el bambolearse de aquella desvencijada habitación rodante, meciéndolo, adormecedor; la ventanilla por la que pasa, fugaz, el verde de los campos reverberando bajo el inclemente sol de enero. Y de fondo, el recitado de un poema de Alfredo Mario Ferreiro: Toto-tócoto / trán trán. / Toco-tócoto / trán trán. / Recatrácata, paf-paf. / Chucuchúcuchu / chás-chás, / chucuchúcuchu / cháschás. / Tracatrácata, chuchú / tracatrácata, chúchú. / Chucuchúcuchu / chás-chás, / racatrácata, paf-paf. / Búúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúú / Chiquichíquichiquichi / chiquichíquichiquichi / chiquichíquichiquichi / chiquichíquichiquichi…
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