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Desmesurado entretenimiento con tinte histórico Por Carlos Acevedo

Desmesurado entretenimiento con tinte histórico   Por Carlos Acevedo
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Casi tan antiguo como el propio cine, el péplum, nombre despectivo con el que se identifica al cine de “gladiadores”, tiene ya un siglo de existencia. Si bien su época de mayor apogeo coincidió con los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, suele renacer, cada tanto, cuando uno menos se lo espera. Prueba de ello es “Gladiador 2”, segunda parte de aquel espectacular y oscarizado clásico de Ridley Scott, que fue protagonizado por el también galardonado Russell Crowe. Esta secuela, actualmente en carteleras uruguayas, promete más acción, violencia y aventura que su predecesora.

La venerable revista francesa “Cahiers du cinéma” bautizó en los años sesenta al subgénero nacido en Italia, aprovechando el concepto de peplo, la clásica túnica o toga griega. La clasificación es más amplia de lo que parece, y puede incluir desde obras maestras históricamente rigurosas y con destacado reparto hasta infumables bodrios de vieja matiné. Los expertos parecen coincidir en que el primer exponente cinematográfico del admirado y vituperado “Peplum” es el filme italiano “Cabiria” (1914), en el cual aparece, por primera vez, el personaje Maciste, que protagonizó casi medio centenar del filmes entre la década del diez y la del sesenta y fue interpretado por distintos actores, siendo los más recordados Steve Reeves, Gordon Scott y el estrábico Gordon Mitchell. Esta superproducción poseía un más que aceptable rigor histórico, gran técnica cinematográfica y escenas multitudinarias, plenas de extras vestidos de época.
Más allá de su eventual rigurosidad histórica, o de la falta de ella, de cuantiosos presupuestos o pobres puestas en escena, el subgénero, llamado también “de espadas y sandalias”, posee algunas características que lo identifican: un héroe fornido, generalmente un fisicoculturista en taparrabos, un villano que le hace la vida imposible, preferentemente un emperador o similar, una damisela en apuros, y ambientación en una época más o menos definida, que abarca los tiempos bíblicos, la antigua Roma, Grecia, Persia o Mesopotamia, aunque puedan aparecer incluso elementos medievales o hasta renacentistas. También suele valerse de una mezcla de personajes reales y ficticios, emperadores y reyes enredados, por ejemplo, con semidioses mitológicos.
El auge de esta popular estética cinematográfica comenzó quizá con “Hercules (1958), protagonizada por el mítico y ya mencionado Steve Reeves, o tal vez con la norteamericana y oscarizada “Ben Hur” (1959), que le disputó a los italianos la hegemonía del subgénero de musculosos transpirados en sandalias, con un emblemático Charlton Heston, no tan muscularmente hipertrofiado como Reeves, pero sí mucho mejor actor.
Si bien no es estrictamente un péplum, cabe igualmente recordar la superproducción “Sansón y Dalila” del gran Cecil. B DeMille, experto en colosales puestas en escena, protagonizada por Victor Mature, que compensaba su escasa musculatura con su gran carisma.
El director británico Ridley Scott es un cineasta contradictorio. Responsable de un par de obras maestras como “Alien” (1979) y “Blade runner” (1982) y de algunos grandes filmes como “Los duelistas” (1977) y “Thelma y Louise” (1991), adelantada un par de décadas a la moda del cine feminista, ha dirigido, sin embargo, una gran cantidad de producciones mediocres, algunas, empero, muy taquilleras, como el fiasco de “Napoleón” (2023).
En el 2000, resucitó el péplum con “Gladiador”. Este éxito de taquilla posibilitó un resurgimiento de los gladiadores y demás héroes sudorosos, con películas de alto presupuesto como “Troya” (2004), “300” (2007), “Furia de titanes” (2010), olvidable remake del clásico de 1981, y “Hércules” (2014).
Con “Gladiador 2”, Ridley Scott intenta reproducir el éxito del primer filme con una gozosa propuesta con menos rigor histórico, si bien los dos emperadores gemelos se inspiran en la historia real de Calígula y su hermano, pero con abundantes peleas, muertes, multitudinarias batallas, sangre, arena, decapitamientos y ridículas escenas con animales concebidos por computadora. Mención aparte merecen las insólitas secuencias de tiburones en el Coliseo.
Para reemplazar al personaje de Russell Crowe tenemos dos héroes por el precio de uno, que no logran superar el carisma del intérprete neozelandés. Quizá lo mejor a nivel actoral sea el perverso villano interpretado por Denzel Whashington, que opaca al pétreo protagonista y a los caricaturescos emperadores, una suerte de Calígula de Malcolm McDowell de mesa de saldos pero por duplicado.
En síntesis, “Gladiador 2” es un filme de matiné como los de antes, descabellado, pero visualmente atractivo y entretenido.

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