En las últimas semanas vimos una impresionante presencia
de la Banca de quinielas por todos los medios de comunicación.
O bien con publicidad o con largas entrevistas a su presidente.
El motivo es la potencial aprobación de un proyecto de ley por
nuestro parlamento que habilitaría el juego de casinos on line.
Por lo que pudimos escuchar, la gran preocupación es el riesgo de
que estos juegos provoquen una masiva epidemia de ludopatía.
Se exige que se controle pensando en la salud e los uruguayos.
Se llega incluso a comparar el juego con la venta de explosivos.
Se afirma que la habilitación de estos juegos le restarían ingresos al
Estado, porque la competencia disminuiría las ganancias de las
empresas sobre las que se pagan impuestos a la Impositiva.
Mirando de afuera me llama la atención esta reacción de la Banca.
En general no se escucha que hablen de los casinos o las
maquinitas que ya existen, como catalizadores de adicción al juego.
Todos vemos publicidad de los diferentes juegos que tiene esta
empresa, 5 de Oro, Raspadita, Tómbola, Quiniela o Supermatch.
Se autoproclaman liberales y exigen que regulen sus competidores.
Es como si los fabricantes de caramelos nacionales salieran en
defensa de los diabéticos, frente al posible desembarco de
empresas de golosinas extranjeras en nuestro mercado.
O que los fabricantes de cigarrillos empezaran a preocuparse por
los pacientes con cáncer de pulmón, para solicitar que se frene el
ingreso de tabaco de contrabando o legal en el Uruguay.
Todo esto huele a una defensa corporativa del propio lucro.
Si la Banca de Quinielas, según dicen sus autoridades, pagan
ochenta millones de dólares anuales en concepto de impuestos,
¿cuánto ganan por año con los timberos uruguayos?
Suena bien la preocupación por la ludopatía, pero ¿es honesta?
Para alguien que está por fuera del tema, como yo, no me cierra.
Es muy loable el slogan que utilizan: “Con la vida no se juega”, pero
la preocupación es: con las ganancias de La Banca tampoco.
Alfredo García

