Gustavo Adolfo Carbonell es un realizador audiovisual argentino que vive desde el 2013 en nuestro país. Misionero y latinoamericanista, charlar con él es atravesar gran parte de las complejidades que atraviesa el continente mestizo. Con la excusa del próximo estreno de su película Basilicia, recibió a Voces en su casa y mantuvimos una extensa charla de la que compartimos un extracto.
Carbonell se crió en la zona del Alto Paraná misionero, sobre la costa del Río Paraná. Hablamos de la Misiones “artiguista”, que tiene como héroe histórico al guaraní Andrés Guacurarí (el comandante Andresito) y que todavía hoy luce como bandera provincial un estandarte artiguista. “Nosotros (los misioneros) tenemos mucho más en común con los orientales aquí que con los del puerto de Mitre, Macri y Milei” afirma con entusiasmo Carbonell. En esa Misiones fue también donde el futuro realizador audiovisual cursó estudios secundarios, en los años de retorno de la democracia “Así que empecé a militar muy joven, armamos el centro de estudiantes y la federación de estudiantes de Misiones. Hablamos del 85, recién había vuelto la democracia, y también me metí en los organismos de derechos humanos, más que en política partidaria mis inicios fueron ahí, en derechos humanos”. Con el tiempo Carbonell fue decantando en una de las líneas ideológicas que integraban aquellos movimientos: “es como la filosofía, vos vas leyendo un poquito y ya sabés qué línea te va a tirar de acuerdo a lo que sientas, y en el caso de la política empecé a ver el peronismo como doctrina humanista. A veces hay que separar eso del partido, yo no estoy afiliado al Partido Justicialista. Siempre le digo a los compañeros orientales acá que es difícil de entender pero muy fácil de explicar. Es un movimiento nacional, cultural, que no es un partido estructurado. Quienes abrazábamos eso era porque entendíamos que filosóficamente estábamos ahí. Algunos venían del cristianismo, otros sin necesidad de caracterizarse entendían que esa era la relación con el pueblo”.
También por aquellos años Carbonell empieza a vincularse con la radio y el audiovisual. “Siempre me gustó el tema de la comunicación, yo hice mis primeros programas de radio en Radio Nacional de Iguazú en la adolescencia. Y en esa búsqueda pensé que me gustaría ser periodista y fui a estudiar periodismo en la Facultad de Humanidades en Misiones. Pero nunca ejercí el periodismo, tampoco fui muy universitario, soy más autodidacta. Sí me formé después en la escuela de cine en Cuba”. La formación de Carbonell pasó entonces principalmente por su desarrollo profesional “Empecé a trabajar a los 18 años en el SIPTED (Sistema Provincial de Teleducación y Desarrollo) un organismo de la provincia de Misiones que llegó a ser muy prestigioso. Yo entro ahí a los 18 años para ser asistente de un programa de radio rural que se hacía con el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), que era para las familias y el trabajador o el productor rural. Fue innovador, fue el primer sistema de la Argentina, y estoy hablando de 88, 89, 90, que te otorgaba un título de bachillerato a distancia. Había clubes tele-educativos comunitarios. Te llegaban los impresos, el Estado provincial te daba todo, veías los programas de televisión o escuchabas los programas de radio, ocasionalmente se enviaba un VHS y cada tanto iba un tutor. Así ibas avanzando y en tres años podías tener tu título de bachillerato. Ese fue mi primer trabajo como tal y pasé por todos los roles. Entré en el área de radio, pero me empezó a gustar el de audiovisual y ahí empecé a tener mis refrentes. A partir de ahí inicié mi vinculación con el audiovisual. Yo pertenezco a una generación muy especial porque los cambios tecnológicos me agarraron todos de golpe, uno atrás de otro. Yo empecé la escuela de cine todavía tocando celuloide, y de ahí en adelante vino todo, el video analógico, por un momento hubo un híbrido entre digital y analógico hasta hoy que es todo digital. Y eso se dio en poquito más de una década. Por lo tanto me tocó una época de mucho vértigo y vos te tenías que adaptar. Y un cambio tecnológico te cambia las formas de producción. Antes era mucho más caro. En ese aspecto lo tecnológico nos cambió las maneras de producir y de alguna forma democratizó un poco más”.
A fines de la década de los noventa te instalás en Colombia y viviste los años del uribismo
Claro, yo llegué a Colombia a finales de Samper. El tema de Colombia es para hablar días, porque es otro mundo. Recién con Petro en cien años tienen la primera experiencia de izquierda. En los años cuarenta la CIA mandó asesinar a Gaitán para que no existiera una experiencia popular, como la de Perón. Hay dos derechas en Colombia, la derecha financiera es Santos, que quería la paz porque las multinacionales empezaron a exigirla para hacer negocios. Es una derecha que supuestamente es un poco más progresista. Y la derecha pura y dura, la que representó Uribe en las últimas décadas, es la de los terratenientes. El uribismo representa a los terratenientes, a la oligarquía más rancia. Y sí, pasé por todo eso. Fueron períodos de terror mucho mayores que en los otros gobiernos. Porque uno sentía que desde el Estado se estaban propiciando las masacres. Cuando el ejército, por una cuestión de legalidad y visión internacional no podía realizarlas directamente, liberaban zonas y ahí entraban los paramilitares y masacraban. Por eso seguía existiendo la guerrilla. Colombia está enclavado en un lugar estratégico y por eso están las bases norteamericanas. No es casual el plan Colombia, que no era para erradicar el cultivo de Coca, era para mantener el orden existente.
¿Y qué sucedió con ese proceso? ¿Cómo llega Petro? Llega por ese levantamiento juvenil impresionante que nos tuvo unos meses a todos 24 horas mirando qué pasaba. Tomaron conciencia y pusieron el pecho. Había levantamientos y noche tras noche le pelearon a Duque, a la policía, al departamento de seguridad, al ejército. Fue un despertar impresionante de conciencia y entendieron que tenía que haber universidad pública, que tenía que haber trabajo y derechos laborales, que tenía que haber jubilaciones. Había, pero para una elite. Y algo que permitió la tecnología es que se transmitió todo, desde miles y miles de celulares. No pudieron negar la violación a los derechos humanos. Hoy en día con el desarrollo de lo audiovisual está todo o transmitido, o fotografiado, o grabado.
¿Cuando llegaste a Uruguay?
En los últimos días de diciembre del 2013. De Colombia volví un año a Misiones, ahí filmé el documental Ríos libres. Y me vine para acá con mi compañera. Yo siempre he sido muy latinoamericanista así que ir a otros lugares me parecía genial. Hoy en día se puede seguir haciendo las cosas y los proyectos no dejan de plasmarse. Pero además estamos cerca, es diferente a cuando vivía en Colombia que sí está más desconectada de Argentina. Yo me siento en Uruguay como si estuviera en Misiones. Y cuando llegué terminé el documental Ríos libres y empecé a vincularme un poco. Un día vi un llamado a concurso en el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca para un perfil como el mío, me presenté y terminé quedando. Ahí estuve como cuatro años y medio en la unidad de comunicaciones que centralizó las comunicaciones del Ministerio de Ganadería. Cuando llegué me encontré con que se quería renovar un poco, y empezamos a innovar. Y empecé a ver que además de las cosas cotidianas que uno tenía que hacer como transmitir conferencias de prensa, existía la posibilidad de ir a las fuentes y pensé en hacer documentales. La idea era conectar campo y ciudad porque las autoridades entendían que había una brecha. Viajé varias veces hasta el último rincón del país y y se me ocurrió hacer una serie que se llamó “agrocultores”, un juego de palabras. Lo hicimos como una serie web, con historias de vida. Cuando se cumplieron los diez años de la trazabilidad bovina se hizo una conmemoración, quedé a cargo de hacer ese audiovisual y me divertí mucho. Investigué la historia de la ganadería desde Hernandarias, cómo fue el tema de las marcas y señales, cómo arrancaron los saladeros. Fue una posibilidad de incursionar mucho más en la historia del Uruguay y de la región en general. Eso fue en la época de Mujica, la conmemoración fue en el parlamento, y se pasó ese video. Era como una línea de tiempo enciclopédica que iba narrando en ocho minutos esa historia, de la primera tropa de ganado a la actualidad, con la trazabilidad. Uruguay es el único país del mundo que tiene el cien por ciento de su ganado trazado. Es impresionante esa política pública.
En Basilicia también contás parte de la historia de Misiones a partir de la represión puntual que costó la vida de quien le da nombre a la película.
Basilicia trata de una masacre que se produce en 1936 contra inmigrantes que llegaban a Misiones con tierra garantizada. Eran alemanes, suizos, polacos, bielorrusos, ucranianos. Algunos países en esos años no existían como ahora, pero eran de esas regiones. Y el estado les garantizaba la tierra para que plantaran yerba. Pero los precios se desploman por un acuerdo con Brasil y entran en crisis. Intentaron diversificarse con otros productos. Trataron de plantar tabaco, que no es rentable a la larga pero es un cultivo de rápida venta. Y también eran estafados, por lo que estaban en una miseria absoluta, como cuando estaban en Europa. Entonces se organizan para manifestarse y son emboscados con actuación de un comisario y ayuda civil de los acopiadores. Una cuestión de clase. Ahí muere esta niña. Y ese es un punto de partida para la película, porque esa historia fue bisagra. A partir de ahí Misiones tiene una historia muy fuerte de organización de movimiento agrario. Nunca se paró de luchar por el precio de los productos, porque nunca más se arregló ese problema.
Y la idea fue que a través de una Basilicia poética, que sigue viviendo en la memoria popular, se vaya narrando esta historia hasta llegar a la actualidad y que termine con un mensaje alentador. Hay que juntarse, formar comunidad, para que se pueda tener éxito en las luchas. Y se trata también de revalorizar el papel de la mujer. La mujer fue indispensable en las luchas agrarias de toda la región pero en Misiones se vio muy patente. Ellas llevaron adelante las luchas y aún hoy cuando hay crisis nuevamente ellas alientan en la familia la cuestión de hacer otro tipo de cultivos, alimentos sanos y de romper con el intermediario. Ahí se genera un proyecto de ferias francas, que ya lleva más de diez años. Y fue llevado adelante por las mujeres del movimiento agrario misionero. Los hombres desconfiaban de esa situación, les daba vergüenza. Y fue un éxito de economía popular y familiar, resolvió un montón de problemas.
Hay una ficcionalización de la investigación en el documental
Eso tiene que ver con la locura de estos procesos de investigación que se dan para una película. Estábamos en pandemia, apenas habíamos iniciado el proyecto para presentar al INCAA, me pongo investigar y descubro que en Buenos Aires hay un muchacho que es sobrino nieto de Basilicia. Después me vengo a enterar que es un militante de izquierda, periodista, escritor. Yo me conecto a través de las redes sociales y el mismo día que le escribí me contestó, y me dijo «yo estoy todo el tiempo atrás de ese tema, viví con mi abuelo, hermano de Basilicia, y trato de sacar a luz lo que le pasó a mi tía abuela». Así que lo metimos en la historia. A mí se me ocurrió en ese momento, conversando con Gastón (Gularte), amigo y hermano con el que codirigimos, el que hubieran dos periodistas investigando sobre la situación en Misiones, que se contacten con el sobrino nieto de Basilicia y que venga a ayudarlos. Pero es y no es ficción, porque él es verdaderamente el sobrino nieto. Y para él la emoción era enorme. Nunca había ido a Misiones, y habló con viejos ucranianos que sabían la historia, que conocían a su familia. Fue una linda experiencia haber podido meter a la familia, a los descendientes, ahí cerrás un círculo.
¿Qué trayectoria ha seguido desde que terminaron de filmarla? Justo es en momento de crisis para la industria cinematográfica argentina.
Bueno, en medio de todo ese contexto al menos pudimos terminar la película, pero hay un proceso administrativo en el INCAA que se demoró por lo que no podíamos estrenar. Finalmente tenemos fecha, el tres de abril se estrena en el Gaumont, en Buenos Aires. Y eso ya nos habilita para estrenar en Misiones y otras provincias. Mientras hemos estado enviándola a festivales. En 2023 se presentó como pre estreno en el 20° Festival Internacional de Cortometrajes “Oberá en Cortos”, ganó premio a mejor dirección en el 4° Festival de Cine en Las Sierras en San Luis (Argentina), fue seleccionada también para la 14ª edición del Festival de Cine Verde de Barichara FESTIVER (Colombia) y para la sección “Tejiendo Naciones” del Encuentro de Cine de Putumayo (Colombia) y para el Festival de Cine Manabí Profundo de Ecuador. Y ganó el premio a Mejor Película Documental en el Caracas Iberoamerican Film Festival (Venezuela) de 2024.
Y todo en este momento es motivo de festejo porque hay un ataque brutal de la derecha contra la cultura en general y contra el cine en particular. En Uruguay tengo muchas invitaciones de distintos lugares del país donde ya estuve con Ríos Libros. El año que viene vamos a estar circulando, pero primero tenemos que poder estrenar.
Basilicia “Cuando la historia la escriben los que luchan”. Argentina, 2024. Realizadores: Gustavo Carbonell – Gastón Gularte. Producción: Carlos Eves Pedroso – Marisa Hassan. Casa productora: DETRÁS DEL SOL. Misiones, Argentina.
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