En 2008, Michael Sean Winters, publicó Left at the Altar: How the Democrats Lost the Catholics, and How the Catholics Can Save Democrats, en donde analiza la evolución histórica y política de la coalición entre el Partido Demócrata y la Iglesia Católica a lo largo del siglo XX. Winters sostiene que entre 1930 y 1960 existió una coalición entre ambos, basada en tres principios: la importancia del estado en la regulación económica, el equilibrio entre capital y trabajo para lograr un capitalismo justo, y el diseño institucional orientado hacia el bien común.
Sin embargo, a partir de los años 60, cambios culturales y políticos en la sociedad estadounidense y en el catolicismo quebraron esta coalición que parecía indestructible. Lo que antes se percibía como un bloque monolítico, el “voto católico,” comenzó a fragmentarse. Winters, para mostrar la ruptura entre Partido Demócrata y los católicos, utiliza la imagen de que “fueron abandonados en el altar.” No obstante, esta soltería política no duró mucho. Gradualmente, los católicos comenzaron a identificarse con el Partido Republicano, que adoptó una defensa más explícita de los valores religiosos que fundaban a la nación.
En su capítulo final, Winters reflexiona sobre el potencial de un renacimiento en la alianza entre los católicos y los demócratas, impulsado por el creciente peso político del voto latino y su énfasis en los derechos de los migrantes. No obstante, las elecciones recientes han frustrado esta expectativa: el 58% del voto católico respaldó a Donald Trump, mientras que solo el 40% apoyó a Kamala Harris. Además, dentro de los votantes latinos, el respaldo a Trump creció del 32% en 2020 al 45% en estas elecciones.
¿Qué es el voto católico?
Un tema recurrente en el debate público estadounidense es si realmente existe un “voto católico.” Este concepto es problemático, ya que presupone una homogeneidad que no refleja la diversidad de una comunidad marcada por las tensiones internas y a la polarización entre los católicos que priorizan la justicia social, y aquellos que enfocan su agenda en temas de moral fundamental como el aborto, la eutanasia y la libertad religiosa. Esta fragmentación genera alianzas políticas que dividen a la Iglesia Católica y la alinean con los dos partidos principales, dependiendo de la postura adoptada en la confrontación valórica entre progresistas y conservadores que ha dominado la política estadounidense durante los últimos cincuenta años.
Esto plantea preguntas clave: ¿cómo surgió y evolucionó esta conexión?, ¿qué elementos de esa relación persisten o se han transformado?, y ¿qué factores han conducido a una fragmentación tan marcada?
Hacia el nacimiento de una nueva alianza
El origen del vínculo entre el catolicismo y el Partido Demócrata en Estados Unidos se encuentra en las experiencias de las comunidades inmigrantes católicas (irlandesas, italianas, polacas y alemanas) que arribaron al país entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Estas comunidades enfrentaron, precariedad económica y exclusión social. En respuesta, las parroquias católicas se convirtieron en espacios de refugio espiritual y cultural, promoviendo el apoyo mutuo a través de escuelas, organizaciones de caridad y sindicatos respaldados por la Iglesia.
En paralelo, el Partido Demócrata, tras abandonar su asociación histórica con el esclavismo en el sur, se posicionó como el partido de los trabajadores urbanos y los inmigrantes. Las parroquias católicas, ya establecidas como centros de cohesión comunitaria, movilizaron a sus fieles para apoyar políticas que beneficiaban a las clases trabajadoras. Este matrimonio político se consolidó con el New Deal de Franklin Delano Roosevelt, que incorporó principios clave de la doctrina social católica como el bien común, el salario justo y la protección social. El sacerdote John A. Ryan fue una figura central en este proceso, adaptando los principios de la encíclica Rerum Novarum al contexto estadounidense y colaborando estrechamente con Roosevelt para legitimar estas políticas entre los católicos.
Este vínculo también ayudó a superar los prejuicios anticatólicos en una sociedad predominantemente protestante, consolidando al catolicismo como una fuerza moral y cívica positiva dentro del tejido social estadounidense. En las dos décadas siguientes, los católicos se integraron plenamente en la vida pública, consolidando una alianza con el Partido Demócrata que parecía indisoluble.
El modelo americano de libertad religiosa y su influencia en la doctrina católica
La integración de los católicos en la vida política estadounidense requirió un replanteamiento de posturas tradicionales respecto a la relación iglesia-estado. El sacerdote jesuita John Courtney Murray jugó un papel crucial en esta evolución, argumentando que el modelo estadounidense de separación entre iglesia-estado era compatible con la doctrina católica. Murray defendió la libertad religiosa como un derecho humano fundamental, basado en la dignidad de la persona. Este planteamiento influyó significativamente en la declaración conciliar Dignitatis Humanae (1965), que proclamó la libertad religiosa el valor fundamental que debe cuidar todo régimen político que se identifique como justo.
Este desarrollo doctrinal no solo legitimó la participación de los católicos en la democracia estadounidense, sino que asumió que la libertad de conciencia y la diversidad política pasaron a ser valores centrales en la interacción entre convicciones personales y vida política.
¿Un presidente católico?
La elección de John F. Kennedy en 1960, el primer presidente católico de Estados Unidos puso la relación entre catolicismo y vida pública americana nuevamente en discusión. Su elección suscitó preguntas sobre la relación entre sus convicciones religiosas y su fidelidad a la Constitución, que consagra la separación entre iglesia-estado. En un discurso histórico en Houston, Kennedy reafirmó su compromiso con los principios constitucionales, y dijo que sus convicciones privadas no iban a influir en su agenda de gobernante.
Aunque la presidencia de Kennedy fue el culmen de la integración católica en la política estadounidense, a través del Partido Demócrata, las transformaciones culturales y sociales de los años 60 comenzaron a erosionar la relación. Estas tensiones darían paso a un nuevo y complejo panorama político en el que las alianzas tradicionales se reconfigurarían significativamente.
Derechos civiles, Vietnam y Roe v. Wade
A pesar de la aparente estabilidad lograda en las décadas de 1940 y 1950, los años 60 y 70 trajeron desafíos significativos que fracturaron la alianza entre católicos y demócratas. Tres cuestiones resultaron particularmente divisivas: los derechos civiles, la guerra de Vietnam y el fallo Roe v. Wade.
Aunque muchos católicos apoyaron la lucha por la igualdad racial como un imperativo de justicia social, otros reaccionaron con hostilidad. Este desencuentro debilitó el apoyo de algunos católicos al Partido Demócrata. La guerra intensificó las divisiones generacionales dentro del catolicismo. Mientras que los mayores apoyaban el conflicto como una lucha contra el comunismo, los jóvenes, influidos por los movimientos pacifistas, se opusieron vehementemente. Por otra parte, el fallo de la Corte Suprema en 1973, que reconoció el aborto como un derecho constitucional, profundizó las divisiones entre los católicos, alineando a algunos con los demócratas y a otros con los republicanos en función de sus posturas sobre el derecho a la vida. Estas tensiones marcaron el inicio de la llamada “guerra cultural,” que definió nuevas lealtades políticas basadas en valores religiosos y sociales divergentes, y que viene marcando la vida pública americana de los últimos cincuenta años.
La doctrina Cuomo y la separación entre convicciones privadas y función pública
En 1984, el político católico demócrata Mario Cuomo, gobernador de Nueva York, abordó la compleja relación entre convicciones religiosas y función pública. En este discurso, Cuomo defendió que, aunque un político católico podía estar personalmente en contra del aborto, no podía imponer sus creencias en una sociedad pluralista. Según Cuomo, el deber del gobernante era representar a todos los ciudadanos, no solo a los católicos, y buscar políticas que redujeran la incidencia del aborto mediante la educación y el apoyo social, en lugar de prohibirlo directamente.
Esta postura, conocida como la “doctrina Cuomo,” intentó armonizar la pertenencia a una tradición religiosa con el compromiso democrático. Sin embargo, en vez de recomponer la relación entre el catolicismo y el Partido Demócrata, y la unidad política de los católicos, generó una profundización de la polarización interna del catolicismo y una fuerte respuesta de la jerarquía católica, que consideraba que la defensa de la vida desde la concepción no era solo un principio religioso, sino un fundamento moral de la sociedad. Durante las décadas de 1980 y 1990, líderes como Ronald Reagan y George W. Bush capitalizaron el descontento de los católicos conservadores con el Partido Demócrata, posicionando al Partido Republicano como defensor de los valores pro-vida y la libertad religiosa. Esta estrategia consolidó la alianza entre los republicanos y los movimientos religiosos conservadores.
¿Un segundo presidente católico? Primer acto
La candidatura de John Kerry en 2004, el primer candidato presidencial católico desde John F. Kennedy evidenció las tensiones entre los católicos y el Partido Demócrata. Kerry, influido por la doctrina Cuomo, afirmaba estar personalmente en contra del aborto, pero defendía el derecho de las mujeres a decidir. Su postura, junto con su apoyo al matrimonio igualitario, generó críticas de los sectores más conservadores de la Iglesia Católica, que cuestionaron su coherencia con la doctrina moral católica.
La politización de estos temas llevó a que figuras prominentes de la Iglesia negaran la comunión a políticos católicos que apoyaban el aborto. Mientras tanto, George W. Bush consolidó su apoyo entre los católicos conservadores al enfocarse en valores tradicionales como la defensa de la vida y el matrimonio, obteniendo el 52% del voto católico en 2004. La candidatura de Kerry dejó en claro las dificultades del Partido Demócrata para reconciliar su agenda progresista con las sensibilidades religiosas de muchos católicos.
Obama vs. Trump. La profundización de la guerra cultural
La presidencia de Barack Obama (2009-2017) profundizó la polarización política entre los católicos. Aunque Obama contó inicialmente con un apoyo significativo de esta comunidad, su agenda progresista en temas sociales, la implementación del Affordable Care Act (ACA), con su mandato de cobertura de anticonceptivos, fue vista por muchas instituciones católicas como una violación de la libertad religiosa, a pesar de las exenciones ofrecidas.
Por su parte, la primera presidencia de Donald Trump (2017-2021) representó una reacción conservadora a las políticas de Obama. Trump se posicionó como defensor de valores tradicionales, atrayendo a una parte significativa de los católicos conservadores, especialmente aquellos preocupados por el aborto y la libertad religiosa. Su nombramiento de tres jueces católicos conservadores para la Corte Suprema fortaleció su apoyo entre este grupo, mientras que profundizó la alienación con los demócratas, percibidos como promotores de una agenda cultural opuesta.
¿Un segundo presidente católico? Segundo acto
La presidencia de Joe Biden (2021-2025), el segundo presidente católico en la historia de Estados Unidos ha intensificado las divisiones dentro de la comunidad católica. Aunque Biden se presenta como un líder devoto, su respaldo a políticas progresistas ha generado controversia. Su administración ha continuado promoviendo políticas identitarias relacionadas con el género y la diversidad, percibidas por muchos católicos como una amenaza a los valores tradicionales.
El debate sobre si Biden y otros políticos católicos, como Nancy Pelosi, deberían recibir la comunión refleja las profundas divisiones dentro de la Iglesia. Mientras algunos sectores ven estas posturas como incompatibles con la fe, otros argumentan que la libertad de conciencia debe prevalecer en una democracia pluralista.
¿Hacia un nuevo matrimonio? El voto católico y Donald Trump
Aunque Donald Trump obtuvo un respaldo significativo entre los católicos en las elecciones recientes, pensar en un “nuevo matrimonio” político es problemático. La fragmentación interna del catolicismo estadounidense hace poco plausible la existencia de un bloque político unificado. Con relación a este punto, existen tres factores clave impiden la cohesión del voto católico: En primer lugar, las prioridades de los católicos varían ampliamente reflejando preocupaciones y agendas distintas. En segundo lugar, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha adoptado la libertad religiosa y la diversidad política como valores fundamentales, descartando la necesidad de un alineamiento político monolítico. En tercer lugar, la guerra cultural ha exacerbado las divisiones, alineando a los católicos con partidos opuestos según cómo prioricen los distintos aspectos de la doctrina católica.
En conclusión, más que unificar a los católicos bajo una sola bandera política, y un nuevo matrimonio político con los republicanos, el contexto actual demanda el reconocimiento de la pluralidad de posturas dentro de esta comunidad. Esto refleja no solo el respeto por la libertad de conciencia, sino también la complejidad de la interacción entre religión y vida pública en una democracia pluralista.
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