Los chicos de los Andes por Cristina Morán

Se cumplieron 48 años de aquel 13 de octubre cuando llegó la noticia de un avión caído en los Andes, el vuelo 571 de la Fuerza Área Uruguaya que trasladaba al equipo de rugby acompañado por familiares y amigos. Los jóvenes rugbistas disputarían en Chile un partido con sus colegas chilenos. El avión nunca llegó a destino. Quedó en la nieve de la cordillera de los Andes con sus pasajeros, heridos unos, y desgraciadamente, muertos otros. Fue entonces ese 13 de octubre, cuando Uruguay estaba viviendo los descuentos que lo llevarían a protagonizar y escribir una de las páginas más dolorosas de su joven existencia: una dictadura cívico militar que como tal, se llevó por delante todo nuestro sistema democrático con las consecuencias que conocemos, ese día l3, decía, el avión rompió sus alas impactando con las montañas para rápidamente caer y quedar su fuselaje semi hundido en la nieves de octubre de la inmensa cordillera de los Andes. Cuarenta y ochos después la historia, la tragedia, la odisea, el milagro  sigue tan vivo en ellos como si el tiempo no hubiera pasado. El programa de televisión que hago los días martes en Canal 4 me permitió el reencuentro con cuatro de ellos: Roberto Canessa, Roy Harley, Carlos Páez y Álvaro Mangino compartieron distintos momentos de sus historias, para siempre unidas a cada una de las de los otros doce sobrevivientes y a las que no pudieron ser de los veintinueve compañeros y familiares que no lograron escapar a la muerte, al igual que quienes tripularon la aeronave. Vaya para ellos el recuerdo emocionado y respetuoso de esta mujer que, en la distancia vivió la tragedia tan de cerca. Aún conociéndolos, aún habiendo leído, aún viendo la historia en el cine, estos hombres, estos sobrevivientes no dejan de sorprenderme: la sincera claridad de Álvaro Mangino,” las cordilleras” de Carlos Páez, los relatos de Roy Harley, la pasión de Roberto Canessa en la evocación, el tono poético y el humor que contagió a todos quienes rodeábamos la mesa que invita a relajarse, a sincerarse, a escucharse, el respeto de cada uno por el otro, por el que hacía conocer esa parte de su historia que algunos o muchos, no sé, no conocíamos. El 23 de diciembre también se cumplen los mismos cuarenta y ocho años: los de su encuentro y el regreso a casa luego de sobrevivir setenta y dos días con el acecho permanente de la muerte para la que, las vidas que ya había arrebatado, no hubieran sido suficientes. Gracias por el canto y agradecimiento a la vida, eternos chicos de los Andes. Es todo por hoy. Hasta la próxima. Que seas feliz. Ahora y siempre.

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