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Muerta insepulta espera su relevo por Ruben Montedonico

Muerta insepulta espera su relevo por Ruben Montedonico
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“(…) de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”: Presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, hablando al pueblo tras decidir no dejarse capturar.

La anarquista ítalo-uruguaya Luce Fabbri contestaba una entrevista -hace 20 años- a Massimo Annibale Rossi: “(…) suele ocurrir que cuando se quiere todo, no se obtiene nada”. Pinochet (y entorno), con su Constitución de 1980 suponía que hacía una obra definitiva, intemporal: duró hasta que los jóvenes chilenos tomaron las calles, se levantaron, la zarandearon y quedó sometida a su próxima desaparición.
Si Luce viviera habría comprobado el acerto de su pensamiento y que al igual que Mussolini, la partidocracia corrupta y la iglesia que lo acompañaba se agrietó y cimbró; en Chile se sacudió el andamiaje jurídico pinochetista arrastrando un heredado sistema político que se pretende cambiar. Pero Luce era finita y contestaba desde sus 92 años. Paolo Finzi, coordinador de la itálica mensual Rivista Anarchica, sostenía que «La vida, los nuevos fermentos, están en la calle; diferentes y mutables, pero reales».
Hoy los diarios y las agencias informativas llenan de calificativos lo sucedido el pasado domingo, mientras revuelven en la historia para ver si de ella pueden obtener algo para incorporar a sus notas y despachos. Lo que sucede en ese país es algo que se llega a entender un poco cuando -por lo menos- nos asomamos a las últimas movilizaciones, precedidas por años con otras. Lo de 2019 y la consecuencia esperada, contable tras el escrutinio plebiscitario, es la agonía de una herramienta que sirvió a la dictadura y a subsiguientes gobiernos que se avinieron a su égida.
Una lectura de resultados nos indica que quienes votaron y quedaron en minoría pertenecen en su mayoría a las capas más altas de la clase media; pero entonces, si medimos con igual método a los que sufragaron por el cambio y ganaron en 341 (de 346) comunas, encontramos que miles son voluntades pequeñoburguesas, considerando en el caso los triunfos, con apoyo mesocrático, en 7 de las 10 mejores de ellas según sus niveles educativos.
Lo que vendrá será resultado de otra etapa en la cual no deben hacerse a un lado los animadores principales que dieron este paso, sin por ello tomar los deseos por realidades o -sobredimensionando lo ocurrido- se le atribuyan equivalencias con la historia del asalto a algún aristocrático palacio.
Si se ubica el hecho dentro de coordenadas de toda lógica, se trata de un paso inicial de cambio cuyo resultado en el mediano plazo será consecuencia de confrontaciones sociales, choques ideológicos entre corrientes diversas, de lo cual emergerá un texto que se pondrá a consideración ciudadana. Por el momento, lo alentador, además del seguro pase al archivo definitivo del vigente modelo, es que la redacción estará a cargo de 155 integrantes de un cuerpo que se escogerá por voto popular el próximo abril. Quiere decir que antes de pensar qué incluir en el nuevo texto, la izquierda debe hacer campaña electoral para ganar redactores constituyentes y plasmar sus ideas en el proyecto de futura carta magna.
Asimismo, de resultar eso satisfactorio, cabe esperar que la actuación de los representantes esté acompañada de la difusión y, sin duda, de la agitación paralela a cargo -fundamentalmente- de numerosos grupos de jóvenes, sindicatos, trabajadores y profesionales liberales junto con universitarios e intelectuales. Como se estima, la meta es aún lejana y hay que esperar reacciones de los afectados (según el conteo, 20% de los votantes, sumando entre ellos a los grandes dueños de medios informativos), pensar en la inscripción límite de candidatos el 11 enero para la elección del 11 de abril, en el texto que habrán de preparar en un tiempo máximo hasta octubre de 2021 y una convocatoria plebiscitaria posterior, probablemente en el verano (meridional) de 2022.
Sebastián Piñera queda así a salvo de todo relevo -en principio- y se asegura cumplir como mandatario, por segunda ocasión, su período que finaliza el 1º. de marzo del 22.
En una semana prometedora fue central el triunfo del MAS en Bolivia: en nota anterior señalamos que allí la izquierda enfrenta a las derechas en una brega política distinta de lo jurídico o lo económico. El mundo vive tiempos donde las democracias significan, crecientemente, obstáculos a sectores y políticos conservadores en el mundo, los que resuelven acotarlas. Por otra parte, seguimos sosteniendo que es principal para aquellos que quieran retomar espacios progresistas recurrir a cambios dialécticos de calidad que transformen la cantidad.
Molesta al conservadurismo el ejercicio representativo “en tiempos de agotamiento hegemónico neoliberal: la democracia se presenta como un estorbo”, advierte García Linera en una entrevista, que en buena parte compartimos. Eso “no va a cambiar” y “(…) si hay que meter bala y entrar por la ventana al gobierno, pues hay que hacerlo, y la derecha, en su desesperación, comienza a apostar cada vez más a ello”.
Con referencia al próximo martes en Estados Unidos, señala que Trump siembra “dudas si va a trasmitir el gobierno en el caso que pierda: eso era impensable en una democracia tan antigua”. Agrega: “La hipótesis es que está llegando un tiempo en el que los portadores de esta hegemonía cansada sienten que la democracia es un estorbo”, en tanto el progresismo ha ido adaptando el sistema como una herramienta. “No es que la democracia sea la emancipación: es sobre ella que se pueden pensar procesos de mayor democratización. (…) A medida que lo popular se apropia del hecho democrático, las fuerzas conservadoras van perdiendo el control y van distanciándose de este porque ya no sirve a sus intereses”.
Rubrica afirmando: “Les servía cuando había consenso general (…): libre mercado, globalización, privatizaciones, emprendedurismo. Pero cuando surge otro proyecto y comienza a ganar votos, pues entonces dicen es demasiada democracia”.

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