En todo el mundo desarrollado se nota un avance de fuerzas reaccionarias de derecha.
El caso de la elección de Donald Trump como presidente yanqui no requiere comentarios.
Europa muestra un rompecabezas difícil de entender y que sin duda es multicausal.
No se puede adjudicar solo a la inmigración masiva la responsabilidad de este fenómeno.
El Frente Nacional en Francia nace en 1972 con Le Pen y continúa con su hija Marine hasta hoy
En Austria, los Países Bajos, Italia, Grecia, Suecia, Alemania, los partidos neonazis o de extrema
derecha tienen un gran crecimiento y en algunos casos casi llegan a acceder al gobierno.
América Latina luego de las terribles décadas de los setenta y ochenta parecía haber llegado a
un sistema democrático donde se eligen libremente gobiernos de diversas ideologías.
Quizás con la única excepción de Chile donde la dictadura militar logró cierta base social, en el
resto de los países latinoamericanos los seguidores de regímenes autoritarios fueron minorías.
Pero en los últimos tiempos una luz amarilla de alerta se prende y hay que estar atentos.
En Brasil el diputado Jair Bolsonaro proclama ideas dignas de la Edad Media, reivindicando el
racismo, la homofobia, la tortura y la pena de muerte como banderas políticas para su país.
Y logra con ese discurso alarmantes índices de popularidad en las encuestas de opinión.
En Chile el pinochetista José Antonio Kast logró el domingo pasado el 8% de los votos.
En Uruguay más allá de algún milico trasnochado que lanza anónimas amenazas de muerte
contra algunas personalidades públicas, la ideología neonazi es prácticamente inexistente.
Solo por oportunismo o mala leche se puede catalogar a Luis Lacalle Pou de extrema derecha.
El gran desafío que enfrenta la democracia como modelo político es mostrar que, con sus
imperfecciones, es el mejor sistema de gobierno logrado por el ser humano hasta hoy.
Es imprescindible que la educación ciudadana se extienda a las nuevas generaciones, que
pueden dar por asumido como algo eterno e inamovible la vigencia de sus derechos.
Los libertades que tenemos son producto de viejas luchas populares, no fueron regalo de
nadie y la persistencia de nuestra república exige como deber ciudadano el defenderla.
Con autoritarios e intolerantes, nada.
Alfredo García
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