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Cuatro personajes en busca de autora

Cuatro personajes en busca de autora
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Como nos contara Josefina Trías hace algunas semanas (Voces N°783) su obra Llamaste a Walter es anterior, al menos en su concepción, a Terrorismo emocional, el espectáculo que el pasado sábado 4 de junio celebró su función número 100 en la sala principal de Teatro Solís. Llamaste a Walter tiene por un lado un disparador formal: el interés de la autora por la épica familiar de la tradición dramática norteamericana. En particular la actriz y dramaturga quedó impactada por una versión de The American Clock, una obra de Arthur Miller en la que se rastrea cómo impacta en una familia la crisis del 29. Y “¿Llamaste a Walter?” es un latiguillo que en el contexto familiar de Trías tiene contenido bien concreto, y se vincula a los años de la crisis que nuestro país sufrió en el 2002. Esos entonces fueron los disparadores de la obra que terminó completando hace pocas semanas un ciclo titulado “Clara en el Solís” en donde, además de Terrorismo emocional el 4 se presentó Llamaste a Walter del 14 al 19 de junio en la Zavala Muniz.

Llamaste a Walter comienza dando algunas pistas sobre el abordaje estético ya desde la presentación con una versión de Milonga de Manuel Flores, el poema de J.L. Borges musicalizado por Eduardo Darnauchans en su disco debut Canción de muchacho. Pero la versión que el equipo canta y baila al comienzo del espectáculo está más cerca de la de Eté & Los Problems que la del Darno. En este gesto inicial se configuran un puente generacional y un contraste temático-estético. El puente generacional se establece por esas dos versiones de una misma canción, la versión elegíaca de Darnauchans deja paso a un espacio más rockero (que germinalmente ya estaba en la original). Pero ese puente generacional también sirve para subrayar como un tema “trágico” como la muerte es abordado con una energía más bien celebratoria. La crisis, parecen decirnos desde el principio en la obra, será abordada desde la comedia, no desde la tragedia. Y si tomamos a Llamaste a Walter como precuela de Terrorismo emocional también podemos percibir la enorme diferencia con que las dos generaciones que las protagonizan conciben el amor y la construcción de una familia.

En Llamaste a Walter estamos ante una familia de clase media, heredera de un inmueble importante y con un gran bagaje cultural, pero que es incapaz de atravesar la crisis económica manteniendo la forma de vida anterior a la crisis. El padre de familia ha quedado desocupado y es la madre, profesional, la responsable de obtener algunos magros ingresos económicos. Una Clara adolescente es quien estructura la historia, y en algunos breves pasajes del espectáculo veremos a los personajes conscientes de sí mismos reclamándole a la autora por algunas situaciones que no termina de resolver. Clara y su hermano deben abandonar el colegio, atraviesan algunas formas de “discriminación” por el deterioro económica y se “refugian” dentro de una casa que la familia ya ni siquiera logra calefaccionar.

La dupla padre madre, excelentemente interpretada por Fernando Canto y Jenny Galván, es la que sin embargo más abrumadoramente vive la crisis. En particular Canto transmite la desazón que su personaje siente al no poder cumplir su “rol” de proveedor. La depresión ronda la familia, y quien nunca parece perder la calma es el personaje que encarna Galván, hasta que una situación particularmente crítica obliga a tomar medidas “reales”.

Como decíamos antes, la situación de crisis, que llevó a la miseria, el exilio y hasta el suicidio a miles de personas en nuestro país hace solo un par de décadas, no es tratada desde un punto de vista  dramático. Hay un “distanciamiento” intrínseco en la puesta en escena, un juego teatral en el que el código por momentos se explicita y en que el humor aparece en cada rincón de esa casa que va reduciendo los espacios habitables. Es esa puesta a la comedia la que hace soportable la indignidad que debió haber representado para una pareja madura el asumir que no se puede pagar el almacén, ni el colegio, ni el auto, y que se deban vender libros y discos para subsistir. Como Trías narrara, esta obra parte de algunas situaciones personales, pero intenta retratar como afectó a la crisis a todo un sector social, no a una familia en particular. El ataque a la dignidad individual por la pérdida de estatus seguramente lo sufrieron más las familias de clase media como la de Clara que las que apenas subsistían ya en 2002. Esos sectores atravesaron dificultades de otro tipo. Rescatate, de Gustavo Bouzas, fue uno de los primeros espectáculos que abordó la situación de los sectores más sumergidos y marginales. Cheta, de Florencia Caballero, abordó la situación en un punto en que ambos sectores sociales se intersectaban. Lo interesante, desde nuestro punto de vista, es que se vayan sucediendo espectáculos teatrales que aborden este “pasado reciente”, que tomen como insumo para su trabajo a la realidad social concreta en que viven los creadores y las creadoras teatrales.

Vachi Gutiérrez, como directora, parece haber tomado decisiones que dan aire a esta comedia sobre una situación dramática. El vínculo de los personajes con los músicos en vivo subraya algunas sensaciones y dinamiza la propuesta. La forma en que se articulan las escenas dialogadas con los monólogos aparte, en que aparecen las inquietudes personales de cada personaje, lejos de entorpecer la dinámica general ponen pausas que ayudan a la reflexión sobre la dimensión individual de la crisis. Y el contraste entre el dramatismo de la situación y el código estético con que es abordado resulta absolutamente natural. Sería interesante indagar si no hay cierta continuidad entre este trabajo como directora de Gutiérrez con algunas ideas que vemos en Refugio, texto de su autoría que en este momento se encuentra en cartel.

Para volver a tener la posibilidad de ver Llamaste a Walter solo hay que esperar algunas semanas. Se reestrena en la sala principal del Teatro Alianza los viernes de Agosto. No se la pierdan.

 

Llamaste a Walter. Dramaturgia: Josefina Trías. Dirección: Vachi Gutiérrez. Asistente de dirección: Ailín Osta. Elenco: Agustín Martínez Cuello, Fernando Canto, Jenny Galván, Josefina Trías. Música en escena y composición sonora: Agustin Gardill, Rodrigo Curbelo. Diseño de iluminación: Lucía Tayler. Diseño de vestuario: Nutty Perdigón. Diseño de escenografía: Mateo Ponte. Identidad visual y gráfica: Brian Ojeda. Producción: Sofía Antonaz. Prensa & Difusión: Beatriz Benech

 

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.