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El derecho universal a la belleza  por  Alexandra Waltes

El derecho universal a la belleza  por   Alexandra Waltes
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El Art Nouveau, corriente artística nacida del vientre de un impetuoso movimiento creativo que emergió en la segunda mitad del siglo XIX, aterrizó en nuestro país a comienzo del siglo XX cómo una suerte de removedora revolución estética destinada a perdurar en el tiempo.

Cuando acercar el arte a la vida cotidiana y dotar a la peripecia existencial de una impronta creativa cuajó en acto revolucionario, comenzó un inédito proceso que disolvió los límites entre lo artístico y lo cotidiano. En ese contexto, mutó el relacionamiento con la realidad, mediante la búsqueda de experiencias estéticas en todas las dimensiones.

Para las personas con una idea o formación clásica del arte, que piezas cómo los Bichos Locos lleguen a una galería de arte o que haya una muestra de tapas de libros y afiches en un museo, les puede parecer extraño.

Del arte en lo cotidiano

 Con el Art Nouveau desapareció la separación entre artes mayores y artes menores. El arte, al dejar de ser para eruditos y símbolo de estatus social y económico, se socializó y democratizó. En ese marco, no solo se desarrolló en la pintura, escultura y arquitectura, sino también en las artes aplicadas o decorativas.

Bajo el influjo de las ideas de John Ruskin y William Morris el germen creativo que se había desarrollado en la tecnología, gracias a los descubrimientos científicos y su aplicación práctica, devino tierra fértil para artistas y artesanos.

La premisa fue que los objetos cotidianos debían tener valor estético, además de ser asequibles a toda la población, enfatizando el hacer artesanal.                                                                                                        Estéticamente, el Art Noveau posee una evidente inspiración en la naturaleza (las líneas evocan formas orgánicas estilizadas que rellenan todo el espacio (horror vacui)), en cuyo contexto se prefieren las curvas y la asimetría.                                                                                                                                                Algunas de las corrientes artísticas más influyentes surgidas a principios del siglo XX siguieron esta línea de diseño integral.

Inspirándose en el movimiento inglés de William Morris llamado Arts and Crafts, Walter Gropius creó la Bauhaus.  Gropius soñaba con una sociedad alemana más civilizada y menos egoísta y consideraba necesario desarrollar las habilidades prácticas e intelectuales de las nuevas generaciones en una escuela de carácter democrático, con un plan de estudios no convencional, donde cada estudiante siguiera su propio ritmo artístico y personal. Los estudiantes de Bellas Artes debían colaborar con los artesanos, para crear una obra de arte total.

Durante el período en que Theo van Doesburg (creador en buena medida de la Bauhaus que todo el mundo conoce, la de las líneas rectas, la de la simplicidad y la eficacia), impartió clases, la Bauhaus generó todo tipo de diseños, desde barrios enteros a juguetes.

En el mundo empezaron a conocerse las creaciones de la escuela y todos deseaban poseer algún objeto surgido de ese nuevo arte.

Con el ascenso de Hitler al poder, la Bauhaus tenía los días contados. Muchos de los artistas que se formaron allí emigraron y divulgaron la doctrina.

Paralelamente, se desarrolló, en Francia, el Art Deco. Este movimiento, surgido después de la Exposición Universal de 1900 de París, amalgamaba estilos y movimientos diversos de principios del siglo XX, como el ConstructivismoCubismoFuturismo, Fauvismo, Art Nouveau y Bauhaus.

Se expresó a través de todas las artes incluyendo al cine, con elementos inspirados en civilizaciones milenarias como la del Antiguo Egipto.

Este eclecticismo dio al Art Deco solidez e identidad propia: las líneas rectas o aerodinámicas y la simetría. El diseño industrial, la tipografía, la publicidad o la moda no serían lo que conocemos sin este movimiento.

A diferencia de otras corrientes como la Bauhaus, el Art Deco no buscó generar cambios sociales y fue casi puramente decorativo. Expresaba los deseos burgueses de progreso, elegancia y opulencia llevados a la exageración. Al ser el estilo elegido por las estrellas de Hollywood y símbolo del glamour, en menos de un siglo el arte volvía a ser elitista.

A lo cotidiano en el arte

En 1957, Richard Hamilton, uno de los artistas pioneros del Arte Pop inglés, decía: “El arte de mañana será popular, concebido para las masas, efímero, con soluciones a corto plazo, prescindible, fácilmente olvidable; de bajo coste, producido en masa, joven, dirigido a la juventud; ingenioso, sexy, efectista, glamour y un gran negocio”.

Con una motivación política como el Art Nouveau y la Bauhaus, El Pop Art fue un instrumento de denuncia, que se sirvió del humor y la ironía, para criticar ácidamente al consumismo.

Este fenómeno es, en parte, el resultado de las corrientes artísticas de la post guerra. Fue y es provocador, incitante, polémico, cuestiona la idea de originalidad, la superioridad del genio creador, el papel de los críticos, de los historiadores del arte, el concepto de los museos, los criterios de selección y los principios de la museografía.

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