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¿Que dejó el discurso presidencial?

¿Que dejó el discurso presidencial?
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El 2 de marzo el presidente Lacalle concurrió al parlamento para realizar una rendición de cuentas del último año de gobierno. ¿Cumplió las expectativas en su alocución? ¿Fue más balance que anuncios de acciones futuras? ¿Qué le falto a su discurso? ¿Dejó conforme a sus aliados de la coalición? ¿Son de recibo las críticas de la oposición?

Disipando humo POR Eduardo Vaz
La visita al Parlamento, con el sentido de respeto institucional que el propio Presidente y los legisladores le asignaron al hecho, es muy bienvenida.
Los reparos como “le copia a los yanquis”, “es para vender humo”, sucumben ante el mensaje profundo hacia la sociedad que encierra el acto. Que el Presidente reconozca el lugar central del Parlamento y rinda cuentas es muy bueno para la democracia republicana y mucho más hoy día cuando tanta tentación autoritaria anda por el mundo. Ni que hablar si lo inscribimos en el año del 90 aniversario del golpe de Terra y 50 del de Bordaberry.
Lo mismo que el talante de la oposición, capaz de aplaudir en varios pasajes y guardar silencio cuando no compartió. No es un espacio para hinchadas, aunque algunos así lo vivieron.
Cultivar la democracia con su institucionalidad, siempre perfectible pero nunca despreciable, es una de las grandes lecciones que su caída nos dejó con tantos dolores, pérdidas y retrasos en todas las áreas. A todos los partidos, sin excepción.
Es entendible y justificable la mirada positiva que brindó. El Presidente, como jefe del gobierno, debe defender su gestión y rumbo, si no, piénsese por el absurdo lo que sería que fuese a decir que es un desastre lo que ha hecho…Aún más, la sociedad no necesita un bajón oficial y la prédica optimista, con ciertas bases reales por más selectivas que éstas sean, ayuda a sobrellevar la realidad tal cual es.
En cuanto al rumbo que reafirma el Presidente –de paso orienta a quienes no lo conocían-, es más de lo mismo. Lo que es una muestra de coherencia y determinación. Nada de humo.
El dilema Astesiano y la teoría del derrame
Lo preocupante no es el optimismo ni la coherencia del Presidente, sino que verdaderamente crea que el derrame algún día llegará a las mayorías o que no le interese siquiera que llegue. Es análogo al dilema que tuvo al poner a su jefe de seguridad: o pensaba que se redimiría aun sabiendo los antecedentes –que sí conocía- o no le importaban pues creía que a él no lo afectaría. Ustedes juzgarán.
Ahora, la evidencia internacional y nacional –equivalente a antecedentes de Astesiano- es que nunca hubo derrame espontáneo de los ricos a los demás, como confirman nuestros malla oro en estos tres años que no mejoraron los salarios de sus trabajadores siquiera. Solo con políticas públicas redistributivas, fuertes y sostenidas, ha mejorado la vida de las mayorías cuando hubo abundancia y no se ahogaron cuando vino la escasez.
Y, a pesar de los malos resultados obtenidos en los indicadores sociales fundamentales que muestran un claro deterioro en la calidad de vida de las grandes mayorías –aumento de la pobreza, baja de salarios, jubilaciones y pensiones, descenso del consumo interno, inflación elevada en los alimentos, ollas populares, deterioro del sistema de salud en atención y medicamentos, insuficientes ayudas al drama de la sequía, homicidios en alza, por citar algunos problemas de la vida cotidiana-, el Presidente confía que a él y su coalición no los afectará. Ustedes juzgarán.

Reformas necesarias y peligroso rezago cambiario por José Manuel Quijano

El 2 de marzo en la rendición de cuentas el presidente ¿cumplió las expectativas?
Depende las expectativas de quien. Para la coalición de gobierno cumplió probablemente las expectativas. Para la oposición parece que no. Aunque no me queda claro cuáles eran las expectativas de la oposición ni que se propone.
¿Fue más balance que anuncio de acciones futuras?
Fue algo de balance y bastante de acción futura. La reforma educativa que está en marcha; la reforma de aspectos muy relevantes de la seguridad social que está en tratamiento y ajustes, son anuncios de gran trascendencia. Sobre todo porque la educación, primaria pero sobre todo secundaria, está en declive y porque el régimen de jubilaciones y pensiones está quebrado. Y en las últimas dos décadas poco o nada sustancial se ha hecho en estos temas tan relevantes. Además, está el debate muy necesario del contenido de estas reformas que en ambos casos parece difícil de procesar. Al parecer, serán reformas de gobierno no de consenso nacional.
¿Faltó algo?
Siempre falta algo. La política para contener la inflación, que entre otros instrumentos recurre, como se ha hecho tantas veces en Uy, al rezago cambiario, es un serio problema. Nuestra moneda, por emisión de papeles públicos a tasas altas, se ha revalorizado. Si recurre a esa política por periodo corto es problema menor. Si se utiliza por periodo prolongado, como vuelve a ocurrir en Uy, se convierte en un grave problema que es incompatible con el desarrollo económico. Como se ha dicho muchas veces, una vez que usted entra en el rezago cambiaron se hace cada vez más difícil salir. Entiendo que el BCU y el MEF tienen que atender y combatir las presiones inflacionarias, pero no pueden descuidar el daño que le hace a la producción a mediano y largo plazo. Uy puede seguir exportando los productos primarios tradicionales (que desgraciadamente están soportando la sequía) pero las demás exportaciones de resienten al tiempo que las importaciones se abaratan. Se podría decir que el terror al flagelo inflacionario compromete el desarrollo diversificado a mediano y largo plazo. Lo hemos hecho muchas veces en nuestra historia y, si bien las circunstancias no son siempre las mismas, nos ha ido siempre mal. Los marcianos nos persiguen.
¿Qué le parece el alivio impositivo?
Bien. Se dirige a los que menos tienen y el impacto sobre cuentas públicas es moderado.

Un PRESIDENTE con mayúscula por Oscar Licandro
Tal como lo hizo los dos años anteriores, el presidente de la República concurrió el 2 de Marzo al Parlamento a rendir cuentas de su gestión. Esta concurrencia es un importante gesto democrático y republicano, que comunica claramente que las decisiones de todo gobernante deben ser informadas a los ciudadanos. Y esto, en una democracia representativa, debe hacerse en la casa donde residen sus representantes: el Parlamento. Sólo en algunos países democráticos este gesto está institucionalizado y es una tradición, pero la mayoría de ellos son regímenes parlamentarios, donde el presidente o el primer ministro están obligados a practicarlo. Los autócratas y los populistas (de izquierda y de derecha) no rinden cuentas: tan solo reúnen en actos masivos a sus seguidores para hacer demostraciones de su poder y para que les rindan pleitesía. A pesar de ser una democracia plena, y una de las más fuertes del mundo, la democracia uruguaya carecía de ese gesto, salvo algunas excepciones aisladas, como ocurrió durante la presidencia Luis Lacalle Herrera a principios de los 90. Esperemos que este sano ejercicio de humildad republicana (que no es otra cosa que el reconocimiento expreso de que la soberanía radica en los ciudadanos y no en los inquilinos transitorios del poder) se convierta en tradición también en nuestro país.
La decisión de Lacalle Pou de concurrir cada año al Parlamento a rendir cuentas es algo que no sorprendió a quienes conocen sus sólidas convicciones democráticas y republicanas, así como su forma de entender y vivir la política. Para él los gestos y símbolos democráticos son una forma de fortalecer la democracia. De ahí, por ejemplo, la importancia que otorga a los actos en las fechas patria y su decisión de vivir estos cinco años en la residencia que Uruguay destinó para sus presidentes. Algunos descuidan esa simbología y otros, peor aún, la desprecian. Si la rendición de cuentas de los presidentes ante el Parlamento todos los dos de marzo se convierte en tradición, nuestra democracia se verá fortalecida. Y ello será un legado de la presidencia de Lacalle Pou.
El discurso del presidente este el 2 de marzo demostró también su vocación por hacer; esa obsesión por construir y transformar que lleva en la sangre. En estos tres años, y a pesar del tiempo y recursos que tuvo que dedicar a gestionar la pandemia (una de las mejores gestiones a nivel mundial), su gobierno ha hecho mucho y en muchos lugares. Buena parte de su largo discurso, de algo más de una hora, estuvo dedicado a lo que se ha hecho desde cada ministerio de su gobierno. Llegó a la presidencia con un diagnóstico sobre innumerables problemas que tenía el país y con una agenda para abordarlos. Para él no hay diferencia entre problemas grandes y pequeños: es tan importante fortalecer la infraestructura vial del país (durante su gobierno se batirán records en materia de construcción y refacción de rutas y puentes) y dar batalla contra la delincuencia que afecta tremendamente a todos los uruguayos, como encontrar una solución para aumentar las adopciones de niños que no tienen familia, ampliar el vademécum de medicamentos caros que financia el estado, o diseñar un mecanismo que permita acceder a un alquiler a las personas que no tienen la posibilidad de contar con una garantía. Lacalle Pou no llegó para hacer la plancha. Y lo está demostrando.
También el discurso permitió visualizar la vocación de Lacalle Pou por iniciar procesos de transformación que el país necesita imperiosamente. Un ejemplo de ello ha sido su compromiso con la imprescindible reforma de la seguridad social. No ha sido algo fácil ni exento de riesgos políticos, pero con paciencia y valentía fue tejiendo los acuerdos para que durante su gobierno quede aprobada. Esta reforma permitirá la sostenibilidad del sistema de seguridad social, lo hará más justo (al reducir las inequidades actuales que benefician a algunos sectores) e impactará positivamente sobre quienes cobran jubilaciones muy bajas (al establecer subsidios compensatorios). Otro ejemplo es la transformación educativa, que tiene como principal objetivo que nuestros niños y adolescentes adquieran una buena formación que les permita construir su futuro personal. O, como dice el propio presidente: para que puedan ser más libres, ya que sin una buena educación nadie puede ser dueño de su destino. Ésta es seguramente la herramienta más eficiente para disminuir la pobreza. En la misma línea de trabajar pensando en largo plazo se pueden mencionar, a modo de ejemplo: la dura batalla que Lacalle Pou está dando dentro del MERCOSUR para que Uruguay pueda ampliar sus mercados (y así generar más y mejor empleo); el inicio de un proceso para eliminar los asentamientos donde malviven miles de uruguayos; el proyecto para producir agua potable a partir del agua del Río de la Plata; o el primer paso para convertir el IRPF en un verdadero y más justo impuesto a la renta (el que creó el FA es básicamente un impuesto a los salarios).
Antes de llegar a la presidencia, Lacalle Pou fue víctima de una campaña de estigmatización, diseñada y ejecutada rigurosamente por la izquierda política, sindical y mediática. Esa campaña tuvo como objetivo construir un estereotipo negativo de quien era la principal amenaza a su permanencia en el poder. Así se habló del cuquito cheto que nunca trabajó, el “hijo de”, el oligarca a quien no importan los pobres, “pompita”, etc., etc. Bien urdida, la campaña tuvo éxito, aunque no alcanzó para impedir que llegara a la presidencia. Hay encuestas que demuestran que la mitad de quienes votaron partidos de la coalición en octubre, y luego no votaron a Lacalle Pou en noviembre, lo hicieron porque habían “comprado” ese estereotipo. Pero, como dice una frase ampliamente utilizada en estos tiempos, “dato mata relato”. La estatura de estadista que Lacalle Pou demostró desde el primer día, en particular la forma como se plantó ante la pandemia, fue lentamente matando el relato.
En el Parlamento, el 2 de mayo, presenciamos el discurso de un gran estadista. De ahí lo del título: un PRESIDENTE, con letras mayúsculas.

El discurso del Rey

Cristina De Armas

Somos una república, no tenemos monarquía, pero no podemos negar que, aunque ningún censo lo diga, tenemos una clase social que aceptamos, aunque no exista; la clase política.
Como toda clase comparte ciertas particularidades, una de ellas, el concepto de familia, de familia política.
En estos días mi pensamiento no pudo desentenderse de aquel rey de la película y la historia que asumiera el trono en tiempos de pre guerra mundial, en un momento de zozobra institucional por la abdicación de su hermano, teniendo que luchar contra sus propias inseguridades y aspectos de su vida personal, y que ha debido dar un discurso que su padre le impuso como obligación histórica. Un monarca debe llevar en su voz y su presencia tranquilidad y confianza a sus súbditos.

Aún se escuchan puntos de vista que unos y otros comparten sobre lo dicho por el presidente Lacalle Pou en su informe de gestión anual ante el Parlamento. No tiene obligación constitucional o de ningún tipo de hacerlo. Su padre lo hizo antes que él. Es un presidente que ha liderado el país a través de una pandemia mundial y luego una guerra, que persiste, que no es la tercera guerra mundial pero cuyas consecuencias en este nuevo mundo global, sentimos. En lo personal atraviesa una separación familiar y actualmente su gestión se ve opacada por actos de corrupción, delitos, de gente que le es cercana.
Sin embargo se presenta, transmite tranquilidad a la mayoría de la población en lo fundamental, el presidente está de pie, la institucionalidad, fuerte y segura. Frente al resto del gobierno, el poder legislativo, demuestra liderazgo y frente a quienes como debe ser se le oponen, coraje.
A veces no se trata solamente de lo que el político, el líder, el presidente dice, también se trata de lo que transmite. Tranquilidad, confianza, seguridad, liderazgo y coraje.
No parece ser poca cosa.

El Estado de la Unión por Juan Pablo Grandal

Esta relativamente novedosa tradición del Presidente “rindiendo cuentas” personalmente ante el Parlamento me recuerda particularmente a la tradición propia de los Estados Unidos, el famoso “discurso sobre el Estado de la Unión”, en la que el Presidente de aquel país hace efectivamente eso: rinde cuentas sobre el desempeño del gobierno federal durante el año anterior ante el Congreso. Es una instancia que me parece correcta, el simbolismo que tiene el jefe del Ejecutivo yendo a la sede del Legislativo a defender su gestión del Estado frente a los representantes de este poder tiene su peso, más aún con la difusión pública que este acto ha tenido, lo cual no es común a la mayoría de actos protocolares.
En cuanto al contenido del discurso, me pareció generalmente correcto más allá de concordancias y diferencias que tengo con la actual administración, las cuales no necesariamente vienen al caso. Este tipo de actos sirven justamente para que el Presidente defienda los aspectos positivos de su gestión, o que él considera positivos de su gestión, e incluso tocar propuestas más recientes como la rebaja impositiva. Yo entiendo que la oposición debe criticar, me parece más que correcto más aún cuando varios aspectos de la gestión de gobierno (como la seguridad pública, por ejemplo), dejan bastante que desear, pero esperar honestamente que el Presidente Lacalle Pou hiciera autocrítica de su gestión sería pecar de ingenuo. El discurso fue más que correcto, dejó a los propios suficientemente contentos y a ajenos insatisfechos como es esperable pero no furiosos.
Las únicas críticas que he visto de parte de figuras del oficialismo al discurso fueron relacionadas con la reforma tributaria. El Diputado Gustavo Zubía por ejemplo se mostró insatisfecho con el alcance de la reforma, comparándolo con promesas y dichos del ahora Presidente Lacalle Pou cuando ejercía como parlamentario opositor relacionadas a ciertas injusticias inherentes al IASS y su deseo de que este fuera eliminado. Pero, de todas formas, en este tema el Presidente ha quedado bien parado, anunciar una rebaja impositiva en el 99,9% de los casos es bien recibido por la ciudadanía, y más allá de que las críticas de parte de figuras del Frente Amplio al alcance social de la reforma son válidas, el hecho de que sea una reforma mesurada y bastante específica dejó a muchos de los críticos más duros, que hablaban de una reforma deficitaria y demagógica, bastante en offside.
En resumen, no es un discurso particularmente memorable que vaya a quedar en la memoria de futuras generaciones, no tiene mucho de especial. Pero no necesitaba tenerlo, el Presidente rindió cuentas como debía y se manejó muy bien discursivamente. El Presidente Lacalle Pou es claramente un político que va bien preparado a estas instancias y se maneja bastante bien en ellas. Ahora, los discursos son discursos, y la realidad es la realidad. Por sus frutos los conoceréis. Y si bien la gestión de gobierno es positiva en varios aspectos mencionados en el discurso, hay grandes problemáticas que aquejan a miles de orientales, particularmente los más vulnerables, relacionadas a la precariedad laboral, la seguridad pública, el acceso a la vivienda, entre muchas otras, que requieren acción, y de proyectos de país, y de que se mire más bien que a las próximas elecciones, a las futuras generaciones.

Las reglas de juego por Gonzalo Pérez del Castillo

Acaso lo más importante para una convivencia democrática sea acordar y respetar las reglas de juego. En ese sentido los uruguayos podemos estar orgullosos de todo lo que hemos aprendido desde 1985. Y al decir “uruguayos” incluyo especialmente a todos aquellos a quienes, desde entonces, les ha tocado ejercer tanto el gobierno como la oposición.
La rendición de cuentas que hizo el presidente Lacalle ante el parlamento nacional es un acto institucional. El presidente presenta su gestión ante los representantes del pueblo. Es su versión, se entiende. No se trata de una evaluación independiente ni de una auditoría. Los representantes del pueblo escuchan y me enorgullece que, en mi país, lo hagan respetuosamente. No se registraron abucheos, ni demostraciones hostiles ni legisladores que abandonen la sala. Hubo algunos aplausos y un respetuoso silencio por parte de aquellos que no compartían los criterios del presidente pero saben que tendrán la oportunidad para dar su opinión en el tiempo, lugar y forma que corresponde.
En lo sustantivo el discurso fue largo, detallado, algo tedioso y respetuoso del ámbito plural al que estaba dirigido. Básicamente se limitó a enunciar que había hecho el esfuerzo por cumplir las promesas a las que se había comprometido durante la campaña electoral. Empezando por la LUC y terminando por un magro anuncio de reducción de impuestos que quedó disminuido por haber sido tan divulgado previamente. No es malo que un presidente rinda cuentas al parlamento en base a las promesas electorales que realizó. No es malo que si prometió una reducción de impuestos lo cumpla, aunque resulte de escaso impacto real. También el presidente se refirió a otras promesas como la reforma educativa, de la seguridad social, la apertura al mundo etc. y dio cuenta, con detalles, de lo actuado por cada ministerio.
El presidente ha tenido un período de gobierno difícil. Heredó una economía con un alto déficit fiscal lo que le daba poco margen para enfrentar otros problemas reales de la sociedad, que también heredó. Tuvo dos años de pandemia, sufrió las consecuencias de la guerra en Ucrania y sus repercusiones en la economía del mundo y enfrenta, ahora, una sequía casi sin precedentes. De nada de esto puede atribuírsele culpa alguna.
En los últimos meses, por el contrario, enfrentó problemas que ciertamente son de su responsabilidad y pagó un alto precio político por ello. Necesitaba un respiro, volver a tomar contacto con sus bases, encontrarse con su gente y romper esa sensación de soledad que debe haberlo acompañado recientemente. La convocatoria también cumplió ese propósito.
En el DEBE le queda no haber sido un poco más generoso con sus socios de la coalición, sin cuyo apoyo no sería presidente ni hubiera podido cumplir su gestión. Correspondía un agradecimiento especial al ministro Salinas que está por retirarse y ha tenido un desempeño más que meritorio en el gabinete.
Hay quienes piensan que debería haber aprovechado para hacer promesas para estos dos últimos años y encendido nuevas esperanzas. Puede ser. Yo respeto y celebro que se haya simplemente rendido cuentas.

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