Archivos del terrorismo de estado por Ignacio Martínez

Hace unos días se dio la noticia de que aparecieron archivos que dan cuenta de actividades de inteligencia en los años previos y posteriores al golpe de Estado de 1973. Al parecer se trata de cinco libros y dos carpetas del Servicio de Información y Defensa (SID) y de la OCOA (Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas) que eran las dependencias asignadas a la represión, creadas por el Comando General de Ejército, con pleno conocimiento del ministerio de Defensa y la Presidencia del país.

Según consta en la información preliminar que ha trascendido, estos materiales contendrían informes, investigaciones sobre personas y órdenes específicas de operativos concretos contra grupos e individuos.

Estos archivos aparecieron en el Grupo de Artillería 5, sito en José María Silva y Burgues, barrio Cerrito, Montevideo. Allí funcionó una dependencia del Ejército y de la OCOA entre 1968 y 1984, y operó como centro de detención y tortura de presos políticos en diferentes lapsos dentro de ese período.

Según se informa, estos archivos serán entregados en estos días al fiscal Jorge Díaz y las Instituto Nacional de Derechos Humanos por parte del ministro García y la Presidencia de la República. Saludamos eso.

Ahora bien. Llama la atención que todo esto aparezca en el mes de mayo, a pocos días de la Marcha del Silencio, que tanta significación tiene para cientos de miles de uruguayos y uruguayas, por no decir para la inmensa mayoría del pueblo.

¿Dónde estuvieron esos informes durante más de 4 décadas? Estos operativos, y sobre todos los dos organismos que se mencionan (SID y OCOA), tuvieron mandos concretos, personal concreto, responsables directos operacionales e intelectuales, con nombres y apellidos, con cargos y perfecta ubicación de su rol en el aparato represivo y el Estado. Es allí donde se deben dirigir las investigaciones.

Es absolutamente legítimo pensar que, además de estos archivos, las dos dependencias citadas también tienen archivos sobre todas y cada una de las operaciones que realizaron dentro y fuera del país. Está en la esencia de la autopreservación de estos siniestros aparatos y sus integrantes llevar minuciosos informes de lo que se hizo, quién lo hicieron, contra qué y contra quienes se llevaron a cabo los operativos.

Señor ministro García, señor presidente Lacalle, pongan a funcionar la autoridad, infórmense, exijan los archivos. Ellos lo saben. Han documentado cómo fueron los seguimientos, los secuestros, las apropiaciones de bienes y de niños, las desapariciones y asesinatos.

¿En qué caja fuerte están esos otros archivos? ¿Cuánto más sabe Gavazzo y Silveira y Ferro? ¿Dónde fondearon todos esos informes, fotografías, grabaciones, microfilms que dan cuenta meticulosamente de lo sucedido en nuestro país, en Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Europa?

Cientos de páginas dan cuenta de lo que digo, conteniendo testimonios irrefutables de víctimas que sobrevivieron a la brutal represión. Queremos saber qué pasó con los que no salieron de las catacumbas del Plan Cóndor.

En el momento en que Washington Pérez abrazó a su compañero León Duarte, notó que su amigo estaba descalzo en pleno julio. La cárcel clandestina, conocida como automotores Orletti, destinada a alojar detenidos desaparecidos, había concentrado todo el frío del invierno bonaerense. Pérez reaccionó.
–Mire cómo está mi amigo. ¿A usted le parece, coronel? Descalzo no hay cuerpo que aguante.
En el coronel Gavazzo debe haberse despertado un antiquísimo y casi olvidado sentimiento de humanidad.
–Vaya y tráigale los zapatos a Duarte –ordenó.
–Y yo que sé cuáles son –protestó el soldado –si ahí abajo hay como ochenta zapatos vacíos.

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