En menos de un mes se presentaron en nuestra ciudad dos versiones de La Sapo, espectáculo escrito y dirigido por el cordobés Ignacio Tamagno
Una sapo en el Cerro
La historia de La Sapo en Montevideo comienza a fines del 2021, cuando Ignacio Tamagno, Eva Bianco y Nadir Medina realizaron un trabajo de residencia en el Centro Cultural Casa de la Pólvora del barrio Casabó, en el Cerro. La historia parte de un hecho real, como comentara el autor a Voces en su momento: “A mi abuela le dio un ACV, me mudé con ella por tres meses y lo que sucedió en esa convivencia es el esqueleto, o el alma, de lo que está en la obra” (Voces N° 768). El encierro impuesto por la pandemia terminó generando el ámbito ideal para desarrollar un texto dramático que Tamagno le pasó a Eva Bianco, actriz cordobesa fundadora del espacio El Cuenco, uno de los lugares donde al actor y dramaturgo se formó. Luego aparece la necesidad de salir de su ciudad: “Yo estaba en un proceso de irme de Córdoba y le propuse a Eva trabajar afuera, como en una situación de extranjería. Me parece que también por una necesidad de trabajarlo fuera de mi núcleo familiar. Y tenía muchas ganas de explorar la posibilidad de trabajar construyendo actuación o dramaturgia en movimiento. Para ver cómo las obras no son algo quieto sino que se van transformando de acuerdo a los públicos y los espacios”. Es así que llegan al Centro Cultural Casa de la Pólvora, gestionado por la actriz y directora Susana Souto quien conoció a Tamagno en un laboratorio sobre la memoria y la desaparición forzada realizado en el centro clandestino de detención D2 de Córdoba. A partir de ese vínculo y varios intercambios el equipo de La Sapo llegó en diciembre de 2021 al barrio Casabó donde trabajó hasta que el 12 de diciembre realizaron una lectura performática que contó con una sala repleta de vecinos y fundamentalmente vecinas del barrio.
La Sapo tiene su centro en la experiencia de una abuela que al sufrir un ACV debe reaprender a controlar su cuerpo. En aquella primera lectura performática el propio Tamagno ocupaba el lugar de nieto que se muda con su abuela para ayudarla a que recupere su autonomía. En ese reaprendizaje la abuela también reaprende a hablar, y el lenguaje articula recuerdos que permanecían tapiados por el tiempo. El escarbar en la memoria de esa abuela-sapo, que ocupa el lugar de infinidad de otras abuelas, se desentierra un pasado de dolor, de abusos y de violencia en las entrañas mismas del vínculo familiar. Eva Bianco, la actriz que encarnaba a la abuela, compartía al respecto: “Es una historia que también me toca, porque como hoy nos decía una espectadora, todas las familias tienen secretos. Todas las familias tienen a alguien que se fue de mambo por una herida profunda como varón. Y las mujeres son los cuerpos más cercanos para golpear de alguna manera, para dañar. Es un entramado de dolor todo eso. Todos estamos impregnados de eso, yo también. Por eso la voz de la abuela para mí era cercana. Y yo la sentí, internamente.”
Dieciocho meses después de la primera lectura performática La Sapo volvió al Cerro, ahora con Carolina Saade interpretando a la nieta de la abuela-sapo. La historia volvió a conmover a la platea merced al contraste que se genera cuando desde una perspectiva llena de ingenuidad se escarba en la memoria y el pasado se resignifica. Bianco volvió a demostrar su potencia actoral, es una actriz que impresiona desde gestos mínimos, como esa mirada fija de abuela, que parece detenerse en los recuerdos de violencias y humillaciones que solo desaparecen con la muerte.
Una sapo en el centro
Estando Tamagno en Dinamarca le comunicó a la productora uruguaya Sofía Antonaz la intención de trabajar en una producción de La Sapo con elenco uruguayo. Iberescena mediante conforman un equipo al que se suma Vachi Gutiérrez -quien fue una de las espectadoras de la lectura performática en 2021- como productora artística. En el proceso de búsqueda de actrices llegan a Sofia Rivero y Emilia Díaz. El director se instaló en nuestra ciudad en el mes de agosto y trabajaron cinco días a la semana cuatro o cinco horas por día. Según cuenta: “vine casi sin ninguna idea de puesta, quería trabajar a partir de ellas, y así fue, la obra que se ve en el Alianza surge del encuentro del texto con las chicas. A mitad de proceso se sumó la iluminadora Tati de Gennaro, que es de Córdoba, y trabajamos todo lo que fue la iluminación, la escenografía y el concepto vestuario. Fue un proceso intenso pero muy ameno”.
Interesa señalar que si bien la obra se detiene en zonas oscuras de la vida familiar lo hace desde un ángulo lúdico. En ese sentido es relevante el que, sin didactismos acartonados, La Sapo se presenta desde el comienzo como artefacto escénico propuesto para la reflexión, con un gran vuelo poético. La nueva versión se instala en una sala convencional que se cubre de tierra. Una tierra que cubre los cuerpos de las actrices y que oculta objetos que los personajes van desenterrando, como a los recuerdos de una abuela que encarnada por Díaz muestra un lado más histriónico.
La puesta, programada en un ciclo concentrado en pocos días, agotó las funciones casi desde el estreno, por lo que ya se está pensando en una temporada en los meses de octubre y noviembre, luego de una gira por dos festivales en Argentina. Pero La Sapo no terminará allí, para el 2024 la intención es girar por barrios montevideanos y por el interior de nuestro país. “La idea desde el principio fue preparar una obra que pudiera adaptarse a diferentes espacios de representación y que estuviera dirigida a espectadores y espectadoras no habituados al teatro, o que eso no fuera excluyente”. En este aspecto las palabras de Tamagno nos recuerdan lo que nos decía en 2021 “No fue inocente la decisión de trabajar en el territorio en el cual está inscripta la Casa de la Pólvora. Y no es que pensemos en hacer algo para la periferia, pero sí está la intención de mostrarla a un público que no sea partícipe de una cultura teatral sino que haya un contacto más directo”.
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