Educación para la convivencia en paz y libertad por Ignacio Martínez
Hacia fin de año solemos hacer balances. Hoy no es el caso. Quiero hacer énfasis en uno de los temas principales de las perspectivas del mundo y del país: la educación. Estamos padeciendo una ofensiva de la barbarie. La destrucción de la naturaleza, la justificación de la guerra, la humillación de la mujer, la masacre de los niños de las poblaciones civiles, la glorificación de la frivolidad y la estupidez, la insensibilidad que se ríe del dolor ajeno, el individualismo competitivo, la mentira como práctica, son algunas pruebas irrefutables del avance de la mediocridad humana y las dificultades para avanzar. Para nosotros, los que estamos luchando por un mundo nuevo y mejor, es imprescindible también pensar en los énfasis de una educación nueva y mejor.
No es todo presupuesto, aunque ayuda. El 6% del PBI se vuelve imprescindible.
Presupuesto para nuevos locales que hacen tanta falta. Precisamos centros de estudio que no superen los trescientos alumnos y aulas que no excedan los veinticinco. Más muchachos, es pedagógicamente insostenible y humanamente inaceptable.
Decimos que no es solo Presupuesto, es cierto, pero un docente no puede ejercer como tal con sesenta o más horas semanales. Sueldos dignos, pero para no más de treinta y seis horas semanales y si es cerca de su casa, mejor.
¿Para quién educamos? Para el niño y el joven con nombre y apellido, con historia concreta, en un mundo familiar y social concreto, que debe estar en el centro de toda propuesta educativa.
El mundo nuevo, la integración social, el combate a la inseguridad, la equidad entre las personas, requiere seres humanos críticos y autocríticos, reflexivos y creativos, solidarios y cooperativos, responsables y co-responsables, libres en sociedad, autónomos en pensamiento. La educación para la paz y contra la droga y todo tipo de violencia es clave ahora.
Necesitamos conocimientos que se impartan de manera atractiva, convincente, seductora y relacionada con la vida.
Necesitamos talleres donde los alumnos se expresen. Talleres de teatro, de música, de murga, de candombe, de artes plásticas, de cocina, de danza, de literatura, de huerta, de diseños de todo tipo, de máscaras, de oficios, de deportes de la más variada índole, donde cada escuela, cada liceo, sea un gran lugar de creación y se devuelva la autoestima y se valore lo que ellos son capaces de hacer y se divulgue cada obra.
Necesitamos darles a los muchachos responsabilidades concretas en su vida cotidiana. ¿Por qué no la limpieza del centro de estudio? ¿Por qué no la atención de la cantina? ¿Por qué no la administración de los mismos talleres, de los juegos, de los certámenes, de los concursos y de las competencias deportivas? ¿Por qué no el periódico del centro o la radio del centro? Necesitamos dar perspectivas laborales en cada vocación manifiesta, haciendo énfasis en aquellos jóvenes más vulnerables, más expuestos, más difíciles, por ejemplo, los que están privados de su libertad.
Esto requiere que las cosas no se cocinen entra cuatro paredes ni entre cuatro personas. Esto requiere de todos los organismos de la educación, los sindicatos, la comunidad organizada, el INAU, la Universidad, los partidos políticos desde el llano, desde la gente y, sobre todo, necesita de los mismos muchachos, participando de la definición de las políticas en cada centro de estudio.
No partimos de cero. Rescatemos a Figari, que es mucho más que un pintor de cuadros o un rostro impreso en un billete. Difundamos lo que se está haciendo en escuelas, en liceos, en UTUs, en comunidades. Hay que cambiar cabezas; las nuestras y las de los alumnos.
No debemos hacer una educación para adaptarnos al mundo que nos ha tocado vivir. Debemos hacer una educación para cambiarlo y hacerlo mejor. Que el 2024 nos vea en estos rumbos de paz, de respeto al otro, de trabajo conjunto, de construcción de ciudadanía y de comunidad.
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