Tan talentoso como polémico, tan brillante como decadente, la vida y la obra de Marlon Brando siguen despertando singular interés. Referente de la época dorada de Hollywood, su complejo carácter, sus conflictos familiares, tanto con sus padres como con sus hijos, sus problemas de autoestima, que contrastaban con su seguridad ante cámaras, y sus soberbias actuaciones, constituyen signos identitarios de su impronta artística y de su personalidad. Estas singulares características, además de su fulgurante carrera, justifican plenamente el repaso de su filmografía por parte de Cinemateca Uruguaya, en un ciclo demasiado breve, de apenas seis títulos, que recrea su inmarcesible legado cinematográfico, a cien años de su nacimiento.
Nacido en Nebraska en 1924, su infancia transcurrió con una madre con trastorno bipolar y un padre manipulador y que nunca lo apoyó. Rebelde desde siempre, fue expulsado de varios colegios, hasta que entendió que su sueño era la actuación, lo cual lo impulsó a marcharse a Nueva York y estudiar en The New School y el célebre Actor`s Studio.
Descuidado en su aspecto personal, le molestaba la atención que su atractivo provocaba. Utilizó esa misma impronta para conseguir papeles en los cuales su imagen desaliñada y melancólica resultaba adecuada. Durante su juventud, en los años cuarenta, se subió a muchos escenarios, tanto de teatros independientes como de teatros de Broadway, brillando en “ Un tranvía llamado deseo”, de Tennesse Williams, cuya puesta en escena fue dirigida por Elia Kazan, al igual que el filme homónimo posterior, de 1951, también con Brando como protagonista.
Tuvo muchas amantes y al menos once hijos. Destacó en papeles que marcaron a una generación, como el nihilista motoquero de “Rebelde”, y mostró su estatura dramática en filmes históricos como “Viva Zapata” (1952), en el cual interpreta al revolucionario mexicano, y policiales dramáticos como “Nido de ratas” (1954), ambas dirigidas también por Kazan. Por su interpretación en esta última película, ambientada en un ominoso universo mafioso, cosechó su primer premio Oscar.
La mejor época de su carrera transcurrió durante los años cincuenta y sesenta, con filmes que cimentaron su fama posterior y también su imagen de persona conflictiva, violenta y egocéntrica. En 1961, se atrevió a situarse detrás de cámaras, dirigiendo, pero también protagonizando, el recordado western “El rostro impenetrable”. En “Motín a bordo” (1962), remake de la película homónima de 1935, conoció a su tercer esposa, Tarita, una tahitiana con quien vivió en una isla de la Polinesia, y con la que mantuvo una complicada relación, cuyo fruto fueron dos hijos.
Su trayectoria durante los años setenta, si bien estuvo marcada por un par de grandes películas, fue irregular. En 1972, protagonizó uno de sus filmes más recordados, “El padrino”, bajo la dirección de Francis Ford Coppola, verdadera obra maestra, por el cual cosechó su segundo Oscar. En 1973, coprotagonizó “El último tango en París”, dirigido por Bernardo Bertolucci, filme polémico para la época por una escena rayana en el sexo explícito. La ulterior controversia se suscitó cuando, años después, la actriz María Schneider afirmó haber sido abusada.
En su vida extra cinematográfica participó, además, en la defensa de los derechos de los afroamericanos y los indígenas. Es famoso el episodio que protagonizó en la ceremonia de los Óscar de 1973 al negarse a recoger el premio, recibido por “ El padrino”, ya que envió en su lugar a la actriz estadounidense de origen indígena, Sacheen Littlefeather, quien se manifestó en contra del tratamiento que recibía su pueblo en las películas de Hollywood y por los acontecimientos que ocurrían por aquel entonces en Wounded Knee.
En 1978, se convirtió en el actor mejor pagado de su época, al cobrar cuatro millones de dólares por diez minutos en pantalla, interpretando a Jor El, al padre de Kal El, en “Superman”, de Richard Donner.
No exenta de polémica estuvo su breve pero memorable participación en “Apocalypse now”, el formidable film bélico de Francis Ford Coppola. Se presentó al rodaje con la cabeza rasurada y más gordo de lo que el papel requería, lo cual obligó al director a reducir su tiempo en
pantalla y filmarlo entre sombras. Excesivamente obeso, aquejado por diversos problemas, de salud y económicos, durante los años ochenta y noventa interpretó papeles menores con desigual acierto, sobreviviendo gracias al renombre de sus glorias pasadas y al interés que aun despertaba. Actor de método, uno los más destacados de su generación, el ciclo que puso en pantalla Cinemateca Uruguaya, de seis de sus más recordado filmes, incluyó “ El hombre en la piel de víbora”,
“El rostro impenetrable”, “Motín a bordo”, “La jauría humana”, “Reflejo en tus ojos dorados” y “Queimada”. Algunos de ellos pueden ser visionados en plataformas.
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