El liberalismo provoca un mundo enfermo por Ignacio Martínez

Las principales emisiones de dióxido de carbono (CO2) han sido producidas por 23 países que tienen solo el 12% de la población del mundo. Ellos son, entre otros Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, España, Japón y Australia. Estos países ricos y poderosos emitieron la mitad del dióxido total. La otra mitad de las emisiones destructoras es responsabilidad de los países donde vive la inmensa mayoría de la Humanidad (el otro 88%). Hablamos de China, Rusia, India, Sudáfrica, México, Irán, Corea del Sur, Brasil y las demás naciones. EEUU fue el primero durante décadas, hoy está parejo con China en volúmenes de contaminación.

Estos datos producidos por un informe de Global Carbon Project, demuestran de manera incuestionable que las metrópolis capitalistas son las principales responsables de la contaminación atmosférica producida por el CO2, la que, a su vez, provoca la grave crisis climática que estamos padeciendo.

Un factor anexo a lo que decimos, es el hecho de la profunda deforestación que nos permite afirmar que las producciones agrícolas y ganaderas están pelando al mundo, convirtiendo en praderas enormes extensiones de bosques y selvas.

Esta mega producción industrial de constantes emisiones exterminadoras, se viste de un discurso que pretende demostrar que es la manera de eliminar la pobreza en el planeta. Mentira. La propia matriz energética de hidrocarburos podría ser sustituida por otras energías no perecederas y no dañinas para la salud humana y el planeta.

Los responsables de esta situación son los defensores de este modelo neoliberal que predomina en el mundo. Ha generado una diferencia cada vez mayor entre países ricos y pobre. Ha aumentado la grieta entre pobres y ricos dentro de cada nación que une el mal llamado crecimiento económico al crecimiento de la crisis climática y la pobreza.

La realidad hoy, agudizada por la pandemia, es que ha habido una concentración de riquezas cada vez en menos manos, contra un crecimiento de la pobreza que afecta a la gran mayoría de los seres humanos. El desafío es hacer prevalecer los intereses de esas inmensas mayorías. Los gobiernos están llamados a esa tarea primordial. Afirmamos que la atención de las necesidades de la Humanidad con alimentación sustentable y saludable, es una vía de aproximación a la salida de la crisis climática que afrontamos.

Una de las enseñanzas que nos debe dejar la pandemia es que la mal llamada “nueva normalidad” en realidad debe significar un cambio radical en las formas de producción, de energía, de distribución de la riqueza y de políticas públicas que prioricen los verdaderos problemas que nos aquejan. Eso significa entender que el modelo liberal está agotado incluso para los mismos liberales que sucumbirán a las consecuencias de las atrocidades climáticas que ellos mismos están provocando.

En nuestro país, la “nueva normalidad” tampoco puede ser la inflación, la rebaja salarial, la aceptación como parte de nosotros de las ollas populares, el deterioro del sistema de cuidados, el enriquecimiento de los sectores agro-exportadores que se quedan con la malla y con el oro, reclamándole siempre al Estado para que los auxilie.

En todos los foros internacionales Uruguay deberá estar al frente de estas denuncias, exigiendo un compromiso mucho más que declarativo, para que se hagan efectivas las políticas que afronten las causas de la contaminación y las consecuencias climáticas. ¿Estará a esta altura nuestro gobierno, su canciller y nuestro presidente?

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