El relato y la verdad por Ignacio Martínez
Los sectores dominantes necesitan que su visión de la historia y del presente sea la que predomine entre los dominados. Imponen que creamos que las cosas siempre fueron así; que nada podrá cambiar; que cada uno acepte su condición social. Estas son algunas de las férreas estructuras ideológicas que permiten a las minorías poderosas prevalecer sobre las mayorías subyugadas.
Un ejemplo más que evidente ha sido la preeminencia del sector ortodoxo del cristianismo durante 2 mil años, que basa su filosofía en 4 evangelios canónicos. Ellos son los supuestamente escritos por los apósteles Marcos, Mateo, Lucas y Juan que dan cuenta de la vida de Jesucristo. Los evangelios llamados apócrifos son manuscritos rechazados por la Iglesia Católica, calificados de falsos, pero que, sin embargo, datan del siglo II y cuentan con el respaldo de personajes claves del nacimiento del mismo cristianismo, como es el caso de Tomás, Judas y hasta la misma María Magdalena. ¿Dónde está la verdad? No importa. Lo que interesa es el relato.
En ese largo período, desde el siglo II, se sostuvo la teoría de Claudio Ptolomeo de que la Tierra era el centro del Universo. Recién con las teorías de Copérnico en el siglo XVI, la concepción fue modificándose, afirmándose en Kepler y en Galileo. En relación a este último, condenado por la Inquisición, en 1633, se lo somete a prisión perpetua y se exige que se desdiga de sus ideas y descubrimientos. La verdad no interesa. Lo que importa es el relato. Recién en octubre de 1992, el Papa Juan Pablo II admite las certezas del astrónomo, pero aun así habrá que esperar hasta el año 2009 para que se efectivice un reconocimiento de la ciencia como factor clave para el avance de la humanidad y se pida una tibia disculpa pública.
Tenemos otro ejemplo no menos pernicioso para la verdad, que es la porfiada intención de Estados Unidos de fijar su papel en la 2da Guerra Mundial como el principal determinante para la derrota del nazismo. No solamente tratan de omitir la firma de la rendición de Alemania en mayo de 1945 ante el Ejército Rojo, sino que, llegan a decir que la paz se firmó en setiembre cuando Japón acepta su derrota, procurando así, incluso, justificar el genocidio contra la Humanidad acaecido el 6 y el 9 de agosto en Hiroshima y Nagasaki. Estos elementos han sido claves en la visión que el pueblo norteamericano tiene de aquel conflicto armado, ubicándose como los salvadores del mundo. Visión que luego se proyecta hasta nuestros días en la idea de que los EEUU están siempre en la mira de ser atacados y eso justifica la política de defensa y los gastos multimillonarios en beneficios de la industria armamentista, así como la actitud invasora y belicista del imperio desde la invasión a México en 1846, hasta Irak y Siria en el 2014, pasando por decenas y decenas de invasiones en todas partes del mundo (datos obtenidos del Congreso de Estados Unidos en su investigación sobre Relaciones Internacionales).
En nuestro país la lógica de inventar un relato para sustituir la verdad también se ha impuesto a lo largo de nuestra corta historia. Las autoridades omiten hablar del concepto de Patria Grande o sobre el Reglamento de Tierras del artiguismo. Muchas son las listas de los 33 Orientales que, por supuesto, hablan de por lo menos 59 comprometidos con la independencia. El mismo Lavalleja envió en 1828 un listado que luego Oribe corrigió en 1830. Un motivo era la adjudicación de pensiones, pero no está demás suponer que el número 33 es una cifra muy afín a la masonería a la que adherían muchos de los cruzados y autoridades de la época. ¿Cuál es la verdad? No parece importar demasiado.
Muchos temas merecerían analizarse a la luz del relato y la verdad. El siglo XX en nuestro país; las dictaduras; la recuperación de la democracia; los partidos políticos; los sindicatos; la situación actual; la pandemia; la LUC, entre muchos otros. De lo que sí estamos seguros es que hay quienes no quieren ni revisar los libros de historia. Otros no desean abrir ateneos de debate, reflexión y análisis público sobre la historia y el presente. Está claro que la verdad tiene muchas aristas. Pero también está claro que los relatos tienen como función disfrazarla, tergiversarla y allanar el camino para que prevalezcan algunas ideas y se aseguren algunos beneficios. Muchos de los que firmamos contra la LUC, lo hicimos para echar luz sobre las oscuridades de un relato que le da marco legal a retrocesos y atrasos.
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