La destrucción del planeta es nuestra propia destrucción por Ignacio Martínez
El deshielo de los casquetes polares; la deforestación acelerada de selvas, montes y bosques sin reposición; la contaminación del aire, el agua y la tierra, son consecuencia de descontroladas actividades humanas agrícolas, ganaderas e industriales, sin control ni planificación sustentable. Solo prima el engullidor deseo del enriquecimiento rápido de las grandes corporaciones. Sus políticas destructivas traen aparejado la desaparición de especies animales y vegetales, la alteración de la humedad para el buen cumplimiento de los ciclos estacionales, la alteración de las temporadas de lluvias, de las temperaturas promedio y una mayor proliferación de desiertos y tierras improductivas, sequías y tormentas gravísimas.
Las derivaciones sociales son hambrunas, emigración masiva, guerras focalizadas y la certeza innegable de que hoy los ricos son menos y más ricos mientras los pobres son más y más pobres.
Podríamos hablar de que la gran responsable de esto es la humanidad, pero eso no es del todo cierto. Lo que tenemos es una manera de vida y de producción cuyos responsables son las grandes corporaciones agro-industriales, de la química, de la industria armamentista y de los que hacen la vista gorda con tímidos llamados de atención que sirven para poco o para nada. La ONU, la FAO, la OMS, el FMI, el Grupo del Banco Mundial, el Grupo de los 7 (léase Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, además de la Unión Europea que cuenta con representación política) son los principales responsables de emisiones de gases tóxicos y de un capitalismo voraz, belicista, con poder financiero a escala mundial, que determina la suerte de pueblos, ecosistemas y naciones.
No hablo aquí de los riesgos de catástrofes nucleares o bacteriológicas de exterminio masivo, de las cuales siempre penden demostradas amenazas. Hablo de esta cada vez más vertiginosa catarata de destrucción del mundo que lleva intrínseca la premisa de que si el planeta muere nos morimos nosotros…pero la naturaleza se recompondrá y, como dijo Galileo E pur si muove y se seguirá moviendo aún sin nosotros.
¿Por dónde pasa la recuperación de nosotros mismos y del planeta?
Debemos trabajar en todo el mundo por la implementación de energías renovables. La energía solar, eólica, geotérmica, hidráulica, biomasa, biogás y del mar, debe sustituir definitivamente la de los combustibles fósiles.
Recomponer la biodiversidad en todo el planeta debe ir acompañado con la sustitución de hábitos alimentarios que reposen en una producción de alimentos no solamente sanos para el ser humano sino en armonía, equilibrio y concordancia con la naturaleza. Tenemos que recuperar las especies de plantas y de animales
Esto quiere decir profundizar los conceptos de sustentabilidad y sostenibilidad donde incluso abordemos un tema difícil y escabroso que es el del crecimiento demográfico. Se vuelve insostenible un mundo como el actual, donde habiten 10.000 millones de seres humanos para dentro de apenas tres décadas (hoy ya somos 7.700 millones de seres humanos).
Se vuelve imprescindible organizarnos desde abajo. Afortunadamente grandes corrientes de jóvenes están asumiendo desde la cultura, desde la diversidad, desde la población civil organizada, iniciativas que apuntan a la transformación de fondo que necesitamos.
Ellos han comprendido que somos parte de la naturaleza y todo lo que la lastimemos nos hace daño. Pero no alcanza. Los programas gubernamentales deben tener en primerísimo lugar medidas concretas de superación de esta verdadera pandemia de destrucción, de este verdadero virus de alta contagiosidad que somos nosotros mismos. O seguimos siendo los agentes de la destrucción o nos convertimos en consecuentes activistas por la construcción del mundo nuevo, posible y mejor.
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