Las versiones que circulan por el barrio hablan de que al escultor le gustaba pescar, pero más disfrutaba escuchando las exageraciones de los que lo acompañaban en las largas horas que pasaba sobre el lomo rocoso de la Escollera Sarandí. En esos momentos compartidos, que no pocas veces se prolongaban junto al mostrador del club de pesca cercano, oyó hablar de todo tipo de seres extraordinarios salidos de las aguas del “río grande como mar”. Parece ser que aquellas desmesuras le despertaron la inspiración. Entonces se puso a la tarea y plasmó un bajorrelieve en el que las recreaba, todas juntas en un mítico fondo marino. Finalmente, cual una suerte de homenaje a la frondosa imaginación de sus amigos, expuso su obra en el sitio donde tuvo su génesis.
Aunque ha pasado mucho tiempo de todo lo que aquí se acaba de narrar, todavía se puede ver, sobre la fachada del club Marypesca, toda esa fabulosa fauna acuática inmortalizada por aquel artista cuyo nombre ya nadie recuerda.
(Ubicación: Juan Lindolfo Cuestas 1374)






