Vergüenza nacional por Ignacio Martínez
La semana pasada trascendió que el Ministerio de Salud de Paraguay recibió 12 mil vacunas AstraZeneca donadas por nuestro gobierno a través del MSP. Lo que se exhibe como un gesto solidario, muestra, sin embargo, en toda su desnudez, un concepto de la solidaridad absolutamente desdeñable.
Esas mismas vacunas vencerán ahora nomás. Una primera parte lo hará el 28 de junio. La otra parte del mismo envío caducará a fines de agosto. Pero encima, esa vacuna del complejo farmacéutico anglo-sueco, nacido hace más de cien años, debe suministrarse con 90 días de separación entra la primera y a segunda dosis, lo que permite colegir que este envío no servirá de nada a los posibles destinatarios, porque para la segunda dosis estas vacunas ya estarán más que vencidas.
AstraZeneca, a su vez, ha tenida mala prensa debido a los efectos secundarios que han sido denunciados en diferentes partes del mundo. Lo cierto es que los estudios realizados certifican que todas las vacunas que se han suministrado, son generadoras de efectos secundarios. Estos han sido: dolor de cabeza, fatiga, escalofríos y temblores, diarrea, fiebre, artralgia, mialgia y náuseas. También han generado otros efectos locales que incluyen dolor en el lugar de la inyección, hinchazón, sensibilidad, enrojecimiento, picor, calor e inflamación de las glándulas axilares. Los casos de fallecimientos por trombosis, unidos a drástica reducción de plaquetas, también han sido relacionados con AstraZeneca, aunque esos casos suponen porcentajes mínimos dentro del volumen de millones de vacunados (sin desmedro del dolor, claro está, que suponen esos fallecimientos que no son números o porcentajes, sino seres humanos)
Uno puede suponer que muchas veces estamos ante difamaciones que son iniciativas de la competencia. No es difícil imaginarse que, para el éxito multimillonario de una vacuna y sus productores, estos realicen campañas de denuncias en relación a las otras. Lo cierto es que en Uruguay se recomendó no inocular esta vacuna a menores de 60 años, razón por la cual se suministraría solo a mayores de 60. Sin embargo, la llegada de la partida de 48 mil vacunas de AstraZeneca a nuestro país que tuvo lugar en abril, tampoco servirán porque antes de los 90 días también estarán vencidas.
Uruguay ya había manifestado su disconformidad con el incumplimiento de los tiempos de envío del fondo Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que fue el encargado de efectuar los traslados. Pero ahora, con esta reprochable actitud de solidaridad disfrazada de nuestro país, es Uruguay el que no tiene justificación alguna y no debemos ser cómplices de este tipo de actitudes.
No es solidaridad. La solidaridad no es dar lo que me sobra, sino lo que realmente tengo. La solidaridad no es regalar excedentes de dudosa utilidad que no me sirven, sino compartir con el otro lo que yo uso en mí mismo. No se trata de dar lo que sobró en la olla, sino tener la sensibilidad de compartir lo que tengo en el plato. La solidaridad no es la caridad de migajas, sino cooperar con el otro para salir adelante entre todos, con lo que tengamos y lo que podamos producir en bien del conjunto. Ni el Mercosur queda bien parado con actitudes como la que hemos expuesto. Ni la necesaria vacunación se fortalece. Al contrario, pierde credibilidad.
Este gesto del Ministerio de Salud Pública no me representa, al contrario, me perjudica y va en desmedro de las cosas que se han hecho bien. No es esta la actitud genuina de solidaridad que ha demostrado Uruguay en más de una ocasión, colaborando sensiblemente con los pueblos que han sufrido desastres naturales o guerras. Para citar algunos ejemplos, así fue la ayuda a los republicanos españoles en plena guerra civil o países damnificados por huracanes y terremotos o, más cerca, la formidable solidaridad con el pueblo de Dolores, a consecuencia del tornado sufrido en el 2016. Solidaridad son las ollas populares, las campañas de medicamentos y ropa y alimentos no perecederos y artículos de desinfección y limpieza que hemos organizado una y mil veces. Solidaridad es dar soluciones de fondo a los problemas de fondo que nos aquejan como pueblos.
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