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Las metamorfosis de Wifredo Díaz Valdés por Alejandra Waltes

Las metamorfosis de Wifredo Díaz Valdés por Alejandra Waltes
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El viernes 15 de julio, con motivo del cumpleaños del escultor Wifredo Díaz Valdéz se expuso en la  Sala 2 del Museo Nacional de Artes Visuales el conjunto escultórico que había donado en el 2014 “La orquesta” (1997). El mismo fue restaurado entre 2021- 2022 por la luthier y restauradora Denise Gamboa.  

Wifredo Díaz Valdés nació el 15 de julio de 1932, en un paraje próximo a las Sierras del Yerbal en Treinta y Tres. Su pasión por el material que trabaja proviene de su condición de carpintero. Adquirió el oficio en la elaboración de la carpintería rústica primero y después en la realización de carpintería de obra blanca.          A su llegada a Montevideo con 23 años, empieza a hacer carpintería de equipamiento para oficinas y muebles. Enriquecedor fue su pasaje por carpinterías en dónde trabajaban los inmigrantes llegados de Europa en la post guerra, personas con gran formación y dominio del material. Al mismo tiempo que nacía y crecía el carpintero lo hacía el escultor. Wifredo Díaz iba descubriendo la belleza de la madera y eso fue lo que lo indujo a explorarla. Su padre lo había incentivado a hacer sus juguetes de madera, iniciándolo en el uso de las herramientas.                                                                                                                                         En un largo reportaje publicado en “La Pupila” (Nro.16) Díaz cuenta que había ido al taller de Jorge Damiani a tomar clases de dibujo y que, cuándo este vio lo que hacía “se arriesgó a decirme: “Mirá, estas cosas que estás haciendo, ese trabajo de investigación es digno de mostrarse”. Fue Damiani quien lo animó a ir a ver a Enrique Gómez quien organizó una muestra en 1968 de la que también participaron Eduardo Fornasari, Hugo Longa, Marta Restuccia y Alejandro Casares. en Galería «U».                                Jorge Damiani también lo puso en contacto con el medio artístico uruguayo, en especial con el Círculo de Bellas Artes. Díaz Valdez ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales y expuesto en varios países. Integró el envío uruguayo a la Bienal de San Pablo de 1985, ganó el Premio Figari del Banco Central del Uruguay en 1999, en el año 2012 el Salón Nacional de Artes Visuales homenajeó su obra y su trayectoria llevando su nombre y representó a Uruguay en la 55ª Bienal de Venecia del 2013.                                                             Si bien nunca recibió encargos ni estatales ni de privados, sus obras forman parte de gran cantidad de colecciones. La falta de encargos quizá no haya sido un hecho tan desafortunado ya que le permitió trabajar con una libertad que el estar considerando cómo podría ser vista o valorada su obra le habría quitado.                                                                                                                                                                   En los años 60, cuándo inicia su trabajo escultórico, Experimenta con el tallado dando forma a los bloques de madera, cincelándolos, buscando revelar su interior, desnudando su núcleo vulnerable. A comienzos de la década del 80, comienza desarmando objetos de uso cotidiano para volverlos a armar. A lo largo de los años, Wifredo Díaz Valdéz  captó el alma, la estructura y el comportamiento de las maderas y permitió que se expresen a través de sus esculturas. Es el decodificador de un lenguaje que sólo necesita alguien que lo entienda, que lo conozca y que sepa jugar con todas las posibilidades de transformación que ofrece cada pieza. El trabajo de este artista es técnicamente analítico y riguroso mientras busca expresar asuntos profundamente humanos como el paso del tiempo o la manera de habitar el mundo. Después de analizar el objeto que transformaría, pasaba a considerar el potencial artístico para al final entrar en acción con su trabajo de carpintero.                                                                                                                                       El resultado es la configuración de piezas que luego de desestructuradas a través de cortes sucesivos y su posterior articulación por medio de clavos, clavijas y bisagras, se presentan como algo nuevo. Lo que antes era funcional, ahora se transforma en algo abstracto. Los objetos renuncian a su función primaria para resurgir en el espacio como algo diferente. Reelabora materia que ya fue manufacturada permitiendo descubrir el interior más recóndito de la madera. La madera tiene posibilidades infinitas, un objeto, deja de ser utilitario, pero Wifredo tiene la capacidad de insuflarle vida a través de la deconstrucción. Toda materia noble tiene esa particularidad, al trabajarla una obra sugiere otra y una pieza sugiere otra.                          El artista se autodefine como un gran “aprendedor”. Todos los artistas que ha conocido a lo largo de su extensa carrera han incidido en distinta manera o en distinto grado según el momento o la oportunidad en que se ha establecido un vínculo. En ese aprendizaje fueron apareciendo diferentes caminos por los cuales expresarse. Muchas veces entendió que su obra se estaba pareciendo a la obra de otro artista, que si seguía trabajando en ese sentido derivaría en ellos. En esos laberintos de búsqueda, a veces muy cerrados, fueron apareciendo cosas que reflejaran una actitud personal de hacer. Cómo él mismo dice “He hecho todo, trabajando como un obrero.”

 

Conjunto escultórico “La orquesta” (Wifredo Díaz Valdez_1997).

Imagen @Cortesía del MNAV

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