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¿Anulado o en blanco? Por Hoenir Sarthou

¿Anulado o en blanco? Por Hoenir Sarthou
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¿ANULADO O EN BLANCO?
Por Hoenir Sarthou
Una leyenda urbana casi indestructible -como todas las leyendas urbanas o rurales- afirma que “el voto en blanco va para el ganador”, o “para la lista más votada”.
Eso es falso, de toda falsedad. El voto en blanco no se computa a favor de nadie, no se suma a los votos de ninguna lista y no favorece a ningún partido ni candidato.
Sin embargo, por más que se explique mil veces, en cada elección aparecen personas ofuscadas, enojadas con el sistema político, por la razón que sea, que afirman que anularán el voto “para no dárselo a nadie”. De alguna manera, sienten que la anulación expresa un rechazo más radical que el voto en blanco, cosa que no es cierta, como veremos más adelante.
El problema práctico de esta postura es que, para muchos de quienes la sostienen, se convierte en un problema votar respecto a los plebiscitos que se realizan en simultáneo con la elección nacional.
Si emiten “el voto que su alma pronuncia”, es decir un voto electoral nulo, consistente en un sobre con listas rotas, o contradictorias, o con objetos extraños además de las listas y papeletas admitidas, toda su participación electoral será nula y no podrán pronunciarse por ninguno de los plebiscitos en consulta, siendo que en muchos casos sí querrían pronunciarse por alguno de ellos.
Ese dilema parte del error del que venimos hablando y puede superarse con sólo entender qué significa el voto en blanco y qué efectos produce.
El voto en blanco, es decir el sobre vacío, sin listas electorales, significa inequívocamente que el votante no está de acuerdo con ninguna de las opciones electorales que se le presentan. No hay dos interpretaciones para eso.
A diferencia del voto anulado, que puede confundirse con el de quién por error rompió la lista, o metió muchas listas en el sobre, o se entreveró con listas de colores semejantes pero contradictorias, el voto en blanco emite un mensaje inequívoco: “no quiero votar a ninguno de los partidos y candidatos posibles”.
Pero tiene una gran ventaja a su favor. Es posible votar en blanco, es decir no introducir ninguna lista partidaria, e introducir exclusivamente la papeleta plebiscitaria que la persona quiera apoyar.
Ese voto será válido a los efectos de los plebiscitos, pero de nulo efecto en materia de la elección parlamentaria y presidencial. Porque –reitero- no se computa para ninguna lista ni candidatura y no beneficia a ninguna de ellas.
Quiero ser claro. No estoy recomendando el voto en blanco. De hecho, no tengo definido aun mi propio voto, salvo en que no será para ninguno de los partidos y candidatos que han celebrado o apoyado contratos de entrega del país o de vacunación nefasta para su población. Como la de octubre es ante todo una elección parlamentaria (la presidencial seguramente se definirá en noviembre) es altamente probable que use mi voto para intentar llevar al Parlamento a personas que hayan tenido una actitud digna en esos temas.
El motivo de esta nota es, exclusivamente, evitar que causas ciudadanas que pueden ser de gran valor, como la reforma que elimina la vergonzante especulación con fondos previsionales que realizan las AFAP, pierdan apoyo por creencias erróneas.
Votar anulado, o no ir a votar, no es más radical que decirle expresamente al sistema político: “no apoyo a ninguno de los partidos ni candidatos, pero voy a apoyar esta iniciativa de reforma constitucional porque estoy de acuerdo con ella”.
La mitología sobre el destino de los votos en blanco es casi divertida. Nace de una frase que suelen decir los rastrilladores de votos ante quien quiere votar en blanco. El argumento es: “Pero así le estás dando el voto a X” (X es el otro candidato que se supone terrible). Desde luego, eso no es verdad. La respuesta a ese argumento sería, “Si quisiera beneficiar a X, lo votaría. Si no voto a X ni a A, no beneficio a ninguno de los dos, y cada cual se arreglará para ganar o perder con los votantes a los que logre convencer.”.
Otra alternativa ante esa clase de “aprietes” proselitistas es pedirle al rastrillador: “Decime qué artículo de la Constitución, o de la ley electoral, dice que el voto en blanco se computa para el ganador”. No va a poder. Porque ese artículo no existe.
No es mucho lo que podemos esperar del acto electoral tal como está planteado, pero al menos sepamos que podemos tomar libremente algunas decisiones ciudadanas de importancia.

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