Decían que allí iban a construir un edificio de lujo. “Una vista única, amplios apartamentos, seguridad”, prometían, entre otras quimeras. Al final, solo quedó “un castillo en el aire”. Y el agujero donde deberían haberse afincado los cimientos. Una cantera en plena Ciudad Vieja. La naturaleza hizo el resto. La lluvia inundó el pozo y las malezas crecieron por doquier. Las ratas, otras alimañas y los insectos no tardaron en proliferar.
En la actualidad, aquella ciénaga urbana continúa desprendiendo sus miasmas. Pasa a menudo frente a ella. Y, de vez en vez, se detiene y la contempla un momento.
Hoy volvió a hacerlo. Entonces la vio. De inmediato, acudió a su mente un tropel de interrogantes. ¿Había nacido esa Venus imperfecta de la amarga espuma de las aguas quietas del albañal? ¿O, al sufrir un desperfecto su bicicleta voladora, se había visto obligada a realizar un aterrizaje forzoso en aquel sitio? ¿Lo saludaba? ¿Lo llamaba para que se acercara? ¿O más bien levantaba en brazo en una advertencia indicándole que siguiera su camino cuanto antes?… Preguntas que quedaron flotando en el vacío.
Continuó con su rutina. En apariencia, una jornada más. Sin embargo, el resto de ese día lo acompañó la jubilosa sensación de haber sido partícipe de un humilde portento.
(Ubicación: Ituzaingó 1288)