España va conformando gobierno. Y la monarquía, ayer debilitada, hoy se reafirma en estas nuevas circunstancias, que tienen mucho de compleja y tanto más de contradictoria. El choque entre los dos bloques estructurados, uno con el binomio PP-Vox, y el otro PSOE-UP, reordenan sus alianzas, pero al mismo tiempo se sumergen en profundas crisis existenciales. En particular, Vox por la derecha (ultra), y Unidas Podemos con Sumar por la izquierda. Y la llave que viabiliza la conformación de gobierno, es la jura de la constitución de la princesa de Asturias y es también la “futura ley de amnistía”.
Lo cierto es que España vive una hora fermental y tensa de su historia política. En estos días, comienzan a resolverse tensiones que se arrastran de hace mucho tiempo, y que forman parte de un reordenamiento del mapa político español.
Surge de una simple observación que los caprichos de la historia han forzado una coincidencia en el tiempo, dos procesos que hacen a la democracia y a su calidad institucional. Por una parte, la jura de la Constitución de la princesa Leonor, la heredera, el día que cumple 18 años. Y por otra, la estructuración de una mayoría parlamentaria, a través de una paciente negociación del PSOE con partidos independentistas para conseguir la investidura de Pedro Sánchez.
La monarquía parlamentaria
El acto de la jura de la constitución adquiere un gran simbolismo en la presente hora. En sí mismo fue un acto muy tradicional, pero al mismo tiempo con algunos elementos que le daban un cierto aire de estos tiempos. Una producción muy sobria, donde nada fue dejado al azar y todo tenía una bocanada de espontaneidad, de humanidad.
Lo trascendente ha sido el fiel cumplimiento del artículo 1.3 de la Constitución, que establece “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. Por tanto, la dinastía de los Borbón, aseguraron con estas formalidades haber dado satisfacción total al procedimiento reglado que ahora le garantiza la sucesión a la Corona. A pesar de la vergüenza que ha provocado a España y a esta monarquía los despropósitos de Juan Carlos, es opinión extendida, sino unánime, que todos estos actos, los preparatorios y el acto de jura propiamente dicho, transcurrieron de acuerdo con la planificación, dentro de la más absoluta normalidad institucional, sin sorpresas y con todos distendidos.
La institución monárquica dio muestras, con Felipe a la cabeza y la presumible coacción de Letizia, de madurez y comprensión del momento político por el que atraviesa el país. Todas las precauciones fueron tomadas y transmitidas dentro de un programa previsible y descontracturado.
Pero también hay que tomar nota de otra característica de este acto: la ausencia durante el acto de la jura de grupos nacionalistas o de algunos miembros del gobierno, que si bien significan lo obvio, un cierto desaire, también pone de manifiesto la complejidad de una España del siglo 21, muy transformada y transformadora.
Esta jura de la constitución de la heredera de los Borbón se realiza en un contexto político muy diferente al de 1986, cuando el actual rey, Felipe VI hizo lo propio. Pero lo que parecía complicarse hace dos o tres años, transcurrió sin sobresaltos. Es que los problemas cambiaron de epicentro.
El nuevo rostro de la corona abre su período oficial “de espera” después de la crisis de credibilidad de la corona, donde la ubicó su abuelo, Juan Carlos, donde no le faltó nada: escándalos económicos, paraísos fiscales, amantes y desplantes, coimas millonarias, exilio con sabor a fuga….pero no sólo el emérito, también sus hijas, sus yernos y alguno de sus nietos.
También con esta movida, Felipe se reposiciona, tras haberse ubicado en la vereda de enfrente de su padre, sus hermanas e incluso sobrinos. Logró, en las últimas semanas, con éxito y carácter prudente, reforzar la institución real aún en medio de las tormentas partidarias, sin salir afectado.
Sánchez, el paciente
Desde 2018, Pedro Sánchez es la cabeza de un gobierno progresista de convivencia compleja, hasta tormentosa, lo que no fue obstáculo para desarrollar una gestión dinamizadora de la economía, con destacados avances en las políticas de derechos.
Ya en su ascenso al poder, en 2017, cuando es elegido secretario general del PSOE, desde fijas propias como una virtud y desde ajenas como una cualidad, se ha destacado su perseverancia y resistencia. «Manual de resistencia” fue como tituló una biografía editada en vísperas de ser elegido secretario general. Para el propio Sánchez ésta es una condición que da más méritos a sus atributos como líder de una centroizquierda inquieta.
Sánchez presidirá, ya casi es un hecho, un segundo gobierno de coalición de la democracia, algo más difícil de definir, básicamente, por el desgaste y el desorden interno de lo que fue una vez Unidas Podemos, pero ahora ya es UP, Sumar, IU.
Juan Carlos Monedero, con ironías, al momento de convocar a votar “izquierdas” pidió votar a Sumar, “aunque sea con la nariz tapada”. Concomitantemente; Pablo Iglesias cuestionaba a Yolanda Díaz (a quién él mismo había designado su sucesora), al expresar que ella no tiene proyecto «para gobernar» si no, más bien, «para intentar evitar que haya una mayoría absoluta del PP y Vox». La dirección de UPodemos, en particular Ione Belarra, no participó de la campaña. Los medios daban cuenta de una “huelga de brazos caídos” con relación a la campaña.
En setiembre último, Juan Carlos Monedero dejó de conducir la Fundación República y Democracia, en acuerdo con la secretaria general, Ione Belarra. Hoy Podemos parece profundizar una crisis que muchos entienden que, en la mejor de las hipótesis, dejaran una organización testimonial, pero en su torbellino descendente, causará daños profundos en la interna partidaria.
En ese esquema de erosiones, las alternativas para conformar el nuevo gobierno necesitan aún de UPodemos y todo lo que sobreviva de esa experiencia que tantas expectativas generó, pero sobre todo, necesita de ERC, de PNV, de Bildu y BNG.
Los siguientes y últimos pasos…
La investidura de Pedro Sánchez estaría definitivamente encaminada. Los pasos, conceptualmente, están decididos y acordados. Este gobierno, ahora casi invisible, ha mantenido la estabilidad institucional y dentro de ella ha tenido lugar la continuidad monárquica. El próximo sábado, Sánchez defenderá en el comité federal del PSOE la amnistía. El siguiente lunes, el tres del PSOE estará con Carles Puigdemont en Bruselas. Luego vendrá, tras formalizar el acuerdo con ERC, el registro en el Congreso de la ley de amnistía, jalón previo a la investidura.
Sánchez, que gusta decir que “nada está cerrado hasta que todo está cerrado”, registrarían la proposición de ley con la firma de todos los grupos que apoyan la investidura; a saber, PSOE, Sumar, PNV, Bildu, BNG y los dos independentistas catalanes.
“España, camisa blanca…” cantaba esperanzado Víctor Manuel a la nueva democracia española. Ahora, que se abre un nuevo tiempo, de transformaciones, se vuelve sobre aquella canción. Y la investidura de Sánchez sucedería en unos días más. Es posible que, en una negociación tan complicada, haya ajustes y tensiones de última hora. Pero lo que ya asoma como inevitable es la consolidación de la monarquía, la amnistía y la investidura de Pedro Sánchez.
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