Para estar bien seguros
La fama del herrero-alquimista de la Ciudad Vieja trascendió las fronteras de su lugar de residencia.
Anoticiados de los prodigios que había forjado, unos señores de un barrio pudiente recurrieron a sus servicios. Querían unas rejas para las ventanas de su vivienda. Únicamente pusieron dos condiciones: aquellas debían ser inviolables para todo tipo de intrusos; y, además, estar a la altura de su alcurnia, puesto que afirmaban provenir de la estirpe de un antiguo linaje de la nobleza europea.
El artífice elaboró un diseño coronado por un yelmo que hacía alusión a las gestas medievales de la familia. Luego, encendió la fragua, se puso a tallar el hierro y en breve concluyó su creación.
Los clientes quedaron muy conformes con ella y la instalaron en su casa. Sin embargo, tratándose de gente con los pies bien plantados sobre la tierra, contrataron también a una compañía dedicada a brindar servicios securitarios.
Hay un hecho irrefutable: aquel hogar nunca fue profanado. Sin embargo, persiste la duda acerca de si se debió a los esotéricos poderes de los que estaba dotada la obra del artesano o a la efectividad de los sensores, cámaras y alarmas dispuestos por la empresa de seguridad.
(Ubicación: Luis B. Cavia 2962)
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