De las crisis severas, ¿cómo se sale? Si estuviera entre nosotros, Shimon Peres respondería que, de muchas maneras, pero en todas las posibles hay un denominador común: el diálogo. Así fue en la década de 1980, cuando en muy pocos meses pasó de una inflación superior al 400% a una del 20%.
El discurso inaugural de la presidencia de Javier Milei es casi, casi, temerario. Por momentos parece que dijera “si vos crees que ahora estás mal, esperá un par de semanas y me vas a contar las que vas a pasar”.
La pieza oratoria presenta una elaboración muy cuidada, pero el mensaje es amenazante y poco alentador. Instala una exhortación fundacional: “Hoy comienza una nueva era en Argentina, una era de paz y prosperidad, una era de crecimiento y desarrollo, una era de libertad y progreso”. Y, como regla de oro, todo anuncio de sentido mesiánico, fundacional, emerge vibrante desde lo fatal, lo extremo. Hay, se puede sospechar, una inspiración en Rubén Darío…” Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, /y más la piedra dura porque esa ya no siente, /pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, /ni mayor pesadumbre que la vida consciente…”.
Y Milei decía en su discurso de apertura a su período de gobierno: “No hay alternativa al ajuste y al shock. Impactará de modo negativo sobre la actividad, el empleo, la cantidad de pobres e indigentes. Habrá estanflación, pero no es algo muy distinto a los últimos 12 años. Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de la Argentina”.
Esta idea de lo inevitable del ajuste se reitera en varias oportunidades. Lo remarcó: “No hay alternativa posible al ajuste. Tampoco hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo. Todos los programas gradualistas terminaron mal, mientras que todos los de shock -menos el de 1959- fueron exitosos. Si un país carece de reputación, los empresarios no invertirán hasta que vean el ajuste fiscal”.
Y en el cierre de su exposición, volvió a esa cuestión mística, de última apelación, casi de cuestión mágica y de resultado incierto: “Que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío. Será difícil, pero lo vamos a lograr. Viva la libertad, carajo”.
Después de estas apelaciones al sacrificio, a la condición severa del ajuste, Milei y su hermana montaron en un vehículo descapotable para trasladarse del Congreso a la Casa Rosada. Allí completaría la agenda de instalación del nuevo gobierno, una vez que tomaron juramento a todos los ministros.
Milei, retroceder jamás…
Milei, en esta ocasión, fue muy claro al referirse a lo inevitable, pero también a la severidad: “No hay alternativa posible al ajuste. Tampoco hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo. Todos los programas gradualistas terminaron mal, mientras que todos los de shock, menos el de 1959, fueron exitosos”.
Quedan plantadas las ideas fuerza: 1. No hay alternativa posible al ajuste; 2. Tampoco hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo; y 3. Tolerancia cero con la protesta social y las movilizaciones callejeras. En lenguaje Milei, “No vamos a claudicar, no vamos a retroceder, no nos vamos a rendir”.
La audacia de Shimon
En 1984 Israel sufrió una hiperinflación que llegó hasta el 444% con proyecciones de 1.000% para diciembre de 1985 si las condiciones se hubieran mantenido. Es que después de la guerra de Yom Kipur, cuando los ejércitos sirio y egipcio atacaron concomitantemente a Israel, sobrevino un aumento del petróleo que, junto a otros factores, dejó una economía debilitada y una inflación descontrolada.
De esos registros inflacionarios, tras un programa de estabilización, en apenas unos meses se pasó a una inflación del 20% anual. ¿Cuáles fueron las medidas promovidas por el gobierno? Al mismo tiempo que se ponían en marcha un plan, amplio e integrado, se abrían los canales del diálogo.
Así, el plan de estabilización económica se apoyó en un gran acuerdo que involucró al gobierno, al banco central, el sector empresarial y los sindicatos. La Histadrut jugó un papel fundamental en ese período. Fundada en 1920, es una organización más potente de Israel. En 1983 contaba con 1,6 millones de afiliados, un tercio de la población total y alrededor del 85% de todos los asalariados. Unos 170 mil de esos afiliados eran árabes.
El 1 de julio de 1985, el plan…
El plan se ordenó desde una perspectiva macro, abandonando una lógica de paquetes específicos, que resultaron ineficaces. Para ello, Shimon Peres logró unas coincidencias básicas, para las que consiguió el respaldo de todo el gobierno, los sindicatos y el banco central.
El acuerdo incluía como puntos principales: 1. recorte significativo en el gasto público y el déficit; 2. Entendimiento con la por entonces Histadrut para promulgar controles salariales y desindexando salarios y precios (los salarios se incrementaron un 14% para compensar el alza de los precios.); 3. Medidas de emergencia de controles temporales de precios sobre una amplia gama de productos y servicios básicos; 4. fuerte devaluación del shekel, seguida de una política de tipo de cambio fijo a largo plazo; y 5. reducción de la capacidad del Banco de Israel de emisión, eliminando el recurso de imprimir dinero para cubrir los déficits públicos.
Ya al cierre de octubre de 1985, el déficit presupuestario bajó del 16% a la mitad. La inflación se controló y pocos meses después, el gobierno comenzó a levantar el congelamiento de algunos precios.
Sin diálogo
Sin entrar en la polémica acerca de “los errores y mentiras” de información contenidos en el discurso de Milei, algo que no es nuevo y que tampoco resultó un obstáculo para llegar a la presidencia, hay otro elemento en el planteamiento estratégico del nuevo presidente para la instrumentación de su plan de estabilización.
Destacábamos en párrafos anteriores que Milei insistió en lo inevitable del severo ajuste, en la profundidad y dureza de este, y unilateral, es decir, confrontativo, sin espacio para el diálogo y la protesta.
Una parte importante del éxito de Shimon Peres en aquellos años duros de la década de 1980 estaba en el diálogo, en la capacidad de generar un espacio para analizar abordajes técnicos y situaciones no contempladas.
Si el escenario próximo, el que se promoverá por parte del presidente Javier Milei, es el de los ajustes draconianos, de abordajes esquemáticos e ideológicos, y no incluye el diálogo para alcanzar consensos mínimos y ordenar el dolor de los más desprotegidos, será difícil ser optimista.
Siempre debe haber un espacio para el diálogo, sin renunciar a los propósitos. Pero para ello se precisan liderazgos como el de Shimon Peres. Claro, ya estamos hablando de otra dimensión.
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