Los resultados del domingo dejan algunas conclusiones generales claras, y otras pendientes, más relativas al funcionamiento interno de los partidos, dependiendo de quién gane el ballotage. Pero por sobre todas las cosas, un estado de humor partidario en dos mitades muy parejas, y un estado de la nación bueno, estable, en paz.
La primera y más contundente: el gobierno mantiene casi calcado el respaldo recibido en noviembre del 2019 y marzo de 2021. Se suele decir que gobernar “cuesta votos”, y sin embargo el presidente Lacalle Pou sigue sorteando obstáculos electorales –y otros- prácticamente ileso y con rotundo éxito, basado 100% en los números electorales. Álvaro Delgado, pese al humor instalado por los pronósticos previos, perdió poco más que un punto porcentual y enfrenta hacia noviembre un escenario altamente competitivo, y a mi juicio, con considerables ventajas comparativas como candidato.
La segunda: Pese a que razonablemente el Frente crece comparando entre octubres, mantiene casi estática su fuerza desde noviembre del 2019 en adelante. Esto, resultados vistos y considerando las expectativas previas generadas al domingo pasado, le hace reconsiderar su estrategia frente al ballotage, porque fue explícito (y soberbio) que varios dirigentes de primera línea consideraban la elección ganada. Atendiendo la semiótica y discursiva del domingo, claro está que ya no lo consideran así. Para muestra sobra un botón: no recuerdo ningún discurso herbívoro y conciliador de Carolina Cosse previo al domingo pasado.
Tiene el desafío Orsi y su equipo, ahora, de demostrar algo que en octubre no pudo, ya sea por estrategia, cualidades, o ambas.
Sí queda explicito que no funcionó como esperaban “el gobierno fracasó”, ni “que gobierne la honestidad”. Esto seguramente vinculado a lo primero; Luis Lacalle Pou sigue teniendo una fortaleza basada en su liderazgo y acción de gobierno, bastante más fuerte que un mantra y pasacalles.
Tercera y última: Los votantes de los distintos partidos de la coalición de gobierno fueron con libertad a votar al partido o candidato que más les gustaba, sintiéndose con ese voto diverso, parte del oficialismo y apoyando al gobierno del presidente. Es decir, la dinámica de la coalición se solidifica en tanto y cuanto el oficialismo no es únicamente el Partido Nacional que encabeza el gobierno. Esto en lo formal y lo informal. Se verá como sigue madurando la dinámica propia coalicionista, si evoluciona en elementos más formales, que con estos números le hubieran asegurado mayoría en ambas cámaras. Por supuesto que este es un ejercicio de supuestos fuertes que no tiene directa proporcionalidad y requiere una discusión y análisis mucho más profundos.
Su mayor pero no único desafío: reducir a su mínima expresión la fuga de votos entre octubre y noviembre.
Se definirá en noviembre por ventaja mínima para cualquiera de los dos lados. Porque la foto sigue casi calcada hace cinco años. Creo que se inclinará, como el pasado domingo, a favor del oficialismo, porque el estado de la nación es bueno, estable y en paz.

